sábado, abril 4

Trotsky: La lucha contra la guerra y el defensismo


En febrero de 1917 el derrocamiento del zarismo constituía, sin duda, un salto gigantesco hacia adelante. Pero, considerada en sí misma y no como un paso hacia Octubre, la revolución de Febrero significaba únicamente una aproximación de Rusia al tipo de república burguesa que existe, por ejemplo, en Francia. Claro que los partidos revolucionarios de la pequeña burguesía no la consideraron una revolución burguesa; pero tampoco la estimaron una etapa de la revolución socialista, conceptuándola una adquisición "democrática" que tenía por sí misma un valor independiente. Sobre esta premisa fundaron la ideología del defensismo revolucionario. No defendían la dominación de tal o cual clase, sino la "Revolución" y la "democracia". Dentro de nuestro partido, inclusive, la revolución de Febrero ocasionó al principio una mudanza notable de las perspectivas revolucionarias. En marzo, la Pravda se hallaba más cerca del defensismo "revolucionario" que de la posición de Lenin.

"Cuando dos ejércitos están frente a frente -decía un artículo de redacción- sería la política más absurda la que propusiera a uno de ellos rendir las armas y regresar a sus hogares. No sería ésta una política de paz, sino de esclavitud, que rechazaría con indignación un pueblo libre. No, el pueblo se mantendrá en su puesto con firmeza y devolverá balazo por balazo, proyectil por proyectil." (Pravda, Nº 9, 15 de marzo de 1917: Ninguna diplomacia secreta.) Nótese que aquí no se trata de las clases dominantes u oprimidas, sino del pueblo libre; no son las clases las que luchan por el Poder, sino el pueblo libre que está "en su puesto". Tanto las ideas como la manera de formularlas son puramente defensistas. En el mismo artículo leemos: "No es nuestra consigna la desorganización del ejército revolucionario o que se revoluciona, ni la vacua divisa de "¡Abajo la guerra!" Nuestra consigna es: presión (!) sobre el gobierno provisional para forzarle a que intente con resolución, ante la democracia del mundo (!), obligar (!) a todos los países beligerantes el comienzo inmediato de negociaciones respecto a la manera de terminar la guerra mundial. Hasta entonces cada uno (!) permanecerá en su puesto de combate."

Este programa de presión sobre el Gobierno imperialista para obligarlo a seguir un camino de paz era el de Kautsky y Ledebur en Alemania, de Longuet en Francia, de Mac Donald* en Inglaterra; pero no el del bolchevismo. En su artículo, la redacción no se contenta con aprobar el famoso manifiesto del Soviet de Petrogrado: "A los pueblos del mundo entero" -manifiesto impregnado del espíritu del defensismo "revolucionario"-; se solidariza con las resoluciones francamente defensistas adoptadas en dos mitines de Petrogrado y de las cuales declara: "Si las democracias alemana y austríaca no oyen nuestra voz -es decir, la voz del Gobierno provisional y del Soviet conciliador (L.T.)-, defenderemos nuestra patria hasta verter la última gota de nuestra sangre".

El artículo a que aludimos no supone una excepción, sino que expresa con exactitud la posición de Pravda hasta que regresó Lenin a Rusia. Así, en otro artículo Sobre la guerra (Pravda, N° 10, 16 de marzo de 1917), que contiene, sin embargo, algunas observaciones críticas acerca del manifiesto a los pueblos, encontramos la siguiente declaración: "No se puede por menos de aclamar el llamamiento de ayer, con el que el Soviet de Petrogrado de Diputados Obreros y Soldados invita a los pueblos del mundo entero a forzar a sus gobiernos para que cese la carnicería". ¿Cómo hallar una salida a la guerra? El mismo artículo responde: "La salida consiste en una presión sobre el gobierno provisional con el fin de hacerle declarar que accede a iniciar inmediatamente negociaciones de paz."

Podríamos dar buen acopio de citas análogas de carácter defensivo y conciliador más o menos disfrazado. En este momento, Lenin, que no había conseguido aún salir de Zurich, se pronunciaba con brío, en sus Cartas desde lejos, contra toda sombra de concesión a defensistas y conciliadores. "Es inadmisible, absolutamente inadmisible -escribía el 8 de marzo-, disimularse y disimular al pueblo que este gobierno quiere la continuación de la guerra imperialista, que es el agente del capital inglés, que persigue la restauración de la monarquía y la consolidación de dominación de los terratenientes, así como la de los capitalistas". Después, el 12 de marzo, insiste: "Pedir que este Gobierno concluya una paz democrática equivale a predicar virtud al explotador de un burdel". Mientras la Pravda exhorta a ejercer presión sobre el gobierno provisional para obligarlo a intervenir en pro de la paz ante “la democracia del mundo”, Lenin escribe:

"Dirigirse al gobierno Guchkov-Miliukov para proponerle concluir cuanto antes una paz honrosa, democrática, es actuar como un buen pope de aldea que propusiera a los terratenientes y a los mercaderes vivir según la ley de Dios, amar a su prójimo y brindar la mejilla derecha cuando se les abofetee la izquierda".

El 4 de abril, al día siguiente de llegar a Petrogrado, Lenin se manifestó resueltamente contra la posición de la Pravda en la cuestión de la guerra y de la paz: "No se debe otorgar apoyo alguno al gobierno provisional -escribía-; hay que explicar la mentira de todas sus promesas, en particular de la que concierne a la renuncia a las anexiones. Es menester desenmascarar a este gobierno en vez de pedirle (reivindicación sólo apropiada para provocar ilusiones) que ‘cese’ de ser imperialista". Huelga añadir cómo Lenin califica de "famoso" y "confuso" el llamamiento de los conciliadores del 14 de marzo, acogido de tan favorable modo por la Pravda. Constituye una hipocresía imponderable lo de invitar a los demás pueblos a romper con sus banqueros y a crear simultáneamente un gobierno de coalición con ellos. "Los hombres del centro -dice Lenin en su proyecto de bases- juran que son marxistas e internacionalistas que quieren la paz, así como toda suerte de presiones sobre su gobierno con objeto de que "manifieste la voluntad pacifista del pueblo".

¿Pero acaso -podríase objetar desde luego- renuncia un partido revolucionario a ejercer presión sobre la burguesía y su gobierno? Evidentemente, no. La presión sobre el gobierno burgués es el camino de las reformas. Un partido marxista revolucionario no renuncia a ellas, aunque éstas se refieran a cuestiones secundarias y no a cuestiones esenciales. No se puede obtener el Poder por medio de reformas ni se puede, por medio de una presión, forzar a la burguesía a cambiar su política en una cuestión de la que depende su suerte. Precisamente por no haber dado lugar a una presión reformista, la guerra creó una situación revolucionaria. Era necesario seguir a la burguesía hasta el fin o sublevar a las masas contra ella para arrancarle el Poder. En el primer caso, podrían obtenerse ciertas concesiones de política interior, a condición de apoyar sin reservas la política exterior del imperialismo. Por eso se transformó abiertamente el reformismo socialista en social-imperialismo desde el principio de la guerra. Por eso se vieron obligados los elementos revolucionarios verdaderos a crear una nueva Internacional.

El punto de vista de la Pravda no era proletario-revolucionario, sino demócrata-defensista, aunque equívoco en su defensismo. "Hemos derrocado el zarismo -se decía-, y ejercemos una presión sobre el gobierno democrático. Este debe proponer la paz a los pueblos. Si la democracia alemana no puede pesar sobre su gobierno, defenderemos nuestra "patria" hasta verter la última gota de nuestra sangre". La realización de la paz no se había planteado como tarea exclusiva de la clase obrera -tarea por llevar a cabo a pesar del gobierno provisional burgués-, porque la conquista del Poder por el proletariado no se había planteado como tarea revolucionaria práctica. Sin embargo, ambas cosas eran inseparables.


Extraído de Lecciones de Octubre por León Trotsky, setiembre 1924.

viernes, abril 3

Las "Cartas desde lejos" de Lenin


Lenin en 1900

Las primera cuatro Cartas desde lejos fueron escritas entre el 7(20) y 12(25) de marzo de 1917 en Suiza; la quinta carta, incompleta, fue escrita en la víspera de la partida de Lenin a Rusia el 26 de marzo (8 de abril) de 1917.

Tan pronto como conoció las primeras noticias de los eventos revolucionarios en Rusia y de la composición del Gobierno Provisional burgués y del Comité Ejecutivo Central del Soviet de Petrogrado, Lenin empezó a trabajar en un artículo para Pravda – él consideraba a la prensa como un importante vehículo de propaganda y organización. “La prensa es ahora lo principal”, le escribía a Alexandra Kollontai el 3(16) de marzo de 1917. “No puedo dictar conferencias ni asistir a mítines porque debo escribir diariamente para Pravda” le escribía a V.A. Karpinsky el 8(21) de marzo, en respuesta a una invitación de este último para dictar una conferencia sobre las tareas del Partido en la revolución, dirigida a emigrados rusos y a socialistas suizos en Ginebra.

La primera y segunda Cartas desde lejos fueron enviadas a Alexandra Kollontai en Oslo el 9(22) de marzo para que las reenvíe a Petrogrado. El 17(30) de marzo, Lenin preguntó a J.S. Hanecki si las primera cuatro cartas estaban ya listas en Pravda, añadiendo que si no era así enviaría copias. Las cartas fueron llevadas a Petrogrado por Alexandra Kollontai, quien se las entregó a Pravda el 19 de marzo (1 de abril).

La primera carta apareció en los números 14 y 15 de Pravda, 21 y 22 de marzo (3 y 4 de abril), con considerables recortes y ciertos cambios realizados por el comité editorial, que desde mediados de marzo incluía a L.B. Kámenev y J. Stalin. El texto completo de la carta fue publicado por primera vez en 1949, en la cuarta edición de las Obras Completas de Lenin.

La segunda, tercera y cuarta cartas no fueron publicadas en 1917. Las ideas básicas de la quinta carta incompleta fueron desarrolladas por Lenin en sus Cartas sobre táctica y en Las tareas del proletariado en nuestra revolución.

Antes de viajar a Rusia, Lenin tomó medidas para que la primera y segunda cartas circulen entre los bolcheviques residentes en Francia y Suiza.


Extraído de las notas a las Cartas desde lejos publicadas en Lenin Collected Works de la editorial Progreso de Moscú, 1964. Traducción propia.

1ra. Carta: La primera etapa de la primera revolución
2da.Carta: El nuevo gobierno y el proletariado
3ra. Carta: Acerca de la milicia proletaria
4ta. Carta: Cómo alcanzar la paz
5ta. Carta: Tareas relativas a la construcción del Estado proletario revolucionario

La primera etapa de la primera revolución. Primera Carta desde Lejos

Pravda Nº 14 del 21 de marzo (3 de abril) y Nº 15 del 22 de marzo (4 de abril) de 1917

Lenin en 1895

La primera revolución, engendrada por la guerra imperialista mundial, ha estallado. La primera revolución pero no la última, por cierto.

A juzgar por la escasa información de que se dispone en Suiza, la primera etapa de esta primera revolución, o sea, de la Revolución Rusa del 1° de marzo de 1917, ha terminado. La primera etapa de nuestra revolución no será, por cierto, la última.

¿Cómo pudo ocurrir el “milagro” de que sólo en 8 días –período señalado por el señor Miliukov en su presuntuoso telegrama a todos los representantes de Rusia en el extranjero- se desmoronara un monarquía que se había mantenido durante siglos y que, a pesar de todo, consiguió mantenerse durante los tres años de las tremendas batallas de clases de 1905 a 1907, que abarcaron todo el país?

Los milagros no existen ni en la naturaleza ni en historia… Para que la monarquía zarista pudiera desmoronarse en pocos días, fue necesaria la combinación de varios factores de importancia histórica mundial…

Sin los tres años de tremendas batallas de clases, sin la energía revolucionaria desplegada por el proletariado ruso de 1905 a 1907, la segunda revolución no habría podido producirse tan rápidamente; en el sentido de que su etapa inicial culminó en pocos días… La primera revolución y el subsiguiente período de contrarrevolución (1907-1914) pusieron al descubierto la verdadera naturaleza de la monarquía zarista…

Sin la revolución de 1905-1907, y la contrarrevolución de 1907-1914, no habría sido posible una “autodefinición” tan clara de todas las clases del pueblo ruso y de todos los pueblos que habitan en Rusia, esa definición de la relación de esas clases, entre sí y con la monarquía zarista, que se puso de manifiesto durante los 8 días de la revolución de febrero-marzo de 1917. Esta revolución de 8 días fue, si puede permitirse una metáfora, “representada” después de una docena de ensayos parciales y generales; los “actores” se conocían, sabían sus papeles, conocían sus puestos y el decorado en todos sus detalles, a fondo, hasta los matices más o menos importantes de las tendencias políticas y de las formas de acción.

... Pero esto necesitó un gran director de escena, vigoroso, omnipotente, capaz, por una parte, de acelerar extraordinariamete la marcha de la historia universal y, por otra, de engendrar una crisis mundial económica, política, nacional e internacional de una intensidad sin paralelo.

Este director de escena omnipotente, este acelerador vigoroso fue la guerra mundial imperialista…

La guerra imperialista tenía que -era objetivamente inevitable- acelerar extraordinariamente y recrudecer en grado nunca visto la lucha de clases del proletariado contra la burguesía; tenía que trasformarse en una guerra civil entre las clases enemigas.

Esta trasformación comenzó con la revolución de febrero-marzo de 1917…

Era natural que la crisis revolucionaria estallara en primer lugar en la Rusia zarista, donde la desorganización era en extremo aterradora y el proletariado en extremo revolucionario (no en virtud de las cualidades especiales, sino debido a las tradiciones, aún vivas, de 1905). Esta crisis se precipitó por la serie de durísimas derrotas sufridas por Rusia y sus aliados...

… como resultado de una situación histórica en extremo original, se unieron, en forma asombrosamente “armónica”, corrientes absolutamente diferentes, intereses de clase absolutamente heterogéneos, aspiraciones políticas y sociales absolutamente opuestas. Es decir, la conspiración de los imperialistas anglo-franceses, que empujaron a Miliukov, Guchkov y Cía. a apoderarse del poder para continuar la guerra imperialista… Esto por una parte. Y por la otra, había un profundo movimiento popular proletario y de masas de carácter revolucionario (un movimiento de todos los sectores más pobres de la población de la ciudad y del campo), por el pan, la paz y la verdadera libertad.

…ese gobierno no es una asociación accidental de personas.

Representan a la nueva clase que se ha encaramado al poder político de Rusia, la clase de los terratenientes capitalistas y de la burguesía que desde hace largo tiempo dirige económicamente nuestro país...

Junto a este gobierno… ha surgido el esencial, no oficial, aún no desarrollado y relativamente débil gobierno obrero, que expresa los intereses del proletariado y de todo el sector pobre de la población urbana y rural. Este gobierno es el Soviet de diputados obreros de obreros de Petrogrado, que procura establecer vínculos con los soldados y los campesinos, así como con los obreros agrícolas; más con estos últimos, por supuesto, que con los campesinos.

... La monarquía zarista ha sido abatida, pero no definitivamente destruida…

El soviet de diputados obreros es una organización de los obreros, es el embrión de un gobierno obrero, el representante de los intereses de toda la masa del sector pobre de la población, es decir, de las nueve décimas partes de la población, que anhela la paz, el pan y la libertad.

Quien diga que los obreros deben apoyar al nuevo gobierno en interés de la lucha contra la reacción zarista (y aparentemente esto han dicho los Potrésov, los Gvózdiev, Chjenkeli y también Chjeídze, pese a su ambigüedad), traiciona a los obreros, traiciona la causa del proletariado, la causa de la paz y de la libertad. Porque, en realidad, precisamente este nuevo gobierno ya está atado de pies y manos al capital imperialista, a la política imperialista de guerra y de rapiña; ya ha comenzado a pactar (¡sin consultar al pueblo!) con la dinastía; se encuentra ya empeñado en la restauración de la monarquía zarista…

… no son los obreros quienes deben apoyar al nuevo gobierno, sino es el gobierno quien de “apoyar” a los obreros! Porque la única garantía de libertad y de destrucción completa del zarismo reside en armar al proletariado, en consolidar, extender, desarrollar el papel, la importancia y la fuerza del soviet de diputados obreros. Todo lo demás es pura fraseología y mentiras, vanas ilusiones por parte de los politiqueros del campo liberal y radical, maquinaciones fraudulentas. Ayuden a armarse a los obreros, o al menos no estorben esta tarea, y la libertad será invencible en Rusia, la monarquía no podrá ser restaurada y la República se verá asegurada.

En otro artículo nos ocuparemos de los problemas tácticos de nuestra actitud inmediata hacia este gobierno. Explicaremos en él la originalidad de la situación actual, que es de transición de la primera etapa de la revolución a la segunda, y por qué la consigna, “la tarea del día”, en este momento debe ser: ¡Obreros! Ustedes han hecho prodigios de heroísmo proletario, el heroísmo del pueblo, en la guerra civil contra el zarismo. Ustedes deben hacer prodigios de organización del proletariado y de todo el pueblo para preparar el camino de la victoria en la segunda etapa de la revolución.

Limitándonos por el momento a analizar la lucha de clases y la alineación de las fuerzas de clase en esta etapa de la revolución, debemos plantear aún el problema: ¿Quiénes son los aliados del proletariado en esta revolución?

Tiene dos aliados: primero, la amplia masa de los semiproletarios y, en parte, también la masa de los pequeños campesinos que suman decenas de millones y constituyen la inmensa mayoría de la población de Rusia. Para esta masa son esenciales la paz, el pan, la libertad y la tierra…

Segundo, el aliado del proletariado ruso es el proletariado de todos los países beligerantes y de todos los países en general…

Extracto editado. Escrita el 7(20) de marzo de 1917.

miércoles, abril 1

Kollontai retorna a Rusia

Alexandra Mijailovna Kollontai

Petrogrado (19 de marzo de 1917).- La conocida revolucionaria Alexandra Kollontai regresó a Rusia procedente de Estocolmo, después de ocho años de exilio.

De origen noble, hija del general zarista Mijaíl Domontovich, se unió al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en 1899. Al dividirse el partido, en 1903, en las fracciones bolchevique y menchevique, Kollontai permaneció al margen, pero tiempo después se adhirió al menchevismo. Durante la revolución rusa de 1905, se encontraba en San Petersburgo cuando ocurrió el "Domingo Sangriento" del 9(22) de enero.

Se separó de los mencheviques y en 1913 entró a formar parte del llamado Comité Interdistrital junto a Anatoly Lunacharsky y otros que se mantenían al margen de las fracciones principales y buscaban la reunificación del partido. En 1914, sin embargo, convencida por Lenin se unió al Partido Bolchevique, convirtiéndose en representante de Lenin en una serie de actos, conferencias y haciendo propaganda internacionalista contra la guerra y por la revolución.

Alexandra Kollontai ha escrito libros y artículos sobre la cuestión de la mujer y la familia desde una perspectiva marxista. La organización socialista de las mujeres es una de sus grandes preocupaciones y objeto de su trabajo político.

Apenas llegada a la capital rusa, Kollontai se dirigió a la mansión Ksheshinskaya, el cuartel general bolchevique, llevando cartas de Lenin al Comité Central de su Partido. Se especula que en ellas el líder bolchevique envía directivas para el trabajo de su Partido en la presente revolución. Como se conoce, Lenin es el marxista más radical del espectro político socialista ruso y europeo. Se espera con mucha atención cuál será su posición en la presente revolución rusa.



Mansión Kshesinskaya se convierte en el Cuartel General Bolchevique

Las memorias tardías de 1917 clamarían que todo esto [el saqueo y la destrucción] había sido obra de los bolcheviques. La mansión Kshesinskaya fue saqueada el primer día de violencia de febrero en San Peterburgo, pero a despecho de la última impresión de que todo había ocurrido a manos de los bolcheviques, este tipo de violencia no fue liderada por los bolcheviques...

...La primera organización ligada a los bolcheviques (una división de carros blindados del gobierno de la ciudad, representando al primer Soviet de Petrogrado) se mudó a la mansión porque tenía un amplio garaje, y sólo después de que había sido saqueada y vaciada por la turba. Poco tiempo después, la división de carros blindados envió cartas al Comité Central y al Comité Petersburgo de los bolcheviques. Ambos comités habían sido ubicados previamente en estrechas habitaciones de la Bolsa de Trabajo de Petrogrado (avenida Kronversky 49). Aparte de ofrecer poco espacio (el Comité Petersburgo sólo tenía dos pequeñas habitaciones en la Bolsa), el lugar carecía de las ventajas de la mansión Kshesinskaya. Además del tamaño de la edificación y el significado simbólico, era interesante por razones estratégicas: estaba localizada cerca al distrito obrero (las fábricas del distrito de Vyborg en especial eran partidarios de los bolcheviques), no estaba lejos del regimiento de ametralladores estacionados en la Fortaleza de Pedro y Pablo, tenía vista al puente Troitsky que conducía directamente al Palacio de Invierno y estaba próxima al Circo moderno, que podría albergar una reunión nacional de los bolcheviques.

El Comité Petersburgo... fue el primero en mudarse a la mansión. Un testimonio cuenta que P.V. Dashkevich, actuando como nexo entre la división de carros blindados y el Comité Petersburgo, anunció el plan con una simple declaración: “El acuerdo ha sido preparado”. El asunto fue aprobado unánimemente por el Comité, iniciando el traslado de las organizaciones bolcheviques a la mansión Kshesinskaya. El 13 de marzo, el Comité Ejecutivo de los bolcheviques de Petrogrado decidió oficialmente aceptar establecer su sede en la mansión y otorgar el ingreso a todos los miembros.

No sólo las organizaciones bolcheviques se mudaron a la casa, también lo hicieron la Organización Militar Bolchvique, el Club de Soldados de Pravda y el consejo editorial de Pravda. De acuerdo a Pravda del 19 de marzo, el buró profesional de los bolcheviques también solicitó un espacio. Se empezó a distribuir zonas de la mansión a grupos específicos. Inicialmente, la mayor parte del primer piso fue para el Club Pravda. Allí establecieron un salón de lectura, una sala de hospital y talleres. La Organización Militar del Comité Central se sintió tan segura de su selección de habitaciones en el primer piso que ya tenían la papelería de oficina lista con la nueva dirección. La división de carros blindados tomó el garaje y cinco habitaciones del primer piso, incluyendo el salón de la mansión. Desde el balcón del segundo piso, los oradores bolcheviques empezaron la crítica contra el Gobierno Provisional que continuaba la política imperial de favoritismo, prodigando “miles” a los antiguos favoritos de Nicolás.
[...]
El cuartel general de los bolcheviques se había transformado en un activo centro de la revolución. Aunque Lenin no vivía en la mansión, trabajaba ahí diariamente y era una presencia altamente visible. Los obreros veían la mansión como un lugar para escuchar a los oradores en el balcón y unirse a los mítines bolcheviques ahí y en el cercano Circo Moderno....

La visibilidad de la casa como centro del poder bolchevique –enormes banderas rojas cubriendo las paredes, obreros gritando alrededor del balcón, escuchando 24 horas de oratoria contra la guerra y el gobierno– la convirtió en un foco popular de discusión pública.


Tomado de Krista Sigler, Kshesinskaya’s Mansion: High Culture and the Politics of Modernity in Revolutionary Russia, capítulo 4, University of Cincinati, 2009. Traducción libre.

Nota.- La mansión pertenecía a la ballerina Mathilde Kshesinskaya que se dice era la favorita del zar Nicolás II. De ahí el significado simbólico de la mansión.

martes, marzo 31

Stalin: Sobre las condiciones para la victoria de la revolución rusa

Stalin. Foto policial. 1910

Pravda Nº 12 del 18(31) de marzo de 1917


La revolución está en marcha. De Petrogrado, donde estalló, está propagándose a las provincias y, paso a paso, se extiende por toda la inmensa Rusia. Más aún: de las cuestiones políticas pasa inevitablemente a las cuestiones sociales, a las cuestiones relacionadas con la organización de la vida de los obrerps y de los campesinos, ahondando y agudizando la crisis que vivimos.

Todo eso no puede no suscitar alarma en determinados medios de la Rusia poseedora. Levanta cabeza la reacción zarista-terrateniente. Toca a rebato la camarilla imperialista. La burguesía financiera tiende la mano a la caduca aristocracia feudal, para organizar juntas la contrarrevolución. Ambas son todavía débiles e irresolutas hoy, pero mañana pueden fortalecerse y movilizarse contra la revolución. En todo caso, llevan a cabo infatigablemente su negro trabajo, reuniendo fuerzas entre todas las capas de la población, sin excluir el ejército...

¿Cómo puede frenarse la incipiente contrarrevolución?

¿Cuáles son las condiciones necesarias para la victoria de la revoluciónr rusa?

Una de las peculiaridades de nuestra revolución consiste en que su base es hasta ahora Petrogrado. Las colisiones y los tiroteos, las barricadas y las víctimas, la lucha y la victoria se han producido, principalemente, en Petrogrado y en sus alrededores (Cronstadt, etc.). Las provincias se han limitado a percibir los frutos de la victoria y a expresar su confianza al Gobierno Provisional.

Reflejo de este hecho ha sido la dualidad de poderes, la división efectiva del Poder entre el Gobierno Provisional y el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, división que no da sosiego a los mercenarios de la contrarrevolución. De una parte, el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, como órgano de la lucha revolucionaria de los obreros y de los soldados, y de otra parte, el Gobierno Provisional, como órgano de la burguesía moderada, asustada ante los “excesos” de la revolución y que ha encontrado apoyo en la inercia de las provincias: tal es el panorama.

En esto reside la debilidad de la revolución, pues semejante estado de cosas refuerza el aislamiento entre las provincias y la capital, la falta de contacto entre ellas.

Pero con la profundización de la revolución se revolucionan también las provincias. En las localidades se organizan Soviets de Diputados Obreros. Los campesinos se incorporan al movimiento y organizan sus uniones. El ejército se está democratizando y en las localidades se organizan uniones de soldados. La inercia de las provincias va siendo cosa del pasado.

Ello hace que la tierra tiemble bajo los pies del Gobierno Provisional.

Al mismo tiempo, en la nueva situación también el Soviet de Diputados Obreros de Petrogrado resulta insuficiente.

Es necesario un organismo general de la lucha revolucionaria de toda la democracia rusa, con el suficiente prestigio para fundir en un todo único la democracia de la capital y la de las provincias y que pueda convertirse, llegado el momento, de órgano de dirección de la lucha revolucionaria del pueblo en órgano de Poder revolucionario que movilice todas las fuerzas vivas del pueblo contra las fuerzas de la contrarrevolución.

Ese organismo sólo puede ser el Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos de toda Rusia.

Esa es la primera condición para la victoria de la revolución rusa.

Prosigamos. La guerra, como todo en la vida, tiene, además de sus lados negativos, su lado positivo, pues, movilizando a casi toda la población adulta de Rusia, ha hecho del ejército un ejército popular por su espíritu, facilitando de esta manera la unión de los soldados con los obreros insurreccionados. Precisamente esto explica la relativa facilidad con que la revolución se desencadenó y ha triunfado en nuestro país.

Pero el ejército es móvil, especialmente por sus constantes desplazamientos de un lugar a otro, de acuerdo con las exigencias de la guerra. El ejército no puede permanecer eternamente en un mismo sitio, protegiendo a la revolución frente a la contrarrevolución. Por eso se necesita otra fuerza armada, un ejército de obreros armados, naturalmente vinculados a los centros del movimiento revolucionario. Y si es cierto que una revolución no puede vencer sin una fuerza armada siempre dispuesta a servirla, tampoco nuestra revolución puede prescindir de una guardia obrera propia, íntimamente ligada a los intereses de la revolución.

Armamento inmediato de los obreros, una guardia obrera: ésta es la segunda condición para la victoria de la revolución.

Un rasgo carácterístico de los movimientos revolucionarios, por ejemplo, en Francia, fue el hecho evidente de que allí los gobiernos provisionales surgían, por lo general, en las barricadas y, debido a ello, eran revolucionarios; en todo caso, más revolucionarios que las asambleas constituyentes convocadas por ellos más tarde y que se reunían, por lo común, después de “tranquilizado” el país. Esta es, en realidad la razón de que los revolucionarios más experimentados de aquellos tiempos procurasen realizar su programa, con la ayuda de un gobierno revolucionario, antes de convocar a la asamblea constituyente y aplazando esta convocatoria. Con ello querían poner a la asamblea constituyente ante el hecho consumado de las reformas ya realizadas.

En nuestro país el caso es otro. Nuestro Gobierno Provisional no ha surgido en las barricadas, sino cerca de ellas. Por eso no es revolucionario; no hace más que ir a la zaga de la revolución, forcejeando y entorpeciendo su avance. Y si tenemos en cuenta que la revolución va profundizándose paso a paso, planteando cuestiones sociales como la jornada de ocho horas y la confiscación de las tierras y revolucionando las provincias, podemos afirmar con seguridad que la futura Asamblea Constituyente de todo el Pueblo será mucha más democrática que el presente Gobierno Provisional, elegido por la Duma del 3 de junio.

Al mismo tiempo, es de temer que el Gobierno Provisional, asustado por las proporciones de la revolución e, imbuido de tendencias imperialistas, pueda, en determinada coyuntura política, servir de escudo y de pantalla “legal” para la contrarrevolución, que se está organizando.

Por eso, no se debe aplazar, en ningún caso, la convocatoria de el Asamblea Constituyente.

En vista de ello, es necesario convocar lo antes posible la Asamblea Constituyente, la única institución que gozará de prestigio entre todas las capas de la sociedad y que será capaz de coronar la obra de la revolución, cortando con ello las alas a la contrarrevolución, que está levantando cabeza.

Rápida convocatoria de la Asamblea Constituyente: ésta es la tercer condición para la victoria de la revolución.

Todo esto debe ser realizado con la condición general de entablar a la mayor brevedad negociaciones de paz y de poner fin a esta inhumana guerra, pues la prolongación del conflicto, con sus consecuencias –la crisis financiera, económica y de subsistencias-, es el escollo contra el que puede estrellarse la nave de la revolución.

Firmado: K. Stalin

lunes, marzo 30

El Comité Interdistrital de Trotsky y Lunacharsky y la unión con los bolcheviques

Anatoly Vasiliévich Lunacharsky

En marzo de 1917, Lunacharsky planteó a Lenin una reunión conjunta entre bolcheviques y seguidores del periódico Vperiod en relación con una posible unificación de tendencias revolucionarias. Lenin declinó la invitación pero aceptó conversar a nivel personal con Lunacharsky.

Lunacharsky había pertenecido al Partido bolchevique, y salió de él en 1908 en ocasión de la divergencia con Alejandro Bogdánov, de quien era cuñado. Junto a algunos ex-mencheviques, ex-bolcheviques y otros, formó el Comité Interdistrital en 1913 que tenía como objetivo reunir a todas las tendencias socialdemócratas en un partido único. Se mantenían “independientes” de mencheviques y bolcheviques para “demostrar” que no eran sectarios o divisionistas. Lenin había criticado duramente a las tendencias conciliadoras y liquidacionistas que buscaban una unidad sin principios y luchaban contra el bolchevismo. En especial había sido muy duro con el llamado Bloque de Agosto encabezado por Trotsky en 1912, cuando el Partido bolchevique decidió constituirse en partido independiente y cortar completamente con los mencheviques y demás oportunistas.

En el Comité Interdistrital confluyeron -además de Lunacharsky- Trotsky y Kollontai. En 1914, Kollontai se separó de ellos y se unió al partido bolchevique, trabajando estrechamente con Lenin. Cuando estalló la revolución de febrero, el Comité Interdistrital contaba con 1,000 militantes (según Trotsky, aunque algunos historiadores burgueses hablan de 4,000) y estaba asentado en algunas fábricas de Petrogrado.

Lenin le decía a Lunacharsky que una conferencia “ahora sólo sería posible entre gente que esté lista a alertar al proletariado no sólo contra los seguidores de Gvozdyov [menchevique del Grupo de Tabajo que concilió con la burguesía para mantener la “paz laboral”: sin huelgas y con mayor trabajo en la producción para la “defensa de la patria”] sino también contra las vacilaciones de Chjeídze [presidente del Soviet durante marzo de 1917]”.

Para Lenin no bastaba ser internacionalista, era necesario además estar contra cualquier unión con los mencheviques defensistas y los eseristas de derecha. Por eso “no estoy perdiendo el tiempo en ninguna conferencia con Mártov y Cía [mencheviques internacionalistas]”.

Lenin le remarcaba a Lunacharsky: “Independencia y separación de nuestro Partido, ningún acercamiento a otros partidos, son condiciones indispensables para mí”. “Personalmente estaría por una conferencia con gente y grupos que estén de acuerdo con este punto básico”.

Lenin entendía que a diferencia de épocas “normales”, en una revolución en desarrollo el partido del proletariado debía aceptar en su seno el mayor número de revolucionarios que acepten su programa, que se sometan a su dirección y que acepten la militancia en sus organizaciones de acuerdo a sus estatutos. En una revolución, la lucha se hace franca, abierta y directa; la linea divisoria entre el trabajo legal e ilegal es tenue; la vigilancia revolucionaria se mantiene pero ya no es el momento de la conspiración sino de la acción.

En julio de 1917, el Comité Interdistrital ya actuaba en consonancia con el Partido bolchevique, y la incorporación de sus miembros en el partido de Lenin se hizo realidad en el VI Congreso del P.O.S.D.R. (Bolchevique) de agosto de 1917 bajo la dirección de Stalin. Trotsky fue elegido como miembro del Comité Central y en adelante sería el portavoz oficial de los bolcheviques en el Soviet de Petrogrado del que sería elegido presidente en septiembre en virtud de la mayoría bolchevique en dicho organismo.

La renuencia de Trotsky a ceder posiciones y su insistencia en que el Partido deje de lado el nombre “bolchevique”, así como el rechazo inicial de la mayoría del CC bolchevique a propuestas de fusión en condiciones de igualdad entre ambas organizaciones, impidieron que esta incorporación de “interdistritales” se hiciera antes de agosto.

Lenin y los bolcheviques entendieron que el aporte de estos revolucionarios sería importante en el camino del Partido bolchevique hacia la toma del poder, no exigieron que los nuevos militantes –incluido Trotsky- renuncien a sus viejas posiciones ni se abrieran debates sobre sus presentes puntos de vista. Las bases fueron: la lucha contra el defensismo, por el internacionalismo proletario, ninguna concesión al oportunismo menchevique, trabajar por la revolución socialista, por la toma del poder y la dictadura del proletariado, y por sentar las bases del socialismo en Rusia.

Después de Octubre, el Partido bolchevique aceptó también en sus filas a eseristas, mencheviques, bundistas que dejaron sus organizaciones o las disolvieron, reconociendo que no se justificaba sus existencia cuando estaba claro que la lucha por el socialismo sólo era posible bajo la dirección del Partido bolchevique.

Después de concluida la Guerra Civil que siguió a la toma del poder y especialmente después de la muerte de Lenin, emergerieron sin ningún disfraz las tendencias oportunistas, anti-bolcheviques, en el Partido. Trotsky en especial se dedicó a revisar la historia de la revolución; a atacar la trayectoria del Partido bolchevique; a hacer de Lenin un icono inútil separándolo de su obra: el Partido; a exponer la plataforma política que nunca abandonó disfrazándola de “leninismo”; a sostener que fueron Lenin y los bolcheviques - no él- los que cambiaron su posición en 1917; a asegurar que el triunfo de Octubre se consiguió a pesar del Partido bolchevique y por obra suya; a afirmar que Trotsky planeó, organizó y dirigió la revolución de Octubre, etc., etc.

D.R.

domingo, marzo 29

El gran error de Stalin en 1917 según Molotov

Stalin. Foto policial. Bakú 1908

Aunque nos oponíamos al gobierno burgués de Kerensky como contrarrevolucionario, aun no habíamos arribado a las conclusiones que Lenin habia extraído: un gobierno soviético, un poder soviético basado en los soviets. Nada de eso. Yo defendía la revolución democrática y no soñaba con una revolución socialista.

Cuando Stalin y Kámenev regresaron a Petrogrado fui sacado del Comité de Petersburgo y luego removido del staff editorial –delicadamente sin ningún problema, indudablemente porque ellos tenían mayor rango. Además eran diez años mayores que yo. No ofrecí resistencia –qué utilidad hubiera tenido si carecía de apoyo. Expresé mi opinión, tuve una meta, pero quedé en minoría. Fue después de mi remoción del staff editorial que el notable editorial “Bala por bala” escrito por Kámenev apareció en Pravda. Responder a los alemanes bala con bala, escribió. Esa era la línea defensista. Stalin estaba también en el staff editorial en ese momento. Ahí yace la fuente de su error. Mientras estuve en el comité esas cosas nunca pasaron.

Ese fue el error de Stalin.Y aquí esta el otro error de ese período –un artículo más tarde publicado en sus obras completas. Estoy aún sorprendido de que lo haya incluido ahí. Tomemos 1917. Ahí hay un artículo sobre la cuestión de la guerra. Sigue la línea de razonamiento que sostiene necesaria la lucha por la paz y tomar ventaja de cualquier cosa que el Gobierno Provisional esté haciendo por la paz. Esto por supuesto no era la esencia de la línea de Lenin. Pero ese artículo fue publicado. Es análogo al editorial de Kámenev “Bala por bala” porque también se sostiene que el Gobierno Provisional debe ser apoyado “hasta el punto y mientras” persiga la paz. Quizá yo esté exagerando, pero léalo. ¿Por qué Stalin lo incluyó en sus obras completas? Pese a todo, Stalin dominaba el lenguaje excepcional del propagandista –lenguaje clásico, preciso, terso y claro… Pero cometió un error.

…Stalin y yo vivíamos en el mismo departamento. El era soltero, yo también. Había muchos departamentos espaciosos en el lado de Petrogrado. Yo compartía la habitación con Zalutsky, miembro del Buró del Comité Central y años después zinovievista. Smilga también vivía en el departamento, con su esposa. Stalin se unió a nosotros; en total éramos cinco personas en ese departamento. Teníamos una especie de comuna. Tres o cuatro habitaciones…

Más adelante, durante los Días de Julio, Stalin me dijo: “Tú estabas más cerca a Lenin que todos nosotros en la etapa inicial de abril”. El había tenido ciertas dudas y no apoyó inmediatamente las Tesis de Abril de Lenin. Stalin se esperó, lo pensó muy cuidadosamente. Por mi parte, yo era mas joven, me acerqué al tema de manera más simplista, apoyé a Lenin sin dudar y seguí firmemente su camino.

Algo incomodaba a Stalin. El tenía ideas sobre la cuestión de la paz, reflexionó sobre el tema y buscó las respuestas para las preguntas, a inicios de marzo - alrededor del 8 o 10, pero Lenin no llegó sino el 3 de abril. Durante los primeros días, Stalin por supuesto le dio mucho espacio a Kámenev y permitió que su artículo se imprimiera.

A veces Lenin no es fácil de entender.

Extractos de Molotov remembers. Conversations with Felix Chuev, 1993.

Stalin: Sobre la guerra

Ejército ruso retirándose de Galitzia

Pravda Nº 10 del 16 (29) de marzo de 1917


Hace unos días, el general Kornílov informaba en Petrogrado al Soviet de Diputados Obreros y Soldados de la ofensiva que los alemanes preparan contra Rusia.

Con este motivo, Rodzianko y Guchkov llamaron al ejército y a la población a prepararse para llevar la guerra hasta el fin.

La prensa burguesa dio la señal de alarma: “¡La libertad está en peligro, viva la guerra!”. También una parte de la democracia revolucionaria rusa ha contribuido a la alarma...

Escuchando a los provocadores de la alarma, podría pensarse que en Rusia se han creado condiciones parecidas a las del año 1792 en Francia, cuando los monarcas reaccionarios del Centro y del Este de Europa formaron una alianza contra la Francia republicana para restaurar en ella el antiguo régimen.

Y si la situación internacional presente de Rusia correspondiera, en realidad, a la situación de Francia en 1792, si tuviéramos contra nosotros una coalición especial de monarcas contrarrevolucionarios con el objetivo especial de restaurar en Rusia el antiguo Poder, no hay duda, de que la socialdemocracia, igual que los revolucionarios de Francia de entonces, se alzaría como un solo hombre en defensa de la libertad, ya que es de por sí evidente que la libertad, lograda con sangre, debe ser defendida con las armas en la mano de todas las intentonas contrarrevolucionarias, procedan de donde procedan.

Mas, ¿es ésta, en realidad, la situación?

La guerra de 1792 fue una guerra dinástica de monarcas feudales absolutos contra la Francia republicana, de monarcas atemorizados por el incendio revolucionario surgido en ese país. El objetivo de la guerra era sofocar este incendio, restaurar el antiguo régimen en Francia y, con ello, garantizar a los empavorecidos monarcas contra el contagio revolucionario en sus propios Estados. Precisamente por esta razón combatieron tan abnegadamente los revolucionarios de Francia contra las tropas de los monarcas.

No ocurre los mismo en la guerra presente. Esta es una guerra imperialista. Su objetivo fundamental es la anexión de territorios ajenos, principalmente agrarios, por Estados con un alto desarrollo capitalista. Estos últimos necesitan nuevos mercados de venta, rutas cómodas hacia esos mercados, materia primas, riquezas minerales, y tratan de conseguidos en todas partes, independientemente del régimen interior del país que se anexiona.

Tal es la razón de que la guerra actual, hablando en términos generales,no conduzca ni pueda conducir a una inevitable, ingerencia en los asuntos interiores del territorio que se anexiona, en el sentido de restaurar el antiguo régimen en él.

Y precisamente por eso la actual situación de Rusia no da motivo para tocar a rebato y proclamar: “¡La libertad está en peligro, viva la guerra!”.

La situación actual de Rusia recuerda más bien la de Francia de 1914, la de Francia al principio de la guerra, cuando la contienda entre Alemania y Francia resultó inevitable.

Como ahora en la prensa burguesa de Rusia, en el campo burgués de Francia dieron entonces la señal de alarma: “¡La República está en peligro, duro con los alemanes!”.

Y así como entonces la alarma se apoderó en Francia también de muchos socialistas (Guesde, Sembat y otros), así ahora en Rusia no pocos socialistas han seguido las huellas de los portavoces burgueses de la “defensa revolucionaria”.

La marcha posterior de los acontecimientos en Francia demostró que la alarma era falsa y los gritos sobre la libertad y la república encubrían los verdaderos apetitos imperialistas franceses, cuyas aspiraciones eran anexionarse Alsacia-Lorena y Westfalia.

Estamos profundamente convencidos de que la marcha de los acontecimientos en Rusia pondrá al descubierto toda la falsedad de los gritos desmedidos sobre “la libertad en peligro”: el humo “patriótico” se disipará, y los hombres verán con sus propios ojos las verdaderas aspiraciones de los imperialistas rusos a... ocupar los estrechos, a penetrar en Persia...

La conducta de Guesde, Sembat y otros recibió la merecida y autorizada apreciación en concretas resoluciones de los Congresos socialistas de Zimmerwald y de Kienthal (1915-1916) contra la guerra.

Los acontecimientos posteriores han confirmado toda la justeza y la eficacia de los postulados de Zimmerwald-Kienthal.

Sería lamentable que la democracia revolucionaria rusa, que ha sabido derrocar el odiado régimen zarista, se dejara impresionar por la falsa alarma de la burguesía imperialista, repitiendo los errores de Guesde y Sembat...

¿Cuál debe ser nuestra actitud, como partido, hacia la guerra actual?

¿Cuáles son los caminos prácticos que pueden llevar con la máxima rapidez al cese de la guerra?

Ante todo, es indudable que la sola consigna de “¡Abajo la guerra!” es completamente inadecuada como camino práctico, ya que al circunscribirse a la propaganda de la idea de la paz en general, no da ni puede dar nada en el sentido de una acción práctica sobre las fuerzas beligerantes con el fin de poner término a la contienda.

Después, no se puede por menos de aplaudir el llamamiento de ayer del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado a los pueblos del mundo entero, invitándoles a obligar a sus propios gobiernos a poner fin a la matanza. Este llamamiento, si llega hasta las amplias masas, hará, sin duda, retornar a centenares y miles de obreros, a la olvidada consigna: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. Mas no por eso puede dejarse de advertir que, de todas maneras, no lleva directamente al objetivo, pues aún admitiendo que alcance amplia difusión entre los pueblos de las potencias beligerantes, es difícil suponer que éstos puedan seguir tal llamamiento, ya que ellos no han comprendido todavía el carácter rapaz de la guerra presente ni sus fines anexionistas. No hablamos ya de que, por cuanto el llamamiento condiciona el “cese de la espantosa matanza” al derrocamiento previo del “régimen semiautocrático” de Alemania, de hecho aplaza indefinidamente el “cese de la espantosa matanza”, deslizándose así hacia el punto de vista de la “guerra hasta el fin”, puesto que se ignora cuándo, precisamente, logrará el pueblo alemán derrocar el “régimen semiautocrático” y si, en general, lo conseguirá en un futuro inmediato...

¿En dónde está la salida?

La salida está en la presión sobre el Gobierno Provisional, exigiendo su acuerdo para la rápida iniciación de negociaciones de paz.

Los obreros, los sodlados y los campesinos deben organizar mítines y manifestaciones, deben exigir del Gobierno Provisional que intente abierta y públicamente inclinar a todas las potencias beligerantes a iniciar en el acto negociaciones de paz sobre la base del reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación.

Sólo en tal caso la consigna de “¡Abajo la guerra!” no correrá riesgo de transformarse en un pacifismo insubstancial, en un pacifismo sin contenido; sólo en tal caso puede convertirse en una potente campaña política que arranque la máscara a los imperialistas y descubra los verdaderos móviles de la guerra actual.

Y esto es así, pues aun suponiendo que una de las partes rechace las negociaciones sobre la base de los indicados principios, incluso esta negativa –es decir, el no querer renunciar a las aspiraciones anexionistas- los pueblos verán con sus propios ojos el carácter anexionista de la guerra y la faz sangrienta de los grupos imperialistas, por cuyos intereses codiciosos sacrifican la vida de sus hijos.

Ahora bien, arrancar la máscara a los imperialistas y descubrir ante los ojos de las masas los verdaderos móviles del conflicto actual significa, precisamente, declarar una auténtica guerra a la guerra, hacer imposible la guerra actual.


Firmado: K. Stalin