sábado, agosto 8

El nuevo Gobierno (Stalin)

Rabochi i Soldat Nº 3 del 26 de julio (8 de agosto) de 1917

El carrusel ministerial ha dejado de girar. Se ha formado un nuevo gobierno. Demócratas constitucionalistas, pro-demócratas constitucionalistas, eseristas y mencheviques componen el gabinete.

El partido demócrata constitucionalista está satisfecho. Han sido aceptadas sus principales exigencias, sobre las que se basará en su gestión el nuevo gobierno.

Los demócratas constitucionalistas querían fortalecer el gobierno a expensas de los Soviets, querían la independencia del gobierno respecto a los Soviets. Los Soviets dirigidos por “malos pastores” eseristas y mencheviques, han hecho esa concesión, firmando su propia sentencia de muerte.

El Gobierno Provisional como Poder único: eso es lo que han conseguido los demócratas constitucionalistas.

Los demócratas constitucionalistas exigían el “saneamiento del ejército”, es decir, una “disciplina de hierro” en el ejército; que el ejército sólo se subordinase a sus jefes inmediatos, subordinados, a su vez, sólo al gobierno. Los Soviets, dirigidos por los eseristas y los mencheviques, han hecho también esa concesión, desarmándose ellos mismos.

Unos Soviets privados de ejército, un ejército subordinado sólo a un gobierno de elementos pro-demócratas constitucionalistas: eso es lo que han conseguido los demócratas constitucionalistas.

Los demócratas constitucionalistas exigían una unidad incondicional con los aliados. Los Soviets han emprendido “resueltamente” ese camino en interés… de la “defensa del país”, olvidándose de sus declaraciones “internacionalistas”. El llamado programa del 8 de julio ha quedado colgando en el aire.

Guerra “sin cuartel”, “guerra hasta el fin”: eso es lo que han conseguido los demócratas constitucionalistas.

Escuchen lo que ellos mismos dicen:

Las exigencias de los demócratas constitucionalistas son, sin duda, la base de la gestión de todo el gobierno... Precisamente por haber sido aceptadas las exigencias principales de los demócratas constitucionalistas, el partido no estimó posible continuar discutiendo por divergencias específicas de partido”.

Pues los demócratas constitucionalistas saben que, en las condiciones actuales, para la realización de las medidas democráticas del decantado programa del 8 de julio quedan muy poco tiempo y muy pocas posibilidades” (v. “Riech”).

Parece que está claro.

Hubo un tiempo en que los Soviets creaban una nueva vida, realizando transformaciones revolucionarias y obligando al Gobierno Provisional a refrendarlas en decretos y ukases.

Eso fue en marzo y en abril.

Entonces el Gobierno Provisional era llevado de la brida por los Soviets, cubriendo con su bandera no revolucionaria las medidas revolucionarias de los Soviets.

Ahora ha llegado un período en que el Gobierno Provisional vuelve hacia atrás, realizando “transformaciones” contrarrevolucionarias, con la particularidad de que los Soviets se ven “obligados” a confirmarlas tácitamente en sus resoluciones de aguachirle.

Ahora el Comité Ejecutivo Central, ese representante de todos los Soviets, es llevado de la brida por el Gobierno Provisional, encubriendo con una fraseología revolucionaria la faz contrarrevolucionaria de éste.

Evidentemente, han cambiado de papeles, y no en favor de los Soviets. Sí, los demócratas constitucionalistas tienen motivo para sentirse “satisfechos”.

El futuro próximo nos dirá si es por mucho tiempo.

jueves, agosto 6

A todos los trabajadores, a todos los obreros y soldados de Petrogrado

Rabochi i Soldat Nº 2 del 24 de julio (6 de agosto) de 1917

Camaradas:

Rusia está viviendo días penosos.

Tres años de una guerra que ha devorado incontables víctimas han conducido al país al agotamiento. La desorganización del transporte y el desbarajuste en el problema de las subsistencias amenazan a las masas con el hambre. El desbarajuste en la industria y el cierre de las fábricas cuartean los cimientos mismos de la economía nacional.

Entretanto, la guerra continúa, agravando la crisis general y llevando al país a la ruina completa.

El Gobierno Provisional, llamado a “salvar” al país, ha resultado incapaz de cumplir su misión. Y por si ello fuera poco, ha embrollado todavía más las cosas, iniciando la ofensiva en el frente y prolongando de este modo la guerra, causa básica de la crisis general por que atraviesa el país.

El resultado es una situación de absoluta inestabilidad del Poder, la crisis y el desmoronamiento del Poder, cosa que todos gritan, sin que se tome ninguna medida seria para remediarla.

El hecho de que los demócratas constitucionalistas hayan salido del gobierno ha puesto al desnudo una vez más que el ministerio de coalición es artificial y nada viable.

Y la retirada de nuestras tropas en el frente, después de su famosa ofensiva, ha demostrado lo fatídico de la política de ofensiva y ha llevado así la crisis al extremo, echando por los suelos el prestigio del Poder y privándole de créditos, tanto de la burguesía “nacional” como de la “aliada”.

Se ha creado una situación crítica. Ante los “salvadores” de la revolución se abrían dos caminos:

O continuar la guerra y proseguir la “ofensiva”, y entonces el Poder debería ser transferido inevitablemente a la burguesía contrarrevolucionaria, para obtener dinero mediante empréstitos interiores y exteriores; pues, en el caso contrario, la burguesía no entraría en el gobierno, el empréstito interior no cuajaría, Inglaterra y Norteamérica negarían créditos, y “salvar” al país en tales circunstancias significaría cubrir los gastos de guerra a expensas de los obreros y de los campesinos, en beneficio de los tiburones imperialistas rusos y “aliados”.

O el paso del Poder a manos de los obreros y de los campesinos pobres, la proclamación de unas condiciones democráticas de paz y el cese de la guerra, para impulsar adelante la revolución y entregar la tierra a los campesinos, establecer el control obrero en la industria y poner orden en la economía nacional, que se está desmoronando, a expensas de los beneficios de los capitalistas y los terratenientes.

El primer caminó conduce al fortalecimiento del Poder de las clases poseedoras sobre los trabajadores y a la conversión de Rusia en una colonia de Inglaterra, Norteamérica y Francia.

El segundo camino abre la era de la revolución obrera en Europa, rompe las ligaduras financieras que tienen maniatada a Rusia, sacude los cimientos mismos de la dominación burguesa y desbroza el camino para la auténtica liberación de Rusia.

La manifestación del 3 y el 4 de julio fue un llamamiento de las masas de obreros y soldados invitando a los partidos socialistas a emprender el segundo camino, el camino del desarrollo sucesivo de la revolución. Este es el sentido político de la manifestación y en esto reside su gran importancia histórica.

Pero el Gobierno Provisional y los partidos gubernamentales eserista y menchevique, que no extraen sus fuerzas de las acciones revolucionarias de los obreros y de los campesinos, sino de las componendas con la burguesía demócrata constitucionalista, han preferido el primer camino, el camino de adaptarse a la contrarrevolución.

En vez de tender la mano a los manifestantes y luchar a su lado, una vez tomado el Poder, contra la burguesía imperialista “aliada” y “nacional” para salvar efectivamente a la revolución, concertaron una alianza con la burguesía contrarrevolucionaria y volvieron sus armas contra los manifestantes, contra los obreros y los soldados, lanzando contra ellos a los cadetes y a los cosacos.

De este modo han traicionado a la revolución y abierto de par en par las puertas a la contrarrevolución. Y desde el fondo mismo de la vida se ha levantado una oleada de agua cenagosa, que ha cubierto de inmundo fango cuanto hay de honrado y de noble.

Registros y asaltos, detenciones y palizas, torturas y asesinatos, clausura de periódicos y de organizaciones, desarme de los obreros y disolución de regimientos, disolución de la Dieta de Finlandia, restricción de las libertades y restablecimiento de la pena de muerte, desenfreno de los pistoleros y de los agentes del contraespionaje, mentiras y calumnias infames, y todo ello con el acuerdo tácito de los eseristas y de los mencheviques: tales son, los primeros pasos de la contrarrevolución.

Los imperialistas aliados y rusos y el partido de los demócratas constitucionalistas, la alta oficialidad y los cadetes, los cosacos y los agentes del contraespionaje: ésas son las fuerzas de la contrarrevolución.

Al dictado de estos grupos se confeccionan las listas de los ministros del Gobierno Provisional, y los ministros surgen y desaparecen como marionetas.

Siguiendo instrucciones de estos grupos, se entrega a los bolcheviques y a Chernov, se depuran los regimientos y las tripulaciones de los buques, se fusila a los soldados y se disuelven regimientos en el frente, se convierte el Gobierno Provisional en un juguete en manos de Kerensky, se hace del Comité Ejecutivo Central de los Soviets un simple apéndice de ese juguete, la “democracia revolucionaria” renuncia vergonzosamente a sus derechos y obligaciones y se restablece en sus derechos a la Duma zarista, abolida recientemente.

La cosa llega al extremo de que en la “histórica Conferencia” celebrada en el Palacio de Invierno (el 21 de julio) se ponen bien claramente de acuerdo (¡traman un complot!) para seguir frenando a la revolución; y, temerosos de ser desenmascarados por los bolcheviques, no los invitan a la Conferencia.

Y en perspectiva está la “Conferencia de Moscú”, en la que se disponen a enterrar definitivamente la libertad, lograda con sangre...

Todo eso se hace con el concurso de los mencheviques y de los eseristas, que entregan cobardemente una posición tras otra, se autoflagelan y flagelan de un modo humillante a sus organizaciones y pisotean de modo criminal las conquistas de la revolución...

¡Jamás los “representantes” de la democracia se habían comportado tan indignamente como ahora, en estos días históricos! ¡Jamás habían caído tan bajo como ahora!

¿Puede asombrarnos, después de todo eso, que la contrarrevolución se haya insolentado y cubra de fango todo lo honrado, todo lo revolucionario?

¿Puede asombrarnos, después de ello, que venales mercenarios y calumniadores cobardes se atrevan a “acusar” públicamente de “traición” a los jefes de nuestro Partido, que los bandidos de la pluma de los periódicos burgueses se dediquen a orear con desfachatez esa “acusación” y que el llamado Poder fiscal publique, sin el menor recato, los llamados materiales “sobre el asunto de Lenin”, etc.?

Evidentemente, esos señores quieren desorganizar nuestras filas, sembrar dudas y confusión entre nosotros fomentar la desconfianza hacia nuestros jefes.

¡Miserables! ¡No saben que los nombres de nuestros jefes nunca han sido tan queridos y entrañables para la clase obrera como ahora, cuando la insolentada canalla burguesa los cubre de lodo!

¡Vendidos! No advierten que cuanto más brutales son las calumnias de los mercenarios burgueses, mayor es el cariño que los obreros tienen a sus jefes, más ilimitada su confianza en ellos, pues los obreros saben por experiencia que las calumnias de los enemigos contra los jefes del proletariado son un síntoma infalible de que los jefes sirven con honradez a la clase proletaria.

El infamante estigma de calumniadores sin honor es el regalo que les hacemos, señores Aléxinski y Búrtsev, Pereviérzev y Dobronrávov. Acepten este estigma, ofrecido en nombre de los 32.000 obreros organizados de Petrogrado que nos han elegido, y llévenlo hasta la tumba. Lo tienen merecido.

Y ustedes, señores capitalistas y terratenientes, banqueros y especuladores, popes y agentes del contraespionaje, todos ustedes, forjadores de cadenas para los pueblos, se apresuran demasiado a cantar victoria, se apresuran demasiado a sepultar la Gran Revolución Rusa.

La revolución vive, y aun ha de hacer patente su existencia, señores sepultureros.

La guerra y el desbarajuste económico siguen, y no es con represiones salvajes como se conseguirá curar las heridas que esa situación causa.

Las fuerzas subterráneas de la revolución viven, realizando su infatigable labor de revolucionarización del país.

Los campesinos aun no han recibido la tierra. Y lucharán, porque no pueden vivir sin tierra.

Los obreros aun no han conseguido que se establezca su control en las fábricas. Y lucharán por conseguirlo, porque el desbarajuste reinante en la industria les amenaza con el paro.

A los soldados y a los marinos se los quiere empujar atrás, a la vieja disciplina. Ellos lucharán por la libertad, porque se la tienen bien merecida.

No, señores contrarrevolucionarios, la revolución no ha muerto; no ha hecho más que replegarse sobre sí misma, para agrupar nuevos partidarios y lanzarse con fuerza redoblada sobre los enemigos.

“¡Estamos vivos, hierve nuestra roja sangre con el fuego de fuerzas inagotables!”.

Y allá en Occidente, en Inglaterra y en Alemania, en Francia y en Austria, ¿acaso allí no ondea ya la bandera de la revolución obrera?, ¿Acaso allí no se organizan ya Soviets de Diputados Obreros y Soldados?

¡Aun habrá batallas! ¡Aun habrá victorias!

Lo que hace falta es llegar a esas batallas futuras debidamente preparados y organizados.

Obreros: A ustedes les ha correspondido el honroso papel de jefes de la revolución rusa. Agrupen a las masas en torno vuestro, agrúpenlos bajo la bandera de nuestro Partido. Recuerden que en los duros momentos de las jornadas de julio, cuando los enemigos del pueblo ametrallaban a la revolución, los bolcheviques fueron el único partido que no desertó de las barriadas obreras. Recuerden que en aquellos días difíciles los mencheviques y los eseristas se encontraban en el campo de los que se ensañaban contra los obreros y los desarmaban. ¡Pónganse bajo nuestra bandera, camaradas!

Campesinos: Vuestros jefes no han justificado vuestras esperanzas. Se han arrastrado a la zaga de la contrarrevolución, y ustedes siguen sin tierra, porque mientras domine la contrarrevolución, no lograrán recibir la tierra de los terratenientes. Los obreros son vuestros únicos aliados fieles. Sólo en alianza con ellos obtendrán la tierra y la libertad. ¡Agrúpense, pues, en torno a los obreros!

Soldados: La fuerza de la revolución está en la unión del pueblo y los soldados. Los ministros vienen y se van, pero el pueblo queda. ¡Estén siempre con el pueblo y luchen en sus filas!

¡Abajo la contrarrevolución!
¡Viva la revolución!
¡Vivan el socialismo y la confraternidad de los pueblos!

La Conferencia local de Petrogrado del POSDR (bolchevique)
(Escrito por José Stalin)

La victoria de los demócrata-constitucionalistas (Stalin)

Rabochi i Soldat Nº 2 del 24 de julio (6 de agosto) de 1917

A lo que parece, el carrusel ministerial no ha dejado todavía de girar. El chalaneo entre los demócratas constitucionalistas y Kerensky no ha cesado. Las “combinaciones” se suceden, una tras otra.

Naturalmente, los demócratas constitucionalistas entrarán en el gobierno, pues todo se hace según sus instrucciones. Es posible que Chernov quede. A Tsereteli, por lo visto, ya “no lo quieren”. Tsereteli “era necesario” para desarmar a los obreros. Con el desarme de los obreros su papel ha terminado. “El moro ha cumplido su obra, el moro puede retirarse”. Le sustituirá Avxéntiev.

Pero no es cuestión, claro está, de personas. ¡Qué más da que sea Chernov, Tsereteli o cualquier otro por el estilo! ¿Quién ignora que esos zimmerwaldistas de pacotilla han servido a la causa del imperialismo tan bien como los Henderson y los Thomas?

Repito que no es cuestión de personas.

Se trata de que en todo ese ajetreo, en esa caza de carteras, etc., cuyo fondo es la lucha por el Poder, ha vencido la línea de los demócratas constitucionalistas, la línea de la contrarrevolución en la política interior y de “guerra hasta el fin” en la política exterior.

El problema, como se sabe, estaba planteado así:

O continuar la guerra, en cuyo caso dependeríamos completamente del mercado monetario de Inglaterra y de Norteamérica, dominarían los demócratas constitucionalistas y veríamos frenada la revolución, porque ni los demócratas constitucionalistas ni el capital “aliado” pueden simpatizar con la revolución rusa.

O entregar el Poder a la clase revolucionaria, romper los grilletes financieros del capital aliado, que tienen encadenada Rusia de pies y manos, proclamar unas condiciones de paz y normalizar la economía nacional desbaratada, a expensas de los beneficios de los terratenientes y de los capitalistas.

No había otra salida, y los mencheviques y los eseristas, que buscaban un tercer camino, debían fracasar indefectiblemente.

A ese respecto, los demócratas constitucionalistas han demostrado mayor lucidez.
“Riech” dice: “El gobierno debe romper resueltamente con las funestas tendencias del zimmerwaldismo y del socialismo “utópico””.

En otras palabras: guerra incondicional, guerra hasta el fin.

“Hay que llegar a una conclusión definitiva”, dijo Nekrásov en la famosa Conferencia, y añadió, dirigiéndose al Soviet: o toman el Poder, o dejan que otros lo tomen.

En otros términos: o revolución o contrarrevolución.

Los mencheviques y los eseristas renunciaron al camino revolucionario y, por tanto, debían verse dominados por los demócratas constitucionalistas, por las fuerzas contrarrevolucionarias.

Porque los demócratas constitucionalistas significan un empréstito interior asegurado.

Porque los demócratas constitucionalistas significan amistad con el capital aliado, es decir, un empréstito exterior asegurado.

Y debido al desbarajuste en la retaguardia y, sobre todo, en el frente, es tan necesario el dinero...

Ese es el fondo de la “crisis”. Eso es lo que significa la victoria de los demócratas constitucionalistas. El futuro próximo demostrará si esa victoria ha de ser duradera.

miércoles, agosto 5

Trotsky pide que lo arresten

...Un popular periódico de derecha publicó “documentos” alegando que Lenin había estado en la lista de pagos del Estado Mayor General alemán. Se emitieron órdenes de arresto para Lenin, Zinoviev y Kámenev. A primera vista, se podía ver que los documentos eran una burda falsificación. El testigo que los produjo, un tal Yermolenko, resultó ser un antiguo informante, ahora al servicio de la contrainteligencia militar. Pero la primera impresión causada por la acusación fue devastadora. Las apariencias hablaban contra Lenin y en ese momento las apariencias eran decisivas. El ciudadano no político, no iniciado en la historia y los hábitos de los partidos revolucionarios, se preguntaba: ¿De hecho, Lenin no regresó vía Alemania con el consentimiento del gobierno alemán? ¿No hizo agitación contra la guerra? ¿No fomentó el levantamiento? Era inútil replicar que Lenin había resuelto viajar a través de Alemania sólo después de que todas las otras rutas, vía Francia e Inglaterra, le habían sido negadas, y que muchos de sus adversarios mencheviques habían regresado, con él o poco después, por la misma ruta. Era inútil decir que Lenin esperaba que la revolución destruyera a los Hohenzollern y a los Augsburgos como había destruido a los Romanov. En la estampida que siguió a los Días de Julio tales sutilezas fueron ignoradas. Las clases ricas estaban furiosas, con temor y odio a la revolución. Las clases medias estaban ciegas de desesperación. El Estado Mayor General necesitaba una explicación que le lavara la cara por los últimos desastres militares. Y los socialistas moderados sentían que la tierra se les abría a sus pies. La necesidad de un chivo expiatorio y una espectacular ofrenda limpia-pecados era abrumadora.

En medio de esta conmoción, Trotsky visitó a Lenin. “Ellos han elegido este momento para matarnos a todos”, dijo Lenin. Contaba con la probabilidad de una exitosa contrarrevolución; creía que los Soviets, castrados por los mencheviques y eseristas, habían jugado su papel; y estaba preparando a su Partido para el regreso a la clandestinidad. Después de una breve duda, decidió que no permitiría ser apresado y que pasaría a la clandestinidad con Zinoviev. Trotsky tenía una visión menos dramática y le parecía que la decisión de Lenin era desafortunada. Tal conducta estaba contra los propios hábitos de Trotsky. Pensaba que Lenin no tenía nada que esconder, que, por el contrario, él tenía todo el interés en limpiar su imagen ante el público y de este modo serviría a su causa mejor que fugándose, lo que sólo aumentaría las apariencias negativas por las que la gente lo juzgaba. Kámenev compartía la apreciación de Trotsky y decidió someterse a prisión. Pero Lenin se mantuvo en su posición. No esperaba que un gobierno que había levantado falsas acusaciones contra él y había distribuido documentos fraguados a la prensa, le diera un juicio justo. La atmósfera era tensa. El Partido Bolchevique estaba virtualmente en el ostracismo. Pravda había sido prohibida y sus oficinas destruidas. Las sedes bolcheviques en varios distritos habían sido violentadas. Nada era más fácil para los rufianes de la vieja Ojrana que aún estaban atrincherados en la policía o para los fanáticos de la contrarrevolución que asesinar al odiado líder de la revolución, en camino a la prisión o dentro de ella. Lenin estaba consciente de su importancia para el Partido al tomar este riesgo, y, desechando consideraciones convencionales, se ocultó.

En ataques públicos, el nombre de Trotsky era frecuentemente asociado al de Lenin, pero ninguna orden de arresto fue emitida contra él. Había obvias razones: él no era nominalmente miembro del Partido Bolchevique; las circunstancias de su regreso a Rusia fueron tan diferentes de las de Lenin que no era fácil ponerle el rótulo de agente alemán; y el incidente con Chernov, el enemigo político a quien valientemente había rescatado, estaba aún fresco en la memoria de todos. Pero no estuvo tranquilo por mucho tiempo. Rech, el periódico de Miliukov, publicó la historia de que antes de su partida de Nueva York Trotsky había recibido 10,000 dólares de ciudadanos americanos-alemanes para ser usados en una campaña de agitación derrotista en Rusia. En periódicos menos respetables, la fuente del dinero era el Estado Mayor General alemán. Trotsky replicó de inmediato en una carta abierta que apareció en el periódico de Gorky y desinfló las revelaciones de Miliukov con mucho efecto cómico. Resaltó irónicamente que los americanos-alemanes o el Estado Mayor General alemán aparentemente consideraban que derrocar a un régimen en un país enemigo era un asunto barato que costaba sólo 10,000 dólares. Atacó las fuentes de la historia, diciendo que ésta provenía del embajador británico Sir George Buchanan. El embajador negó el cargo, pero esto no impidió que Miliukov dijera que él [el embajador] había sido la fuente de la historia. Entonces Trotsky relató lo que realmente había pasado antes de su partida de Nueva York: socialistas rusos, americanos, letones, judíos, finlandeses y americanos-alemanes organizaron un mitin de despedida para él y otros tres emigrados rusos que iban a partir con él. Se hizo una colecta en el lugar, dando como resultado 310 dólares, de los que 100 fueron aportes de los americanos-alemanes que formaban parte de la audiencia. La suma fue entregada a Trotsky, que la dividió en partes iguales entre los emigrados que regresaban. El mitin y la colecta fueron informados en periódicos americanos. Trotsky concluía su carta con una “confesión” humorística que sabía lo desacreditaría ante los ojos del público burgués más que estar en la lista de pagos del Estado Mayor General: nunca en su vida había tenido en sus manos 10,000 dólares juntos o incluso la décima parte de esa suma.
...
Habiendo fracasado este intento de involucrar a Trotsky, se inició la intriga desde el ángulo opuesto. La prensa estaba llena de historias alegando que Trotsky había roto con Lenin, el agente alemán. El 10 de julio, cuatro días después de la ocultación de Lenin, Trotsky escribió la siguiente carta al Gobierno Provisional:

Ciudadanos Ministros: Tengo conocimiento que ustedes han decretado el arresto... de los camaradas Lenin, Zinoviev, Kámenev, pero la orden de arresto no me incluye. Creo, entonces, necesario traer estos hechos para vuestra consideración: 1. Yo comparto en principio la actitud de Lenin, Zinoviev y Kámenev, y lo he expresado en la revista Vperiod y en todos mis discursos públicos; 2. Mi actitud hacia los sucesos del 3 y 4 de julio es la misma que la de los camaradas antes mencionados”.

Hizo un recuento de esos sucesos y explicó que el hecho de que no perteneciera a la organización bolchevique se debía a antiguas y ahora insignificantes diferencias.

Ustedes no tienen bases lógicas para exonerarme del efecto del decreto por el que Lenin, Zinoviev y Kámenev son sujetos a arresto... Ustedes no tienen razón para dudar que soy un opositor irreconciliable de la política general del Gobierno Provisional como los camaradas arriba mencionados. Mi exclusión sólo subraya gráficamente el carácter contrarrevolucionario y malicioso de la acción que ustedes han tomado contra ellos”.

Durante dos o tres días, mientras el terror contra los bolcheviques estaba en su pico, Trotsky no apareció en el Soviet. Pasó las noches en casa de Larin, antiguo menchevique que se había unido a los bolcheviques. Pero después de la publicación de la “Carta Abierta al Gobierno Provisional”, Trotsky, desafiante, reapareció en la palestra. Defendió a Lenin y al Partido Bolchevique en el Soviet, en el Ejecutivo de los Soviets y en el Ejecutivo de los Soviets campesinos... “Lenin”, exclamaba, “ha luchado por la revolución treinta años. Yo he luchado contra la opresión de las masas populares veinte años. No podemos sino odiar al militarismo alemán. Sólo el que no sabe qué es un revolucionario puede decir lo contrario... No permitan que nadie diga que somos mercenarios alemanes porque esa es la voz... de los villanos”. Advirtió a los mencheviques, que se lavaban las manos en este asunto, que esto podía ser su propia ruina. Chernov, el “social patriota”, ya había sido forzado a renunciar porque había participado en el movimiento de Zimmerwald. La contrarrevolución había elegido a los bolcheviques como sus primeros blancos; los socialistas moderados serían sus próximas víctimas.

Aun en esos días de histeria y pánico, fue escuchado con atención y respeto. Sus llamados, sin embargo, tuvieron poco o ningún efecto. Los socialistas moderados sabían que era absurdo acusar a Lenin y Zinoviev de ser agentes alemanes pero estaban convencidos de que la agitación bolchevique contra la guerra había ido demasiado lejos; sospechaban que en los Días de Julio Lenin... había intentado tomar el poder; y se rehusaban a levantar un dedo por la rehabilitación de Lenin. Sólo Mártov defendió el honor de su viejo adversario.

Trotsky permaneció en libertad por otros quince días. El gabinete estaba desconcertado por el desafío. No había bases para ordenar su arresto, a menos que declararan ilegal los principios que guiaban al Soviet en su conjunto, incluyendo su moderada mayoría, porque fue en los términos de esos principios en que Trotsky había enmarcado su propia actividad. Por otro lado, el gabinete no podía permitirle seguir en libertad para hacer burla de la acción contra los bolcheviques. En la noche del 23 de julio, Trotsky y Lunacharsky fueron arrestados y trasladados a la Prisión Kresty...

Extracto de "The Prophet Armed: Trotsky 1879-1921" de Isaac Deutscher, Verso, 2003, pp. 226-230. Traducción propia.

La victoria de la contrarrevolución (Stalin)

Rabochi i Soldat Nº 1 del 23 de julio (5 de agosto) de 1917

La contrarrevolución se ha organizado. Sus fuerzas crecen y atacan en toda la línea. Sus líderes, los señores demócratas constitucionalistas, que todavía ayer boicoteaban al gobierno, hoy están dispuestos a retornar al Poder para hacer y deshacer en el país.

Los partidos “gobernantes” -los eseristas y los mencheviques-, con su gobierno de “salvación de la revolución”, retroceden en completo desorden. Están dispuestos a cualquier concesión, están dispuestos a todo, no hay más que ordenárselo.

¿Entregar a los bolcheviques y a sus partidarios?
- Con mil amores, señores demócratas constitucionalistas; ahí tienen a los bolcheviques.

¿Entregar a la delegación del Báltico y a los bolcheviques de Kronstadt?
- Estamos dispuestos a servirles, señores del “servicio de contraespionaje”; ahí tienen a la delegación.

¿Suspender los periódicos bolcheviques, los periódicos de los obreros y de los soldados, esos periódicos tan desagradables para los demócratas constitucionalistas?
- Encantados de poder servirles, señores demócratas constitucionalistas; los suspenderemos.

¿Desarmar a la revolución, desarmar a los obreros y a los soldados?
- Con mucho gusto, señores terratenientes y capitalistas. No sólo desarmaremos a los obreros de Petrogrado, sino también a los de Sestrorietsk, aunque estos últimos no hayan participado en los acontecimientos del 3 y el 4 de julio.

¿Restringir la libertad de palabra y de reunión, la inviolabilidad personal y de domicilio, implantar la censura y organizar una Ojrana?
- Todo será hecho, todo sin excepción, señores reaccionarios.

¿Restablecer la pena de muerte en el frente?
- Con el mayor placer, señores insaciables...

¿Disolver la Dieta de Finlandia, que se atiene a la plataforma adoptada por los Soviets?
- Muy bien, señores terratenientes y capitalistas; se hará lo que ustedes manden.

¿Revisar el programa del gobierno?
- Con mil amores, señores demócratas constitucionalistas.

Y los mencheviques y los eseristas están dispuestos a seguir haciendo concesiones, con tal de ponerse de acuerdo con los demócratas constitucionalistas, con tal de llegar a cualquier ajuste con ellos.

Pero la contrarrevolución se insolenta más y más, exige nuevos sacrificios, lleva al Gobierno Provisional y al Comité Ejecutivo a abdicaciones vergonzosas. Para complacer a los demócratas constitucionalistas, se propone convocar en Moscú una “asamblea extraordinaria” de los miembros de la abolida Duma de Estado y otros representantes de los viejos elementos privilegiados, en cuyo coro el Comité Ejecutivo Central quedará en lastimosa minoría. Los ministros, perdida la cabeza, depositan sus carteras a los pies de Kerensky. Y al dictado de los demócratas constitucionalistas se elabora la lista de los ministros.

A enterrar, con la ayuda de la Duma zarista y de los traidores demócratas constitucionalistas, la libertad, lograda con sangre: a ese abismo de vergüenza nos conducen los actuales timoneles de nuestra vida política...

Pero la guerra continúa, agravando las calamidades en el frente. Y ellos piensan que, restableciendo allí la pena de muerte, podrán mejorar la situación. ¡Ciegos! No ven que la ofensiva únicamente puede ser apoyada por las masas cuando los fines de la guerra están claros y son compartidos por el ejército, cuando el ejército tiene conciencia de que vierte su sangre por una causa que es la suya propia. No ven que en la Rusia democrática, donde los soldados tienen libertad para, celebrar mítines' y asambleas, una ofensiva en masa es imposible sin esa conciencia.

Pero el desbarajuste económico continúa, amenazando con el hambre, con el desempleo, con la ruina general. Y ellos piensan que con medidas policíacas contra la revolución podrán solucionar la crisis económica. Tal es la voluntad de la contrarrevolución. ¡Ciegos! No ven que sin medidas revolucionarias contra la burguesía es imposible salvar al país de la ruina.

Se persigue a los obreros y se destruyen las organizaciones, se desatienden las necesidades de los campesinos, se detiene a soldados y a marinos, y se calumnia y difama a los jefes del Partido proletario, mientras los contrarrevolucionarios, insolentados, se regocijan y vomitan calumnias; y todo eso se hace bajo la etiqueta de “salvar” a la revolución. A eso nos han conducido los partidos eserista y menchevique.

¡Y todavía hay en el mundo gentes (v. “Nóvaia Zhizn”) capaces de proponer que, después de todo eso, nos unamos con los señores que “salvan” a la revolución estrangulándola!

¿Por quién nos han tomado? ¡No, señores, nuestro camino no es el de los traidores a la revolución!

Los obreros jamás olvidarán que en los duros momentos de las jornadas de julio, cuando los contrarrevolucionarios, enfurecidos, abrían fuego contra la revolución, el Partido Bolchevique fue el único que no desertó de las barriadas obreras.

Los obreros jamás olvidarán que en aquellos duros momentos los partidos “gobernantes”, los eseristas y los mencheviques, estaban en el campo de los que combatían y desarmaban a los obreros, a los soldados y a los marinos.

Los obreros recordarán todo eso y harán las conclusiones correspondientes.
K. St.

domingo, agosto 2

La situación política (Lenin)

Proletarskoye Dyelo Nº 6 del 20 de julio (2 de agosto) de 1917. Firmado: W. Publicado de acuerdo al manuscrito. Escrito el 10 (23) de julio de 1917

1. La contrarrevolución se ha organizado y consolidado, y ha tomado realmente el poder en sus manos.

La completa organización y consolidación de la contrarrevolución consiste en una combinación de sus tres fuerzas principales, una combinación excelentemente concebida y ya puesta en práctica: 1. El Partido Demócrata Constitucionalista, el verdadero líder de la burguesía organizada, al retirarse del Gabinete, la ha confrontado con un ultimátum, despejando así el camino para el derrocamiento del Gabinete por la contrarrevolución. 2. El Estado Mayor General y los líderes militares, con la deliberada o semi-deliberada asistencia de Kerensky, a quien hasta los más prominentes socialista-revolucionarios llaman Cavaignac, han tomado el verdadero poder del Estado y han procedido fusilar a las unidades revolucionarias en el frente, a desarmar a las tropas y obreros revolucionarios de Petrogrado y Moscú, a suprimir el descontento en Nizhni-Novgorod, a arrestar a los bolcheviques y a prohibir sus periódicos no sólo sin un juicio sino incluso sin una orden del gobierno. En el presente, el poder básico del estado es virtualmente una dictadura militar. Este hecho está todavía oscurecido por instituciones revolucionarias de palabra pero sin poder de hecho. Pero es un hecho fundamental tan obvio que sin entenderlo no se puede entender nada acerca de la situación política. 3. La prensa monarquista-centurianegrista y burguesa, que ha pasado de acosar bolcheviques a acosar a los Soviets (el “incendario” Chernov, etc.) ha señalado con la máxima claridad que el verdadero significado de la política de la dictadura militar que ahora reina y es apoyada por los kadetes y monarquistas, es la preparación para la disolución de los Soviets. Muchos de los líderes de los eseristas y mencheviques, es decir, de la actual mayoría en los Soviets, ha admitido y expresado esto durante los pasados días, pero, fieles a su naturaleza pequeñoburguesa, han minimizado esta formidable realidad con frases altisonantes y sin sentido.

2. Los líderes de los Soviets y de los partidos eserista y menchevique, encabezados por Tsereteli y Chernov, han traicionado completamente la causa de la revolución al poner los Soviets y sus partidos en manos de los contrarrevolucionarios y convertirlos en meros apéndices de la contrarrevolución.

Prueba de esto es que los eseristas y mencheviques han traicionado a los bolcheviques y han estado tácitamente de acuerdo con el cierre de sus periódicos sin atreverse a decirle al pueblo, simple y abiertamente, lo que están haciendo y por qué. Al aprobar el desarme de los obreros y los regimientos revolucionarios, se han privado a sí mismos de todo verdadero poder. Se han convertido en los más ruidosos charlatanes que ayudan a la reacción a “distraer” la atención del pueblo mientras éstos alistan la disolución de los Soviets. Es imposible comprender nada acerca de la actual situación política sin reconocer la total bancarrota de los eseristas y mencheviques y de la presente mayoría en los Soviets y sin reconocer que su “Directorio” y otras mascaradas son una absoluta farsa.

3. Todas las esperanzas de un desarrollo pacífico de la revolución rusa se han desvanecido para bien. Esta es la situación objetiva: o la completa victoria de la dictadura militar o la victoria de la insurrección armada de los obreros; la victoria de estos últimos sólo es posible cuando la insurrección coincida con un profundo y masivo levantamiento contra el gobierno y la burguesía causada por la debacle económica y la prolongación de la guerra.

La consigna “Todo el poder a los Soviets” fue una consigna del desarrollo pacífico de la revolución, que fue posible en abril, mayo, junio y julio, es decir, hasta que el poder real pasó a las manos de la dictadura militar. Esta consigna ya no es correcta, porque no toma en cuenta que el poder ha cambiado de manos y que la revolución ha sido completamente traicionada, de hecho, por los eseristas y mencheviques. No ayudarán las acciones irresponsables, revueltas, resistencias parciales o intentos desesperados de oponerse a la reacción. Lo que ayudará es un entendimiento claro de la situación, la persistencia y determinación de la vanguardia obrera, la preparación de las fuerzas para un levantamiento armado, cuya victoria en las presentes condiciones es extremadamente difícil pero aún posible si los hechos y tendencias antes mencionados coinciden. No tenganmos ilusiones constitucionales o republicanas de ninguna clase, no más ilusiones acerca de la vía pacífica, no a las acciones esporádicas, no caer ahora en la provocación de las Centurias Negras y los cosacos. Acumulemos fuerzas, reorganicémoslas y preparémonos resueltamente para el levantamiento armado, si el curso de la crisis lo permite, en una verdadera escala nacional y masivo. La transferencia de la tierra a los campesinos es imposible en el momento actual sin un levantamiento armado, dado que los contrarrevolucionarios han tomado el poder y se han unido totalmente con los terratenientes como clase.

El objetivo de la insurrección sólo puede ser la transferencia del poder al proletariado apoyado por el campesinado pobre, con el fin de poder nuestro programa partidario en acción.

4. El Partido de la clase obrera, sin abandonar la actividad legal pero sin sobrestimarla en ningún momento, debe combinar el trabajo legal con el ilegal, como lo hizo en 1912-1914.

No dejemos pasar una sola hora de trabajo legal. Pero no acariciemos ilusiones constitucionalistas o “pacíficas”. Formemos organizaciones ilegales o células en todos lados y de inmediato para la publicación de volantes, etc. Reorganicemos inmediata, consistente y resueltamente toda la línea.

Actuemos como lo hicimos en 1912-1914, cuando podíamos hablar de derrocar al zarismo mediante la revolución y la insurrección armada, sin perder al mismo tiempo nuestra base legal en la Duma, las sociedades mutuas, los sindicatos, etc.

Nota:

El artículo “La situación política” fue publicado por primera vez en el periódico bolchevique de Kronstadt, Proletarskoye Dyelo Nº 6 del 20 de julio (2 de agosto) de 1917, bajo el título de “El estado de ánimo político”

Para evitar que el periódico pueda ser suprimido por el Gobierno Provisional, los editores sustituyeron “un levantamiento armado” por “una lucha resuelta”. Aquí el artículo aparece de acuerdo con el manuscrito.