sábado, septiembre 19

Podemos proponer un compromiso (Lenin)

Rabochi Put N º 3 del 6 (19) de setiembre de 1917

Acerca de los compromisos

Llamase compromiso en política a hacer concesiones respecto a ciertas demandas, a renunciar a una parte de las reivindicaciones propias en virtud de un acuerdo con otro partido.

La idea habitual del vulgo acerca de los bolcheviques, sostenida por la prensa que los calumnia, consiste en que jamás aceptan compromiso alguno con nadie.

Tal idea nos halaga como partido del proletariado revolucionario, pues demuestra que hasta los enemigos se ven obligados a reconocer nuestra fidelidad a los principios fundamentales del socialismo y de la revolución. Pero, con todo, hay que decir la verdad: esa idea no corresponde a los hechos. Engels estaba en lo cierto cuando en su crítica del manifiesto de los blanquistas de la Comuna (en 1873) ridiculizaba la declaración de éstos: “¡Ningún compromiso!”. Eso es una frase - decía él-, pues, a menudo, los compromisos de un partido que lucha son impuestos inevitablemente por las circunstancias y es absurdo renunciar de una vez para siempre “a cobrarse la deuda por partes”. La tarea de un partido auténticamente revolucionario no consiste en declarar imposible la renuncia a cualquier compromiso, sino en saber mantenerse fiel, a través de todos los compromisos -en la medida en que sean inevitables-, a sus principios, a su clase y a su misión revolucionaria, a su obra de preparar la revolución y educar a las masas populares para triunfar en la revolución.

Un ejemplo. Participar en la III y IV Dumas fue un compromiso, una renuncia temporal a las reivindicaciones revolucionarias. Pero fue un compromiso absolutamente forzoso, pues la correlación de fuerzas descartaba para nosotros, por cierto tiempo, la lucha revolucionaria de masas, y su larga preparación hacía necesario saber trabajar incluso desde dentro de semejante “pocilga”. La historia demostró que tal planteamiento del problema por los bolcheviques, como partido, era justo.

Ahora, el problema inmediato no es un compromiso forzoso, sino un compromiso voluntario.

Nuestro partido, como cualquier otro partido político, aspira a conquistar la dominación política para sí. Nuestra meta es la dictadura del proletariado revolucionario. Seis meses de revolución han confirmado con extraordinaria claridad, fuerza y elocuencia lo justo e inevitable de tal reivindicación, en interés precisamente de esta revolución, pues el pueblo no podrá obtener de otro modo ni una paz democrática, ni la tierra para los campesinos ni una libertad completa (una república plenamente democrática). Así lo han mostrado y demostrado el curso de los acontecimientos en el medio año de nuestra revolución, la lucha de clases y de los partidos, el desarrollo de las crisis del 20 y 21 de abril, del 9 y 10 y del 18 y 19 de junio, de los días 3, 4 y 5 de julio y del 27 al 31 de agosto.

Ahora se ha producido en la revolución rusa un viraje tan brusco y original que, como partido, podemos proponer un compromiso voluntario, cierto que no a la burguesía -nuestro directo y principal enemigo de clase-, sino a nuestros adversarios más próximos, a los partidos “dirigentes” de la democracia pequeñoburguesa: los eseristas y los mencheviques.

Como una mera excepción, únicamente forzados por una situación especial que, al parecer, se mantendrá sólo poquísimo tiempo, podemos proponer un compromiso a esos partidos y, a mi juicio, debemos hacerlo.

Es un compromiso, por nuestra parte, retornar a la reivindicación de antes de julio: todo el poder a los Soviets, formación de un gobierno de eseristas y mencheviques responsable ante los Soviets.

Ahora, sólo ahora, y quizás apenas durante unos pocos días o por una o dos semanas, un gobierno de ese tipo podría formarse y afianzarse de un modo completamente pacífico. Podría garantizar, con una probabilidad gigantesca, un movimiento pacífico de avance de toda la revolución en Rusia y ofrecería extraordinarias posibilidades de que dé grandes pasos adelante el movimiento mundial hacia la paz y hacia el triunfo del socialismo.

Sólo en nombre de ese desarrollo pacífico de la revolución -posibilidad extraordinariamente rara en la historia y extraordinariamente valiosa, excepcionalmente insólita-, sólo en nombre de ella, pueden y deben, a mi parecer, aceptar tales compromisos los bolcheviques, partidarios de la revolución mundial y de los métodos revolucionarios.

El compromiso consistiría en que los bolcheviques, sin pretender participar en el gobierno (cosa imposible para un internacionalista si no se realizan efectivamente las condiciones de la dictadura del proletariado y de los campesinos pobres), renunciaran al paso inmediato del poder al proletariado y a los campesinos pobres y a los métodos revolucionarios de lucha por esa reivindicación. La condición, de por sí evidente y nada nueva para los eseristas y los mencheviques, sería la plena libertad de agitación y la convocatoria de la Asamblea Constituyente, sin nuevas dilaciones e incluso en un plazo más breve.

Los mencheviques y los eseristas, como bloque gubernamental, accederían (en el supuesto de que se llegara al compromiso) a constituir un gobierno, íntegra y exclusivamente responsable ante los Soviets, pasando a manos de éstos todo el poder también en las localidades. En eso consistiría la “nueva” condición. Creo que los bolcheviques no pondrían otras condiciones, confiando en que la verdadera y completa libertad de agitación y la inmediata aplicación de nuevos principios democráticos en la composición de los Soviets (nuevas elecciones) y en su funcionamiento garantizarían de por sí el avance pacífico de la revolución y pondrían fin pacíficamente a las luchas entre los partidos dentro de los Soviets.

¿Quizá esto sea ya imposible? Quizá. Pero si existe, aunque sólo sea una posibilidad entre cien, valdría la pena intentarlo.

...esta probabilidad dimana de la decisión de los eseristas y mencheviques de no colaborar en un gobierno del que formen parte los democonstitucionalistas.

Los bolcheviques ganarían al obtener la posibilidad de hacer con entera libertad agitación en pro de sus opiniones y, en condiciones efectiva y enteramente democráticas, conquistar influencia en los Soviets. De palabra, “todos” reconocen hoy esa libertad a los bolcheviques. Pero, en la práctica, es imposible bajo un gobierno burgués o con participación de la burguesía, bajo un gobierno que no sea soviético. Con un gobierno de los Soviets, esa libertad sería posible (no decimos: garantizada con seguridad, pero, no obstante, posible). En aras de esa posibilidad, en un momento tan difícil, habría que decidirse a un compromiso con la mayoría actual de los Soviets. Con una verdadera democracia, nosotros nada debemos temer, pues la vida está a nuestro favor, e incluso la forma en que se desarrollan las corrientes dentro de los partidos eserista y menchevique, hostiles a nosotros, confirma que estamos en lo cierto.

Los mencheviques y los eseristas ganarían al recibir en el acto la plena posibilidad de realizar el programa de su bloque, apoyándose en la mayoría, a ciencia cierta inmensa, del pueblo y asegurándose la utilización “pacífica” de su mayoría en los Soviets...

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Las líneas precedentes fueron escritas el viernes, 1 de septiembre, y, debido a circunstancias casuales (la historia dirá que, en los tiempos de Kerenski, no todos los bolcheviques gozaban del derecho a elegir libremente su lugar de residencia), no llegaron a la Redacción ese mismo día. Y después de haber leído los periódicos del sábado y los de hoy, domingo, me digo: quizá sea demasiado tarde para proponer un compromiso. Quizá hayan pasado también los pocos días en que era posible todavía un desarrollo pacífico. Sí, todo indica que han pasado ya. Kerenski se irá, de uno u otro modo, del partido eserista, se alejará de los eseristas y se afianzará, con ayuda de los burgueses, sin los eseristas y gracias a la inacción de éstos... Sí, todo indica que han pasado ya los días en que era posible casualmente la vía de desarrollo pacífico. Sólo me resta enviar estas notas a la Redacción, rogándole que las encabece así: Pensamientos tardíos... A veces, tal vez pueda tener cierto interés conocer algunos pensamientos tardíos.

3 de septiembre de 1917