sábado, junio 13

El daño de la palabrería (Lenin)

Pravda No. 69 del 31 de mayo (13 de junio) de 1917

Las respuestas de los gobiernos francés y británico demuestra claramente la solidez de nuestras repetidas afirmaciones que ni el gobierno capitalista ruso ni el francés ni el británico ni el alemán pueden renunciar a la política de anexiones, y que todas las promesas son hechas para engañar al pueblo.

"Estamos peleando por tomar Alsacia y Lorena, estamos peleando por la victoria", replica el gobierno francés. "Está bien cumplir con el tratado y luchar por la Polonia rusa y alemana", responden los británicos.

La amarga verdad de que el capitalismo no puede reconciliarse con una política no anexionista ha sido demostrada una vez más. La política de los “conciliadores”, de aquellos que desean reconciliar a los capitalistas y al proletariado, la política de los ministerialistas narodniks y mencheviques, es un evidente fracaso. Todas las esperanzas en un gobierno de coalición han sido hechas pedazos, todas sus promesas han sido expuestas como simple verborrea.

Y lo más dañino de todo, en lo que concierne a la causa de la revolución y los intereses de las masas trabajadoras, es el intento de encubrir todo con frases. Dos matices destacan en este torrente de frases, una tan mala como la otra.

Rabochaya Gazeta, el órgano de los ministerialistas mencheviques, lleva agua al molino kadete. De un lado, dice: “Sobre esta base [sobre la base de las respuestas de los dos poderes aliados] no puede haber acuerdo entre ellos y nosotros...” Cuando ellos dicen “nosotros”, ¿quieren decir capitalistas rusos? La teoría de la lucha de clases es tirada por la borda; es mucho más beneficioso declamar frases acerca de la “democracia” en abstracto mientras se pisotea la verdad elemental del marxismo, que es precisamente que en una “democracia” la brecha entre capitalistas y los proletarios es la más amplia.

De otro lado, Rabochaya Gazeta quiere hacer “un intento de revisar [los acuerdos y tratados] mediante una conferencia de representantes de los gobiernos aliados a ser especialmente convocada”. La misma vieja historia: acuerdo con los capitalistas, lo que, de hecho, significa engañar a los trabajadores jugando a las negociaciones con sus enemigos de clase.

“La presión de la población de las democracias francesa y británica, incluso la presión del proletariado francés y británico, solo, sobre sus respectivos gobiernos...”, escribe Rabochaya Gazeta. En Rusia, los mencheviques están apoyando a su gobierno imperialista, pero en otros países ellos quieren que se ejerza presión... ¿Qué es esto si no pura palabrería y embuste de principio a fin?

“Nosotros estamos trabajando por él [por la paz mundial], convocando a una conferencia socialista”... ¡a ser concurrida por ministros ex socialistas que se han puesto de lado de sus gobiernos! Esto es “trabajar” con vehemencia para engañar al pueblo en una escala mayor mediante una serie de engaños menores.

Tenemos a Dyelo Naroda palabreando “a lo jacobino”. Ese tono severo, esas espectaculares exclamaciones revolucionarias: “nosotros lo sabemos”... “fe en la victoria de nuestra Revolución [con mayúscula, por supuesto], “de este o ese paso... de la democracia revolucionaria rusa dependen los destinos... de toda la Rebelión [con mayúscula, por supuesto] que el pueblo trabajador ha iniciado feliz y victoriosamente”.

Obviamente, si se escriben las palabras Revolución y Rebelión con mayúsculas se hace que la cosa luzca “terriblemente” temible, como los jacobinos. Mucho efecto a bajo costo. La gente que escribe eso está virtualmente ayudando a aplastar la revolución y a obstaculizar la rebelión del pueblo trabajador; apoyando al gobierno ruso de los imperialistas; apoyando sus métodos de esconder del pueblo los tratados secretos, sus tácticas de postergar la inmediata abolición de la propiedad terrateniente; apoyando su política de “ofensiva”, su insultante y arbitrario comportamiento hacia las organizaciones representativas locales, su arrogancia para nombrar o ratificar a los funcionarios locales elegidos por la población local, y así ad infinitum.

¡Señores, héroes de la palabrería, caballeros de la grandilocuencia revolucionaria! El socialismo exige que distingamos entre la democracia capitalista y la democracia proletaria, entre la revolución burguesa y la revolución proletaria, entre un levantamiento de los ricos contra el zar y un levantamiento del pueblo trabajador contra los ricos. El socialismo exige que distingamos nuestra revolución burguesa, que ya ha concluido (la burguesía ahora es contrarrevolucionaria), de la ascendente revolución de los proletarios y campesinos pobres. La primera revolución es por la guerra, por la conservación de la propiedad terrateniente, por la “subordinación” de las organizaciones locales de auto-gobierno al gobierno central, por los tratados secretos. La última revolución ha empezado a suprimir la guerra mediante la fraternización revolucionaria, la abolición del poder de los terratenientes en las provincias, incrementando el número y el poder de los Soviets e introduciendo por todos partes el principio de elección.

Los ministerialistas narodniks y mencheviques están declamando frases acerca de la “democracia” en abstracto, acerca de la “Revolución” en abstracto, para encubrir su acuerdo con la burguesía imperialista, ahora definitivamente contrarrevolucionaria, de su propio país –un acuerdo que, en realidad, se está convirtiendo en una lucha contra la revolución de los proletarios y semiproletarios.

viernes, junio 12

Primera Conferencia de Comités de Fábrica se inaugura con mayoría bolchevique

Delegados a la I Conferencia de Comités de Fábrica


Petrogrado (30 de mayo/12 de junio de 1917).- Se inauguró hoy la Primera Conferencia de Comités de Fábricas, que estará reunida hasta el 3(16) de junio.

Los comités de fábrica o Fabzavkomy se crearon después de la caída del régimen zarista con el fin de garantizar la continuidad operativa de las fábricas estatales ante la deserción de los administradores nombrados por el gobierno. Rápidamente se generalizaron en las fábricas de propiedad privada.

Apenas iniciada la Revolución de Febrero, se dio un gran crecimiento de las organizaciones laborales; se crearon sindicatos en las distintas ramas de actividad y el número de afiliados creció de manera asombrosa. Sin embargo, lo más notable fue la difusión de los comités de fábricas elegidos por los obreros y otros empleados en una industria determinada sin considerar oficios o categorías.

Los bolcheviques jugaron un papel importante en la promoción, creación y expansión de los comités de fábrica. Eso explica en parte, la mayoría de la que gozan en la presente conferencia. Los comités fueron reconocidos el 11(24) de marzo por el Soviet de Petrogrado, de acuerdo con la Asociación de Propietarios de Fábricas e Industriales. Más tarde el Gobierno Provisional los reconoció legalmente como representantes de los trabajadores.

Ante la burocratización de los sindicatos, principalmente dominados por los mencheviques, los bolcheviques han encontrado en los comités de fábrica el nexo adecuado para llegar directamente a los obreros industriales, y de alguna forma se puede afirmar que reflejan con más fidelidad el estado de ánimo de los obreros.

Caso de R.V. Malinovsky: Declaración de Lenin


Roman Malinovsky era miembro del Comité Central Bolchevique, elegido en 1912, y uno de los seis diputados que los bolcheviques tenían en la IV Duma (la última). En 1914, Malinovsky súbitamente renunció a la Duma y dejó el Partido bolchevique. Sólo después se supo que el nuevo jefe de la Ojrana ordenó prescindir de los servicios de provocadores infiltrados en las fracciones revolucionarias en la Duma, por temor a un escándalo y porque en alguna forma estos ayudaban a los revolucionarios. Malinovsky era agente de la Ojrana y había sido responsable del encarcelamiento de Stalin y Sverdlov y muchos otros bolcheviques, descabezando al Buró Ruso del CC. Con el triunfo de la Revolución de Febrero, se abrieron los archivos de la odiada Ojrana, la policía secreta zarista, y salieron a relucir los nombres de los agentes infiltrados en el movimiento revolucionario. El Gobierno Provisional nombró una comisión investigadora al respecto, y ante ella Lenin rindió su testimonio que a continuación se resume. En 1918, Malinovsky, regresó a Rusia y fue detenido por las autoridades soviéticas. Ese mismo año fue ejecutado. DR



26 de mayo (8 de junio) de 1917

Protocolos:

Ví por primera vez a Malinovsky en la Conferencia de Praga de nuestro Partido [el Partido Obrero Social Demócrata de Rusia, “Bolchevique”] en enero de 1912. Malinovsky vino a la conferencia con la reputación de ser uno de las más prominentes militantes [del partido] del movimiento obrero legal, bastante mencionado en los circulos mencheviques, que lo consideraban uno de ellos. Escuché que el menchevique Sher incluso llamaba a Malinovsky el Bebel ruso.

Malinovsky gozaba de una especial popularidad –no sólo entre los líderes del Partido Social Democrata sino entre las amplias masas trabajadoras– porque era secretario de uno de los más grandes sindicatos, la Unión de Metalúrgicos. No era fácil avanzar en ese medio que incluía muchos obreros completamente maduros, y adquirir popularidad en una posición que requería contacto permanente con las masas. Por esta razón, todos nosotros, los participantes en la Conferencia de Praga, vimos la autoridad de Malinovsky como indiscutible. Malinovsky también nos dijo que gradualmente y después de las más serias reflexiones y observaciones, se convirtió del menchevismo al bolchevismo, y que en la primavera de 1911, debido a esa conversión, el había tenido una conflicto muy serio con los obreros mencheviques más prominentes, que lo habían invitado a una importante reunión menchevique de alto nivel. La autoridad de Malinovsky creció aún más alto a los ojos de todos los delegados…

Malinovsky fue elegido al Comité Central [del Partido Bolchevique] en la Conferencia de Praga, y lo designamos inmediatamente candidato a la Duma del Estado. En el interés de asegurar su elección, nosotros en el CC le dimos una orden directa comportarse con extrema precaución antes de las elecciones, que estuviera en su fábrica, que no viajara a Moscú, etc.

Malinovsky me dijo en Praga, supuestamente como una gran secreto, supuestamente “sólo” para mí (aunque después resultó que no era sólo para mí), que había sido obligado a vivir bajo un pasaporte falso debido a los sucesos de 1905. Después de la revolución y de la guerra japonesa, esto no era algo inusual entre los socialdemócratas, y la confianza que muchos de miles de metalúrgicos pusieron en Malinosvsky, observando [después] cada paso de su vida y acciones como secretario, removieron cualquier sombra de duda de mi mente.

Ví a Malinovsky por segunda vez en Cracovia, donde yo había ido desde París en la primavera de 1912, para trabajar a tiempo completo para Pravda, fundada en abril de 1912, que inmediatamente se convirtió en nuestro órgano principal de influencia sobre las masas. Cuando vino a Cracovia, Malinovsky, al igual que Muranov, era ya miembro de la Duma de Estado. Después –recuerdo que fue en diciembre– vinieron Petrovsky y Badaev.

…Nosotros valoramos a Malinovsky como miembro del CC particularmente por su actividad como agitador y como miembro de la Duma; como organizador, nos parecía demasiado nervioso y rudo con la gente. Malinovsky estaba algo irritado por la inclusión de otros diputados [de la Duma] en el CC, no objetándolo pero aparentemente sin ser entusiasta (nosotros empezamos regularmente a cooptar, uno tras otro, a todos nuestros diputados [a la Duma] en el CC). Nosotros atribuímos esto a su extrema vanidad y amor por el poder, que incluso militantes locales habían reclamado y que era también evidente en las reuniones. Dadas las desafortunadas experiencias con varios diputados de la Primera y Segunda Dumas del Estado, no nos sorprendía que el “alto título” de miembro de la Duma se les subiese a la cabeza a la gente y algunas veces los “arruinara”.

Es claro para mí que Malinovsky estaba nervioso cuando vió otros diputados en el CC, porque socavaba completamente su “omnipotencia” (solo, él habría tenido todas las conexiones en Rusia en sus manos, dado que estábamos obligados a vivir afuera).

Malinovsky vino a Cracovia con más frecuencia que los otros, explicando esto, por un lado, por el extremo cansancio y por el deseo de visitar Varsovia (donde supuestamente tenía amigos y familiares polacos), etc…

Alrededor de 1911, escuché que en Moscú hubo sospechas acerca de la integridad política de Malinovsky, y fuimos informados de esas sospechas en una forma particularmente definida después de su súbita renuncia de la Duma en la primavera de 1914. Por lo que respecta a los rumores de Moscú, éstos aparecieron en la época en que el “espionaje manía” estaba llegando a su clímax, y ningún solo hecho que pudiera ser verificado en alguna medida fue informado.

Después de la renuncia de Malinovsky, nombramos una comisión para investigar las sospechas (Zinoviev, Ganetsky y yo). Interrogamos a unos cuantos testigos, realizamos confrontaciones personales con Malinovsky, escribimos cientos de páginas transcribiendo esos testimonios (desafortunadamente, debido a la guerra, muchas fueron destruídas o abandonadas en Cracovia). Definitivamente, ningún miembro de la comisión fue capaz de encontrar alguna prueba. Malinovsky nos explicó que había renunciado [a la Duma] porque no podía seguir ocultando su historia personal, que lo había obligado a cambiar su nombre; una historia que supuestamente involucraba el honor de una mujer y había tenido lugar antes de su matrimonio. Nos proporcionó nombres de testigos en Varsovia y Kazán, uno de los cuales, según recuerdo, era un profesor de la Universidad de Kazán. La historia nos pareció plausible; la naturaleza apasionada de Malinovsky le daba la apariencia de veracidad y nosotros consideramos que no era de nuestra incumbencia publicitar un asunto de este tipo. Decidimos citar a los testigos a Cracovia o enviar agentes de la comisión a visitarlos en Rusia, pero la guerra impidió esto.

Pero la convicción general de los tres miembros de la comisión fue que Malinovsky no era un provocador y eso fue lo que declaramos en la prensa.

Personalmente he pensado en muchas ocasiones que después del caso Azef, [jefe de la Organización de Combate del Partido Socialista Revolucionario, encargado de los atentados terroristas, de quien se supo era agente de la policía, en 1909], nada puede sorprenderme. Pero no creo en la provocación en este caso, no sólo porque no ví prueba o evidencia sino también porque si Malinovsky era un provocador, la Ojrana no habría ganado de eso tanto como nuestro Partido ganó de Pravda y de todo el aparato legal.

Es claro que para poner un provocador en la Duma y para ese propósito remover los rivales del bolchevismo, etc., la Ojrana fue guiada por una cruda imagen del bolchevismo –yo diría una caricatura de él: los bolcheviques “prepararán una insurrección armada”. Para tener todos los hilos de esta insurrección en preparación –desde el punto de vista de la Ojrana– valía todo para tener a Malinovsky en la Duma y en el CC [bolchevique].

Cuando la Ojrana alcanzó ambos fines, resultó que Malinovsky se convirtió en uno de esos eslabones de una larga y sólida cadena que conectaba (desde varios lados) nuestra base ilegal con los dos principales órganos de influencia del Partido sobre las masas –esto es, Pravda y la Fracción Socialdemócrata en la Duma. El provocador estaba obligado a proteger esos dos órganos para justificarse ante nosotros.

Nosotros controlábamos directamente esos órganos: Zinoviev y yo escribíamos diariamente para Pravda y las resoluciones del Partido determinaban completamente su línea. La influencia sobre 40-60 mil obreros estaba garantizaba. Lo mismo era verdad para la fracción de la Duma, en la que en particular trabajaban Muranov, Petrovsky y Badaev, independientemente de Malinovsky, expandiendo sus lazos, influenciando a la más amplia masa de obreros.

Malinovsky podía haber destruído un número de individuos, y de hecho lo hizo. [Pero] él no podía detener ni controlar, ni “dirigir” el crecimiento del trabajo del Partido en términos del desarrollo de su significado e influencia sobre las masas, decenas y centenas de miles (mediante huelgas, que se incrementaron después de abril de 1912). No me sorprendería si uno de los argumentos [de la Ojrana] para remover a Malinovsky de la Duma fuera que en realidad él estaba envuelto con la Pravda legal y la fracción legal de diputados que estaban dirigiendo un trabajo revolucionario entre las masas en una escala mayor a la tolerable por “ellos”, la Ojrana.

He escrito esta declaración con mi propia mano.

Vladímir Uliánov

Yo, continuo mi testimonio sobre preguntas individuales puestas ante mí.

No había muchos miembros del CC en Rusia; después de todo, Zinoviev y yo vivíamos afuera. De los hombres locales, Stalin (Dzhugashvili) estaba en prisión o en el exilio la mayor parte. Malinovsky, por supuesto, estaba ahí… Puedo decir que Malinovsky era, en mi opinión, un destacado militante [del Partido]…

…El quería jugar un rol principal entre los miembros del CC ruso y aparentemente no le gustaba cuando dabamos una tarea de responsabilidad a otro y no a él. En general, teníamos una norma: no permitíamos a los que estaban a la izquierda de nosotros a hacer los discursos. Si un discurso estaba algo a la derecha, era posible todavia corregirlo, pero las declaraciones más izquierdistas podían causar gran daño. Aparentemente a Malinovsky no siempre le gustaba esta línea de conducta; el prefería un pronunciado trabajo ilegal. Nosotros conversábamos frecuentemente acerca de esto en Cracovia. Sin embargo, atribuíamos esto a la cabeza caliente de Malinovsky…

Firma: Vladímir Uliánov

Tomado de "The unknown Lenin. From the secret archive", editado por Richard Pipes, Yale University Press, 1996. pp.35-40. Traducción propia.

jueves, junio 11

Stalin después de abril

Lenin y Stalin


El 29 de abril, Stalin fue tercero, con 97 votos en las elecciones al CC, sólo después de Lenin y Zinoviev, un resultado que reflejaba su reputación en el Partido. Stalin pasaba ahora la mayor parte de su tiempo asistiendo al Soviet, editando Pravda o trabajando en el Comité Central con Lenin. El Comité Central eligió por primera vez un Buró, precursor del todo poderoso Buró Político, compuesto por Lenin, Stalin, Kámenev y Zinoviev.

El 3 de junio, las jóvenes admiradoras de Soso [Stalin], Anna y Nadya Alliluyeva, vinieron a admirar a su héroe al Primer Congreso de los Soviets en la Escuela Militar de la Isla Vasilevsky. “Stalin y Sverdlov asistieron a las sesiones de apertura –ellos fueron los primeros en llegar, con Lenin. Ví entrar a los tres al salón vacío”, informa Anna Alliluyeva, que trabajaba para el Partido. “No habíamos visto a Stalin durante muchos días y su habitación en la casa [donde se ocultaría Lenin después de la reacción de los Días de Julio. DR] permanecía vacío”.

Hay que llamarlo”, susurró la colegiala Nadya. “Quizás ha cambiado de idea acerca de ir a vivir en nuestro departamento”. Al día siguiente, ellas fueron testigos del momento más dramático del Congreso.

No hay partido en Rusia que se atreva a decir ‘Dejen el poder en nuestras manos’”, aseveró el menchevique Tseretelli.

A esto, Lenin saltó de su asiento y gritó: “¡Ese partido existe!”.

Vereshchak, el compañero de celda de Stalin en la prisión de Bailovka, advirtió que Lenin, Zinoviev y Kámenev eran los oradores principales” pero “Sverdlov y Stalin dirigían silenciosamente la Fracción Bolchevique –fue la primera vez que comprendí la total trascendencia de ese hombre”.

Stalin impresionó a Trotsky, cuya descripción revela por que perdió su lucha por el poder. “Stalin era muy valioso detrás de bastidores”, escribió. “Tenía la destreza para convencer a los mandos medios, especialmente a los provincianos”(*). El “no era considerado el líder oficial del Partido”, decía Sagirashvili, otro menchevique georgiano en Petrogrado durante 1917, pero “todos escuchaban lo que él tenía que decir, incluyendo Lenin –él era el representante de los militantes de base, alguien que expresaba sus opiniones y estados de ánimo”, que eran desconocidos para los emigrados como Trotsky. Soso era el “líder indiscutible” de los del Cáucaso. Lenin, dice Sagirashvili, “sentía que detrás de él estaban innumerables líderes de las provincias”. Mientras Trostky se lucía en el Circo, Stalin estaba haciendo nuevos aliados, como aquel joven que sin ceremonias sacó del Buró: Molotov.

Stalin se mudó con Molotov, que vivía en un espacioso departamento en la calle Shirokaya, cruzando el Neva en el lado de Petrogrado, con otros tres camaradas [Zalutsky, miembro del antiguo Buró Ruso en marzo, y Smilga, miembro del CC en Octubre, y esposa. DR]. “Era como una especie de comuna”, decía Molotov. Stalin, inusualmente, se disculpó con Molotov por lo que este último denominaba “el gran error de Stalin”. “Tú eras el que más cerca de Lenin estaba en la etapa inicial de abril”, confesaba Stalin. Los dos se hicieron amigos... Ellos eran opuestos… Pero compartían un fanatismo marxista…

(*) Esos “provincianos” fueron los tenaces hombres de los comités que detestaban a Trotsky y se convertirían en los stalinistas del futuro, muchos de ellos compañeros del Cáucaso. Tales bolcheviques, por supuesto, conocían las fallas de Stalin pero tenían mucho más en común con él que con Zinoviev o Trotsky. Estaba el excitable Sergo [Ordzhonikidze], el bien parecido Shaumian, el rubio playboy Yenukidze, el afable Kalinin y Voroshílov. Sin embargo, muchos caucasianos, especialmente mencheviques odiaban a Stalin. También tenía sus críticos bolcheviques del Cáucaso. Makharadze y Japaridze, viejos camaradas de Tiflis y Baku, atacaron las opiniones de Stalin sobre los pueblos del Cáucaso en la Conferencia de Abril, como lo hizo el polaco Dzerzhinsky. Pero Stalin, consiguió la amistad de Dzerzhinsky, el fundador de la policía secreta, quizá porque polacos y georgianos se identificaban unos con otros como pueblos orgullosos colonizados por Rusia…

Extractos editados de “Young Stalin” de Simon Sebag Montefiori, Vintage Books, 2008, pp.316-318. Traducción propia.

Formas de trato personal: Camarada, Ciudadano

La Revolución de Febrero cambió la percepción del orden social. En consecuencia, se hizo necesario un cambio en las maneras de trato personal. Entre los militares, la Orden Nº 1 abolió las antiguas formas de “Señoría”, “Excelencia”, etcétera. Al principio había que dirigirse a los altos rangos como “señor” (gospodin), pero más adelante esto también fue tabú: generalmente se consideraba una expresión de desigualdad social. La tradición revolucionaria sostenía que se llamaba “señor” solamente a los enemigos del pueblo. A partir de 1917, se utilizó el termino de varias maneras suavemente burlonas: “Todos los señores está en París”; “Hace varios años que no hay señores”. También se reservaba cada vez más para los extranjeros –se les llamaba “señor” para distinguirles de los ciudadanos soviéticos, que eran todos “camaradas”.

Al pueblo de la nueva Rusia se le llamaba “ciudadano” y a sus políticos “primer ciudadano”. Durante un tiempo, la idea de igualdad se mezcló con deferencia en una forma híbrida de trato personal –como “señor-ciudadano”– pero, poco a poco, salió ganando el “ciudadano” a secas. Era una referencia directa y consciente de la tradición revolucionaria europea. Sin embargo, durante 1917, la palabra “camarada” comenzó a suplantar al término “ciudadano”: sonaba más revolucionario. Además, “ciudadano” no se consideraba lo suficientemente alejado del vocabulario de la Rusia prerrevolucionaria: los monárquicos, por ejemplo, se llamaban a sí mismos “ciudadanos rusos y leales súbditos del soberano Emperador”. El príncipe Meshcherskii llamó a su periódico reaccionario Ciudadano. Y el título “ciudadano hereditario” pertenecía por completo a la época zarista.

Ya en los Días de Febrero, la palabra “camarada” se utilizaba en la calle como un desafío a la autoridad y como una manifestación de apoyo a la tradición revolucionaria. Se refería a los miembros socialistas del gobierno provisional como “ministros camaradas”; al gran héroe del pueblo esa primavera, como Camarada Kerenski. Incluso a los cosacos y a la policía se les llamaba “camarada”. Se decía que a los hechiceros del campo se les llamaba “espíritus camaradas”.

El término ‘camarada” era como una placa que daba fe de pertenecer a un círculo interno de creyentes, una identidad realmente revolucionaria. Los “camaradas” eran los principales activistas y ciudadanos de la revolución. Esto fue un anticipo de las connotaciones morales del título en la época soviética, cuando “camarada” se interpretaba y promocionaba como la manera de dirigirse de un ciudadano totalmente libre a otro con los mismos derechos. En 1917, este sentido de la palabra apenas se notaba, pero sí lo suficiente como para que algunos se fijasen en ello. Por esta razón, la palabra “camarada”, con todas sus connotaciones de igualdad, les crispaba los nervios a los monárquicos y era utilizaba por los conservadores y liberales con ironía e, incluso, a veces, con desprecio. En el léxico de los Blancos, “camarada” tenía aproximadamente las mismas connotaciones que el término “burzhooi” –un término general de abuso para los privilegiados– tenía para los Rojos.

Extracto de “Interpretar la revolución rusa” de Orlando Figes y Boris Kolonitskii, Universitat de Valencia, 2001, pp.88-90.

miércoles, junio 10

Símbolos e himnos. La Marsellesa y la Internacional


Muchos de los nuevos símbolos de la Revolución de Febrero fueron adoptados por los bolcheviques. De hecho, la mayoría de los símbolos de los bolcheviques se heredaron de la cultura política de la Revolución de Febrero. Incluso el ícono soviético de la hoz y el martillo, que siempre se ha considerado propiedad de los comunistas, se utilizó por primera vez, junto a la espada, en un estandarte militar posterior a los Días de Febrero. Durante la celebración del Día de Mayo de 1917, apareció en estandartes en su forma “clásica”, sin la espada, diseñada por L.V. Rubnev. Se utilizó la hoz y el martillo para decorar el Palacio Marinsky, sede del gobierno provisional, se supone que con su conocimiento. Una versión posterior del emblema sustituyó la espada por una bayoneta. Claramente, la hoz y el martillo significaba algo para las diferentes agrupaciones políticas, bolcheviques o no.

Hubo varios planes para un nuevo emblema estatal en 1917. El social revolucionario D.O. Khelaev sugirió el globo sobre una bandera roja, enmarcado con una corona de laurel, con cada hoja representando una parte étnica de la república. Esto fue un anticipo del escudo de armas de la URSS.

Durante 1917 también se intentó crear un nuevo himno nacional. F.I. Chaliapin propuso una versión, empleando una letra compuesta por él y música tomada en parte de la canción militar la “Garibaldisty”. Sin embargo, como comento un escritor en Russkaia muzikaln’maia gazeta (“Periódico Musical Ruso”): “Al igual que la bandera roja de los socialistas ha sustituido a la bandera nacional, la “Marsellesa” ha asumido el papel de himno nacional”. Se cantaba en reuniones del gobierno provisional, en las recepciones para las delegaciones extranjeras y en la apertura de la temporada de teatro de otoño. Su sonido acompañaba a los preparativos de la ofensiva de junio, incluyendo la famosa gira de propaganda de Kerenski por el frente.

Como ya se ha dicho, existían dos versiones diferentes de la “Marsellesa”. Las orquestas interpretaban la versión clásica, pero era más frecuente que el pueblo cantase la “Marsellesa de los Trabajadores” en la calle. Todos se identificaban con la versión que preferían. El conflicto entre las interpretaciones liberales y socialistas de la revolución tuvo su eco en un conflicto similar entre la llamada a los ciudadanos en la “Marsellesa” francesa y la llamada a la lucha social en la de los obreros rusos. Existía una interpretación militar del himno especialmente preferida por Kerenski; a veces, incluso encabezaba su interpretación o dirigía a los músicos en actuaciones públicas.

No obstante, los intentos por parte del gobierno provisional de utilizar la “Marsellesa” como propaganda patriótica podía ser contraproducente porque la “Marsellesa de los Trabajadores” ensalzaba las virtudes de la lucha de clases y de la causa anti-imperialista.

Mientras tanto, el himno socialista, la “Internacional”, se oía cada vez más en manifestaciones y reuniones a lo largo de 1917. El 14 de marzo, el Soviet de Petrogrado hizo una célebre proclama "A los Pueblos del Mundo”, tras la cual la orquesta tocó la “Internacional” seguida de la “Marsellesa”. El orden fue intencionado y con ello los dirigentes del Soviet enfatizaron su adhesión a los principios del internaiconalismo. Pero cuando los Diputados de los Soldados del Soviet de Moscú se unieron a la proclamación, sus diputados se limitaron a entonar la “Marsellesa”. Parece ser que consideraron que ésta era perfectamente adecuada para demostrar el internacionalismo. La “Internacional” era comparativamente nueva y desconocida en los primeros días de 1917. El 23 de marzo, a la orquesta de los marineros de Kronstadt le pareció apropiado interpretar la melodía en el entierro de las víctimas de la Revolución de Febrero en Petrogrado. Fue la única banda que lo hizo y su desconocimiento de la pieza le obligó a recurrir a la partitura. Sin embargo, en las semanas posteriores se escuchó el himno socialista con más frecuencia.

Cuando Lenin regresó a Petrogrado en abril fue recibido con la “Marsellesa” y con la “Internacional”. En su viaje por Rusia, fue recibido por activistas del partido cantando la “Marsellesa” en la frontera finlandesa. A su llegada a Petrogrado, el himno revolucionario volvió a ser interpretado por una banda militar en la Estación Finlandia. También acudieron algunas organizaciones del partido de distritos con sus propias bandas. El bolchevique V.I. Zalezhskii recordó que cuando Lenin terminó su discurso, las bandas tocaron un “himno revolucionario”, que se supone fue la “Marsellesa”. Sin embargo, más tarde, en la Mansióbn Kshesinskaia, Lenin sugirió a sus camaradas de partido que todos cantasen juntos “Varshavianka” y “Atormentado por la Cautividad”, dos de las canciones más antiguas del movimiento revolucionario. Y según E.D. Stasova, cuando alguien empezó a cantar la “Marsellesa”, Lenin frunció el entrecejo y dijo: “Cantemos la 'Internacional'”. Es evidente que Lenin era poco entusiasta de la “Marsellesa” y que prefería, con diferencia, la “Internacional”.

No es difícil encontrar las razones. Todos los socialdemócratas (no solamente los bolcheviques) consideraban la “Marsellesa” como un “himno burgués” de la revolución. “En nuestro bárbaro y retrasado país está teniendo lugar una revolución burguesa” escribió el menchevique V.L. Lvov-Rogachevskii en 1917, “pero hace mucho que pasó el momento de las revoluciones burguesas en Europa occidental. La “Internacional” sustituyó hace mucho tiempo a la “Marsellesa” y el socialismo llama a la puerta de un sistema burgués obsoleto”.

Otros socialistas al igual que Lenin compartían ese desagrado por la “burguesa” “Marsellesa”. Cuando el Regimiento Izmailovsky llegó para defender el Palacio Tauride durante los Días de Julio, iniciaron una atronadora interpretación de la “Marsellesa” –la misma canción que tocaron los Kronstadters cuando llegaron para exigir el poder para los soviéticos. En otras palabras, ambos lados, los defensores de y los contrarios a la Coalición, utilizaban la “Marsellesa” como símbolo de su causa. Al oir como se acercaba el regimiento, los dirigente soviéticos se abrazaron entre lágrimas de alivio. Entrelazando los brazos, irrumpieron espontáneamente a corear una emocionante “Aux armes, citoyens”. Fue, como refunfuñó Mártov, “la clásica escena del principio de una contrarrevolución”.

Además, para el ala izquierda de los socialistas, la “Marsellesa” era el himno nacional de un poder “imperislista”. Esto los distinguía de los “patriotas sociales” que reconocían la soberanía de fronteras e intereses nacionales. Era suficiente diferencia para producir choques –como en una reunión en París para conmemorar la Revolución Rusa, donde, según recordó Ilya Ehrenburg, “unos empezaron a cantar la “Marsellesa”, otros la “Internacional”. Terminó en pelea”. Para los franceses, la “Internacional” era una canción rebelde e internacional, mientras que la “Marsellesa” era una canción patriótica. Los comunistas franceses ni siquiera reconocieron la “Marsellesa” hasta los años 30, en tiempos del Frente Popular.

En 1917, las dos canciones coexistían en Rusia. Se las consideraba socias en una unida cultura política revolucionaria. De la misma manera, una interpretación de la “Marsellesa” en el frente ruso-alemán servía de señal para la confraternización entre los soldados de países opuestos. Solamente se pueden adivinar los sentimientos de los oficiales de la inteligencia alemana (que dirigían la confraternización en el bando alemán) cuando oían la música proveniente de las trincheras rusas, pero para los soldados rusos era un símbolo de la fraternidad universal.

Los investigadores soviéticos siempre sostuvieron que el conflicto entre la “burguesa” “Marsellesa” y la “proletaria” “Internacional” era el reflejo simbólico de la lucha política posterior a Febrero. Hay algo cierto en ello. Los bolcheviques en Petrogrado habían estado considerando el potencial propagandístico de la “Internacional” incluso antes de la llegada de Lenin en abril. Un artículo de M.S. Ol’minskii publicado en Pravda, el 10 de marzo, sostenía que los bolcheviques deberían animar a los soldados de todas las unidades del “ejército ruso a aprender a cantar la ‘Internacional’”. Estaba escrito a la manera de una directiva militar e incluso imitaba el estilo oficial de los decretos militares. Sin embargo los bolcheviques no fueron rápidos en aprender la canción, ni mucho menos enseñársela a otros. “Pocos nos sabíamos la letra de la ‘Internacional’”, recordó el bolchevique N.I. Podvoiskii en una conferencia militar en junio de 1917. No obstante, era el himno oficial del partido y se cantó en la clausura de la Conferencia del Partido en abril y en la Sexta Conferencia del Partido en agosto. Los bolcheviques no eran los únicos que se apropiaban de la canción: también la cantaron los delegados a la Conferencia del Partido Menchevique y, en el Tercer Congreso de los Socialistas Revolucionarios. En 1917, gran variedad de editores, tanto del partido como no, publicaron la letra de la “Internacional” en libretos. La verdad es que a lo largo de 1917, los principales partidos compartieron muchos símbolos, especialmente la “Marsellesa” y la bandera roja.


Extractos de “Interpretar la revolución rusa” de Orlando Figes y Boris Kolonitskii, Universitat de Valencia, 2001, pp. 90-94.

domingo, junio 7

La ofensiva y el ánimo de los soldados

Racionando alimentos en el Frente


Para elevar la moral de las tropas, Kerensky fue a recorrer el Frente durante mayo. Ahí su histérica oratoria alcanzó grados de intensa excitación. Con su voz lastimera y agitando los brazos, apeló a los soldados a hacer el supremo sacrificio por el glorioso futuro de la patria. Al final de esos discursos, él colapsaba en un estado de nervioso cansancio y tenía que ser reanimado con valeriana... En todo lugar era ovacionado como un héroe. Los soldados lo llevaban sobre hombres, tiraban flores a su paso y ellos mismos se postraban a sus pies... Nada como eso se había visto desde los días del zar.


Toda esa adulación, sin embargo, le daba a Kerensky la falsa impresión de que los soldados estaban dispuestos a combatir. Quince años después, en sus memorias, él aún insistiría que un "saludable espíritu de patriotismo en el Frente se había convertido en una fuerza definida". Pero esto estaba lejos de ser verdad. Las visitas de Kerensky lo ponían en contacto con una sección no representativa del ejército. Los mítines de soldados a los que se dirigía estaban concurridos por oficiales, la intelligentsia uniformada y los miembros de los comités de soldados. En esos mítines los discursos de Kerensky tenían un efecto hipnótico: producían la dulce ilusión de un victorioso fin de la guerra con sólo un heroico empuje adicional. Un soldado temeroso podía estar tentado en creer esto, aún si en lo más hondo él sabía que era falso, simplemente porque quería creer. Pero tales ilusiones se desvanecían pronto, una vez que regresaban a las trincheras. Fuera de esos mítines, sin embargo, entre la vasta mayoría de los soldados rasos, el ánimo era mucho más negativo. Kerensky era frecuentemente interrumpido por tales tropas durante sus viajes al frente aunque nunca parecía notar la advertencia que esto transmitía. En una ocasión cerca de Riga, un soldado fue empujado hacia el frente por sus compañeros para preguntar al Ministro. “Usted nos dice que debemos combatir a los alemanes para que los campesinos puedan tener la tierra. Pero ¿de qué nos sirve a los campesinos tener tierra si vamos a morir y no disfrutarlo?" Kerensky no tenía respuesta –y no había ninguna– pero ordenó al oficial al mando de la unidad enviar al soldado a casa: “Que sus compañeros sepan que no necesitamos cobardes en el ejército ruso”. El soldado no podía creer su suerte y súbitamente se desmayó, mientras el oficial se rascaba la cabeza incrédulo. ¿Cuántos soldados más habrían sido enviados a casa por ese motivo? Era claro que Kerensky veía a ese soldado como una excepción, de quien podía hacer un ejemplo. Parecía no comprender que habían millones como él.

Brusilov, por el contrario, estaba empezando a tener dudas sobre la moral de las tropas. “Los soldados están cansados”, escribió a su esposa a fines de abril, “y de todas formas no están preparados para ir a la ofensiva”. Al asumir el mando supremo del ejército, él hizo sus propias visitas a los frentes del norte y de occidente. En contraste con sus propios soldados del Frente Sud Occidental –alejados de la influencia de las ciudades revolucionarias-, encontró a las tropas en estado de completa desmoralización. De acuerdo a uno de sus ayudantes, Brusilov había evitado usar las palabras “ofensiva” o “avance” en caso de que los soldados lo atacaran. Brusilov no era un orador nato. El podía atraer a los soldados alrededor suyo y quitarse la capa y la chaqueta, poniéndolos –“democraticamente”- sobre su brazo izquierdo, para crear una atmósfera informal. Pero sus discursos no convencían a los soldados a decir –como podían haber dicho de Kerensky- “él es uno de nosotros”.

Como Brusilov pudo observar, los soldados estaban tan obsesionados con la idea de la paz que habrían estado listos a apoyar al zar mismo en tanto prometiera poner fin a la guerra. Sólo esto, decía Brusilov, en lugar de la creencia en un “socialismo” abstracto, explicaba que se sintieran atraídos por los bolcheviques. Los soldados en su gran mayoría eran simples campesinos, querían tierra y libertad, y empezaban a llamar a esto ”bolchevismo”, porque sólo ese partido prometía paz. Este “socialismo de trinchera” como Allan Wildman lo ha llamado en su magistral estudio del ejército ruso durante 1917, no era necesariamente organizado a través de canales partidarios formales o aún incentivado por los agentes bolcheviques. Aunque ambos estaban presentes en el Frente, ninguno estaba bien desarrollado como la mayoría de los comandantes estaba listo a creer cuando culpaban a los “bolcheviques” o “agentes bolcheviques” de toda derrota en el campo. (Culpando a los “bolcheviques” por cada derrota militar, los comandantes daban la impresión de que los bolcheviques eran mucho más influyentes de lo que realmente eran, y esto tenía el efecto de hacerlos más atractivos para la masa de soldados)…

Los comités de soldados, que muchos comandantes condenaban como el principal canal de este “bolchevismo” de trinchera, discutieron la próxima ofensiva y resolvieron no combatir. “¿Cuál es la utilidad de invadir Galitzia de cualquier forma?”, preguntaba un soldado. “¿Para qué diablos necesitamos tomar otra colina”, agregaba otro, “cuando podemos hacer la paz aquí abajo?”. Muchos soldados creían que el plan de paz del Soviet hacía que un mayor derramamiento de sangre careciera de sentido. No podían entender por qué sus oficiales estaban ordenándoles combatir cuando los líderes del Soviet estaban de acuerdo con la necesidad de la paz. La cuestión de una paz democrática, “sin anexiones ni indemnizaciones”, les era demasiado complicada de entender. Muchas de las tropas parecían estar bajo la impresión de que Amneksiia y Kontributasiia (“anexiones” e “indemnizaciones”) eran dos países de los Balcanes.

A medida que la ofensiva se aproximaba, el flujo de desertores crecía… El número verdadero de desertores durante la ofensiva fue mucho más alto que la cifra oficial de 170,000. Unidades enteras de desertores tomaron regiones en la retaguardia y vivían como bandidos…

En la víspera de la ofensiva, Brusilov advirtió a Kerensky de sus crecientes dudas. Las tropas se rehusaban a movilizarse al Frente. Docenas de motínes habían tenido lugar en guarniciones del ejército en la retaguardia e incluso, donde las unidades habían sido movidas camino a las trincheras, tres cuartos de los hombres habían desertado en ruta. Los soldados del frente también se habían amotinado cuando descubrieron lo que les esperaba adelante. Brusilov había sido forzado a desmembrar algunas de sus unidades más confiables. En el Quinto Ejército del Frente Norte, los soldados se rehusaron a obedecer las órdenes y declararon que Lenin era la única autoridad que reconocerían… Pero Kerensky no hacía caso de todas las advertencias de su jefe del ejército… Kerensky y sus colegas de gabinete ya tenían su idea formada: la ofensiva iba a seguir adelante y no había lugar para dudas de último minuto.

Extractos de “A people’s tragedy. The Russian Revolution 1891-1924” de Orlando Figes, Penguin Books, 1996, pp. 414-418. Traducción propia.