viernes, julio 17

Turba de marineros tuvo cautivo a Ministro Chernov

Petrogrado (4 de julio de 1917).- Alrededor de las 5 p.m. se inició una lluvia torrencial bajo el cielo nublado de la capital. La mayoría corrió a cubrirse para luego no regresar. Pero elementos extremistas permanecieron en su lugar pese a que estaban completamente empapados por la lluvia. Luego perdieron su auto control y empezaron a disparar furiosamente contra el Palacio Táurida. Esto provocó que el resto de la multitud gritara y se dispersara en estampida aplastando a docenas de personas.

Algunos marineros empezaron a acercarse al Palacio, saltando hacia las ventanas. Desde allí llamaron a los ministros socialistas a que salgan y expliquen por qué estaban reacios a tomar el poder. El Ministro de Agricultura Chernov, eserista, fue enviado a calmar a la multitud. Pero tan pronto apareció en las escaleras, los marineros gritaron encolerizados. La muchedumbre se adelantó y lo capturó. Un obrero levantó su puño y le gritó con furia: “Tomen el poder cuando se les entrega, hijos de ...” Varios hombres armados pusieron al líder eserista en un carro, declarándolo bajo arresto, y diciendo que no lo soltarían hasta que tomen el poder...

Un grupo de obreros irrumpió en la sala Catherina e interrumpió la sesión anunciando que la turba había arrestado a Chernov. Chjeídze propuso que Kámenev, Mártov y Trotsky fueran a negociar con los amotinados y rescatar al ministro. Trotsky fue el primero en llegar. Abriéndose paso entre la multitud y fue directo hacia el carro, donde el aterrado Chernov estaba sentado, y se subió sobre el capó.

Los de Kronstadt conocían la figura de Trotsky y esperaron sus palabras. Raskolnikov, el líder de Kronstadt, que apoyaba a Trotsky, preguntó a los captores de Chernov a dónde lo iban a llevar. “No sabemos. Donde usted quiera, camarada Raskolnikov. Él está a su disposición”. Pero Trotsky pidió que lo liberaran.

“Camaradas de Kronstadt, orgullo y gloria de la revolución”, empezó con su voz metálica, “ustedes han venido a expresar su voluntad y mostrar al Soviet que la clase obrera no quiere ver más a la burguesía en el poder. Pero ¿por qué dañar su propia causa con pequeños actos de violencia contra individuos casuales? Los individuos no valen su atención”.

Los marineros gritaron encolerizados a Trotsky: no podían comprender por qué Chernov tenía que ser liberado si el objetivo de su misión era derrocar al gobierno. Pero no sabiendo qué hacer concedieron en liberar al ministro. “Ciudadano Chernov, usted es libre”, declaró Trotsky abriendo la puerta del carro. Chernov estaba totalmente pálido y simplemente no entendía qué estaba pasando con él.

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