sábado, agosto 15

Comité Central elegido en el VI Congreso del POSDR (Bolchevique)
21 Miembros plenos: Artiom (Sergueyev), Berzin, Bubnov, Bujarin, Dzerzhinsky, Kámenev, Kollontay, Krestinsky, Lenin, Miliutin, Muranov, Noguin, Rykov, Shaumian, Smilga, Sokolnikov, Stalin, Sverdlov, Trotsky, Uritsky y Zinoviev.

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Miembros suplentes: Dzhaparidze, Joffe, Kisleiov, Lomov, Skrypnik, Stasova, etc.

martes, agosto 11

El comienzo del bonapartismo (Lenin)

Rabochy i Soldat Nº 6 del 29 de julio (11 de agosto) de 1917

Ahora que el Gabinete de Kerensky, Nekrasov, Avksentiev y Cía. ha sido formado, el error más grave y desastroso que un marxista podría cometer sería confundir las palabras con los hechos, las apariencias engañosas con la realidad o generalmente con algo serio.

Dejemos ese pasatiempo a los mencheviques y eseristas que ya han ido demasiado lejos haciendo de payasos del bonapartista Kerensky. Realmente es bufonería de parte de los Chernov, los Avksentiev y los Tsereteli adoptar posturas conspicuas y palabras totalmente ornamentales mientras Kerensky –a exigencia de los kadetes– forma claramente una especie de Directorio secreto compuesto por él mismo, Nekrasov, Tereschenko y Savinkov; se queda callado sobre la Asamblea Constituyente y la declaración de julio; proclama la sagrada unión de las clases en su discurso al pueblo; concluye un acuerdo, en términos desconocidos para todos, con Kornílov que ha presentado un duro ultimatum; y continúa la política de arrestos escandalosamente irrefenables.

En un momento como éste, es ciertamente bufonería de parte de Chernov, desafiar a Miliukov a acudir a un tribunal de arbitraje; de parte de Avksentiev, gritar acerca de la futilidad de un estrecho punto de vista de clase; o de parte de Tsereteli y Dan, de impulsar en el Comité Ejecutivo Central resoluciones vacías adornadas de frases sin sentido, resoluciones que traen a la mente la Primera Duma kadete durante su peor período de impotencia frente al zarismo.

Precisamente, como los kadetes en 1906 prostituyeron la primera asamblea de representación popular en Rusia, reduciéndola a una miserable club de debates ante el avance de la contrarrevolución zarista, así los eseristas y mencheviques en 1917 han prostituido los Soviets reduciéndolos a un miserable club de debates ante el avance de la contrarrevolución bonapartista.

El gabinete de Kerensky es sin duda un gabinete que está dando los primeros pasos hacia el bonapartismo. Vemos el principal síntoma histórico del bonapartismo: la maniobra del poder del Estado –que cuenta con el apoyo de una camarilla militar (de los peores elementos del ejército)– entre dos clases y fuerzas hostiles que más o menos se contrapesan entre ellas.

La lucha de clases entre la burguesía y el proletariado ha alcanzado el límite, y el 20 y 21 de abril así como el 3-5 de julio, el país estuvo a un pelo de la guerra civil. La situación socio-económica ciertamente da forma la base clásica para el bonapartismo. Y luego, esta condición es combinada con otras que son bastante afines a ella: la burguesía vocifera y delira contra los Soviets pero todavía no tiene poder para dispersarlos; mientras los Soviets, prostituidos por Tsereteli, Chernov y Cía, no tienen ahora el poder para poner una seria resistencia a la burguesía.

Los terratenientes y campesinos, también, viven como en las vísperas de la guerra civil: los campesinos exigen tierra y libertad, y pueden ser contenidos sólo por un gobierno bonapartista capaz de hacer las más inescrupulosas promesas a todas las clases sin cumplir ninguna.

Agreguen a esto la situación creada por una temeraria ofensiva y los reveses militares, en el que las frases ornamentales acerca de salvar el país son particularmente elegantes (ocultando el deseo de salvar el programa imperialista de la burguesía), y tendrán una perfecta fotografía del escenario socio-político del bonapartismo.

No nos dejemos engañar por las frases. No dejemos que nos lleve a error la idea de que todo lo que tenemos son los primeros pasos del bonapartismo. Son los primeros pasos los que debemos tener la capacidad de discernir a menos que deseemos estar en el ridículo apuro del estúpido filisteo que se lamenta del segundo paso cuando él mismo ayudó a que se diera el primero.

Ahora sería estúpido filisteísmo abrigar ilusiones constitucionalistas, tales como, por ejemplo, que el actual gabinete probablemente está a la izquierda de todos los anteriores (véase Izvestia), que la bien intencionada crítica de los Soviets podría rectificar los errores del gobierno, que los arrestos arbitrarios y la supresión de los periódicos fueron incidentes aislados que se espera no se repetan más, o que Zrudny es un hombre honesto y que en la Rusia republicana y democrática es posible un juicio justo y que todos deberían presentarse en él, etc., etc.

La estupidez de esas ilusiones constitucionalistas filisteas es tan obvia que requiere una refutación.

La lucha contra la contrarrevolución burguesa exige sobriedad y la capacidad para ver y hablar de las cosas como ellas son.

El bonapartismo en Rusia no es accidental sino un producto natural de la evolución de la lucha de clases en un país pequeño-burgués con un considerable desarrollo capitalista y un proletariado revolucionario. Etapas históricas como el 20 y 21 de abril, el 9 y 10 de junio, el 18 y 19 de junio, y el 3-5 de julio son hitos que demuestran claramente cómo sucedieron los preparativos para el bonapartismo. Sería un gran error pensar que una situación democrática excluye el bonapartismo. Por el contrario, es exactamente en una situación como esta (la historia de Francia la ha confirmado dos veces) en que el bonapartismo emerge, dada una cierta relación entre las clases y su lucha.

Sin embargo, reconocer la inevitabilidad del bonapartismo no significa de ninguna manera olvidar la inevitabilidad de su caída.

Si sólo decimos que la contrarrevolución ha ganado temporalmente la mano aquí en Rusia estaríamos evadiendo el problema.

Si analizamos el origen del bonapartismo y sin temor enfrentamos la verdad, diciendo a la clase obrera y a todo el pueblo que el comienzo del bonapartismo es un hecho, que deberíamos empezar una verdadera y resuelta lucha por derrocar el bonapartismo, una lucha conducida en una gran escala política y basada en los intereses de clase de largo alcance.

La Rusia bonapartista de 1917 difiere de los inicios del bonapartismo francés de 1799 y 1848 en varios aspectos, tal como el hecho de que ninguna sola tarea importante de la revolución ha sido cumplida aquí. La lucha por resolver las cuestiones agraria y nacional está sólo ganando ímpetu.

Kerensky y los kadetes contrarrevolucionarios que lo utilizan como un peón, no pueden convocar la Asamblea Constituyente en una fecha determinada ni postergarla sin que en ambos casos promuevan la revolución. Y la catástrofe generada por la prolongación de la guerra imperialista sigue acercándose con mayor fuerza y velocidad que nunca.

Los contingentes avanzados del proletariado ruso han tenido éxito de emerger de nuestros días de junio y julio sin haber perdido mucha sangre. El partido del proletariado tiene todas las oportunidades para elegir las tácticas y la forma o formas de organización que en cualquier circunstancia impedirán inesperadas (aparentemente inesperadas) persecuciones bonapartistas que limiten su existencia y sus mensajes regulares al pueblo.

Que el Partido le diga al pueblo, en voz alta y claramente, toda la verdad, que el bonapartismo está comenzando; que el “nuevo” gobierno de Kerensky, Avksentiev y Cía. es sólo una pantalla de los kadetes contrarrevolucionarios y la camarilla militar que está en el poder en el momento actual; que el pueblo no puede obtener paz, los campesinos no pueden obtener tierra, los trabajadores no pueden obtener la jornada de ocho horas y el hambriento no puede conseguir pan, a menos que la contrarrevolución sea extirpada. Que el Partido diga eso, y cada paso en la marcha de los acontecimientos lo confirmará.

Con notable velocidad Rusia ha pasado toda una época en que la mayoría del pueblo puso su fe en los partidos pequeño-burgueses eserista y menchevique. Y ahora la mayoría del pueblo trabajador está empezando a pagar cara su credulidad.

Todo indica que la marcha de los acontecimientos está continuando a un ritmo muy rápido y que el país se está aproximando a la siguiente época, en que la mayoría del pueblo trabajador tendrá que confiar su destino al proletariado revolucionario. El proletariado revolucionario tomará el poder e iniciará la revolución socialista, a pesar de todas las dificultades y posibles zigzags del desarrollo, atraerá a los obreros de todos los países avanzados a la revolución, y derrotará a la guerra y al capitalismo.

lunes, agosto 10

VI Congreso Bolchevique: "Derrocamiento de la dictadura de la burguesía imperialista: la consigna del momento"

VI Congreso del P.O.S.D.R. (Bolchevique)
26 de Julio - 3 de agosto de 1917

INFORME SOBRE LA SITUACION POLÍTICA
30 de julio (10 de agosto) de 1917
José Stalin


Camaradas:

El problema de la situación política de Rusia es el problema de la suerte de nuestra revolución, el problema de sus victorias y de sus derrotas en plena guerra imperialista.

Ya en febrero se puso en claro que las fuerzas básicas de nuestra revolución son el proletariado y los campesinos, vestidos, a consecuencia de la guerra, con el uniforme de soldado.

Las cosas han ocurrido de tal modo, que en la lucha contra el zarismo, en el mismo campo que estas fuerzas, y como formando coalición con ellas, se hallaron otras fuerzas: la burguesía liberal y el capital aliado.

El proletariado ha sido y continúa siendo el enemigo a muerte del zarismo. El campesinado tenía fe en el proletariado, y al ver que no obtendría la tierra sin derrocar al zarismo, siguió al proletariado.

La burguesía liberal estaba decepcionada del zarismo y se apartó de él, ya que, lejos de conquistarle nuevos mercados, ni siquiera había sabido mantener los anteriores y había entregado a Alemania quince provincias.

El capital aliado, amigo y bienqueriente de Nicolás II, también se vio “obligado” a traicionar al zarismo, ya que éste no sólo no le garantizaba la apetecida “unidad del frente”, sino que, por añadidura, preparaba con toda evidencia una paz por separado con Alemania.

De tal modo, el zarismo resultó aislado.

Así se explica, en esencia, el “asombroso” hecho de que el zarismo “falleciera tan apacible y silenciosamente”.

Ahora bien, estas fuerzas perseguían fines totalmente distintos.

La burguesía liberal y los capitalistas anglo-franceses querían hacer en Rusia una revolución pequeña, al estilo de la revolución de los Jóvenes Turcos, a fin de suscitar el entusiasmo de las masas populares y utilizarlo para una guerra grande, mientras el Poder de los capitalistas y de los terratenientes quedaría incólume en lo fundamental. ¡Una revolución pequeña para una guerra grande!

Por el contrario, los obreros y los campesinos perseguían una demolición radical del viejo régimen, lo que nosotros llamamos una gran revolución, a fin de derrocar a los terratenientes, someter a la burguesía imperialista y, de tal modo, terminar la guerra, y asegurar la paz. ¡Una gran revolución y la paz!

Esta contradicción cardinal ha constituido la base del desarrollo de nuestra revolución, de todas y cada una de las “crisis de Poder”.

La “crisis” del 20 al 21 de abril es la primera expresión notoria de esta contradicción. Si en la historia de estas “crisis” la burguesía imperialista siempre ha podido apuntarse, hasta ahora, el éxito, no se debe sólo a que el frente de la contrarrevolución, dirigido por el partido demócrata constitucionalista, estuviera bien organizado, sino, ante todo, a que los partidos conciliadores eserista y menchevique, que se inclinan hacia el imperialismo y que todavía arrastran a grandes masas, rompían en todas las ocasiones el frente de la revolución, se pasaban al bando de la burguesía e inclinaban de este modo la balanza en favor del frente de la contrarrevolución.

Así ocurrió en abril. Así ocurrió en julio.

El “principio” de la coalición con la burguesía imperialista, promovido por los mencheviques y los eseristas, ha resultado en la práctica el medio pernicioso, gracias al cual el partido demócrata constitucionalista, el partido de los capitalistas y de los terratenientes, aislando a los bolcheviques, ha ido fortaleciendo paso a paso sus posiciones con las manos de esos mismos mencheviques y eseristas...

La calma que se produjo en marzo, abril y mayo en el frente fue aprovechada para el desarrollo sucesivo de la revolución. La revolución, espoleada por el desbarajuste general en él país y estimulada por la existencia de libertades que no tiene ningún país beligerante, ha ido ahondándose más y más, poniendo al orden del día las cuestiones sociales. La revolución irrumpe en la esfera económica, planteando el problema del control obrero en la industria, el de la nacionalización de la tierra y el del suministro de aperos a los campesinos pobres, el de la organización de un intercambio acertado entre la ciudad y el campo, el de la nacionalización de los Bancos y, en fin, el de la toma del Poder por el proletariado y las capas pobres del campesinado. La revolución está ya ante la necesidad de llevar a cabo transformaciones socialistas.

Algunos camaradas dicen que, como en nuestro país el capitalismo está poco desarrollado, es utópico plantear el problema de la revolución socialista. Tendrían razón si no hubiese la guerra, si no existiera la ruina, si no se hallaran resquebrajadas las bases de la organización capitalista de la economía nacional. La cuestión de la ingerencia en la esfera económica surge en todos los Estados como algo imprescindible en las condiciones de la guerra. En Alemania esta cuestión también ha sido planteada por la vida y se resuelve sin la participación directa y activa de las masas. No así en Rusia. En nuestro país, la ruina ha adquirido proporciones más amenazadoras. De otro lado, en ningún país que se encuentre en guerra existe una libertad análoga a la nuestra. Además, hay que tener en cuenta el inmenso grado de organización de los obreros: en Petrogrado, por ejemplo, el 66 % de los metalúrgicos están organizados. Por último, en ninguna parte el proletariado ha tenido ni tiene organizaciones tan amplias como los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. Es comprensible que, al disponer del máximo de libertad y de organización, los obreros no pudieran renunciar, sin cometer un suicidio político, a la ingerencia activa en la vida económica del país en el sentido de las transformaciones socialistas. Sería indigna pedantería exigir que Rusia “esperase” a efectuar transformaciones socialistas hasta que “comenzara” Europa. “Comienza” el país que dispone de más posibilidades...

Por cuanto la revolución ha ido tan lejos, forzosamente tenía que despertar la vigilancia de los contrarrevolucionarios, estimular a la contrarrevolución. Este ha sido el primer factor que ha movilizado a la contrarrevolución.

El segundo factor ha sido la aventura comenzada con la política de ofensiva en el frente, y diversas rupturas del frente que han privado al Gobierno Provisional de todo prestigio y han dado alas a la contrarrevolución, llevándola a emprender un ataque contra el gobierno. Corren rumores de que ha empezado un período de provocaciones en amplia escala. Los delegados del frente consideran que tanto la ofensiva como la retirada, en una palabra, todo lo ocurrido en el frente, estaba preparado para desacreditar la revolución y derribar a los Soviets. No sé si estos rumores son ciertos o no, pero es de notar que el 2 de julio salieran del gobierno los demócratas constitucionalistas, que el 3 comenzaran los acontecimientos de julio y que el 4 se recibieran las noticias sobre la ruptura del frente. ¡Asombrosa coincidencia! No se puede decir que los demócratas constitucionalistas dimitieran a causa de la decisión sobre el problema de Ucrania, ya que ellos no se oponían a la solución de este problema. Existe un segundo hecho, que confirma el supuesto de que ha comenzado verdaderamente un período de provocaciones: me refiero al tiroteo de Ucrania59. Ante tales hechos, para los camaradas debe estar claro que la ruptura del frente figuraba en el plan de la contrarrevolución como uno de los factores que debían desprestigiar la idea de la revolución ante las amplias masas pequeñoburguesas.

Existe un tercer factor que ha robustecido las fuerzas de la contrarrevolución en Rusia: el capital aliado. Si el capital aliado, viendo que el zarismo iba a la paz por separado, traicionó al gobierno de Nicolás, nadie le impide romper con el gobierno actual, si resulta incapaz de mantener el frente “único”. Miliukov ha dicho en una reunión que Rusia es considerada en el mercado internacional como proveedora de hombres, a cambio de los cuales recibe dinero, y que si se pusiera en claro que el nuevo Poder, personificado por el Gobierno Provisional, es incapaz de mantener el frente único de la ofensiva contra Alemania, no valdría la pena subsidiar a tal gobierno. Y sin dinero, sin créditos, el gobierno fracasaría. En esto reside el secreto de que en el período de la crisis los demócratas constitucionalistas alcanzaran una gran fuerza. Por su parte, Kerenski y todos los ministros eran muñecos en manos de los demócratas constitucionalistas. La fuerza de los demócratas constitucionalistas consistía en que los respaldaba el capital aliado.

Ante Rusia había dos caminos:

o cesar la guerra, romper todos los vínculos financieros con el imperialismo, continuar el avance de la revolución, resquebrajar las bases del mundo burgués y comenzar la era de la revolución obrera;

o seguir el otro derrotero, el derrotero de la continuación de la guerra, de la continuación de la ofensiva en el frente, de la subordinación a todas las órdenes del capital aliado y de los demócratas constitucionalistas, en cuyo caso se dependerá por entero del capital aliado (en el Palacio de Táuride corrían rumores insistentes de que Norteamérica proporcionaría ocho mil millones de rublos, los recursos para “restablecer” la economía) y triunfará la contrarrevolución.

Una tercera opción no existe.

El intento de los eseristas y de los mencheviques de presentar las acciones del 3 y el 4 de julio como una rebelión armada, es sencillamente risible. El 3 de julio propusimos la unidad del frente revolucionario para combatir a la contrarrevolución. Nuestra consigna “¡Todo el Poder a los Soviets!” significa, precisamente, crear un frente único revolucionario. Pero los mencheviques y los eseristas, temerosos de apartarse de la burguesía, nos han vuelto la espalda, lo que ha escindido el frente revolucionario en beneficio de los contrarrevolucionarios. Si hay que hablar de los culpables de la victoria de la contrarrevolución, los culpables son los eseristas y los mencheviques. Nuestra desgracia consiste en que Rusia es un país pequeñoburgués, que por el momento sigue a los eseristas y mencheviques, comprometidos con los demócratas constitucionalistas. Y la revolución cojeará y tropezará hasta que las masas no se decepcionen de la idea de los compromisos con la burguesía.

Tenemos ahora ante nosotros el panorama de la dictadura de la burguesía imperialista y del generalato contrarrevolucionario. El gobierno, que en apariencia lucha contra esa dictadura, cumple de hecho su voluntad, siendo únicamente la pantalla que la cubre ante la cólera popular. Los Soviets, debilitados y deshonrados por su política de incesantes concesiones, completan sólo el panorama; y si no los disuelven es porque los “necesitad” como “imprescindible” y muy “cómoda” cobertura.

Así, pues, la situación ha cambiado de raíz.

También debe cambiar nuestra táctica.

Antes preconizábamos el paso pacífico del Poder a los Soviets presuponiéndose que bastaba adoptar en el Comité Ejecutivo Central de los Soviets un acuerdo sobre la toma del Poder para que la burguesía dejara pacíficamente la vía franca. En efecto, en marzo, abril y mayo cada decisión de los Soviets era ley, porque en
todo momento se la podía respaldar con la fuerza. La situación ha cambiado al ser desarmados los Soviets y quedar reducidos (prácticamente) al grado de simples organizaciones “profesionales”. Ahora no se cuenta para nada con las decisiones de los Soviets. Ahora para tomar el Poder es preciso derrocar primero la dictadura
existente.

El derrocamiento de la dictadura de la burguesía imperialista: tal debe ser la consigna del Partido en estos momentos.

El período pacífico de la revolución ha terminado. Ha comenzado un período de choques y explosiones. La consigna del derrocamiento de la dictadura actual sólo puede llevarse a cabo a condición de que se produzca un nuevo y potente auge político en toda Rusia. La marcha toda del desarrollo del país, la circunstancia de que no haya sido solventado ninguno de los problemas cardinales de la revolución, ya que las cuestiones de la tierra, del control obrero, de la paz y del Poder no están resueltas, hacen ese auge inevitable.

Las represiones, sin solucionar ningún problema de la revolución, no hacen sino agravar la situación.

Las fuerzas básicas del nuevo movimiento serán el proletariado urbano y las capas pobres del campesinado. En caso de victoria, ellos tomarán el Poder en sus manos.

El rasgo característico del momento consiste en que las medidas contrarrevolucionarias se aplican con las manos de los “socialistas”. Sólo gracias a tal pantalla puede subsistir todavía la contrarrevolución algún que otro mes. Pero por cuanto se desarrollan las fuerzas de la revolución, se producirán estallidos, y llegará el momento en que los obreros levantarán y agruparán á su alrededor a las capas pobres del campesinado, enarbolarán la bandera de la revolución proletaria y abrirán la era de la revolución socialista en Europa.

domingo, agosto 9

VI Congreso Bolchevique: "Los bolcheviques están solos. Contra ellos se unen todos los elementos a su derecha"

VI Congreso del P.O.S.D.R. (Bolchevique)
26 de Julio - 3 de agosto de 1917

INFORME SOBRE LA GESTION DEL COMITE CENTRAL
27 de julio (9 de agosto)
José Stalin
Camaradas:

El informe sobre la gestión del Comité Central abarca los dos meses y medio últimos: mayo, junio y la primera quincena de julio. La actividad del Comité Central en mayo transcurrió en tres direcciones.

En primer término, fue lanzada la consigna de nuevas elecciones a los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. El Comité Central partía de que nuestra revolución se desarrolla 'por una vía pacífica, de que mediante nuevas elecciones a los Soviets de Diputados Obreros y Soldados era posible modificar la composición de los Soviets y, por lo tanto, la del gobierno. Nuestros adversarios nos atribuían el propósito de adueñarnos del Poder. Eso era una calumnia. No abrigábamos semejantes intenciones. Nosotros decíamos que existía la posibilidad de modificar, mediante nuevas elecciones a los Soviets, el carácter de su actividad, a tenor con los deseos de las amplias masas. Veíamos con claridad que bastaba disponer de la mitad más uno de los votos en los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, para que el Poder se viese precisado a seguir otro derrotero. Por eso, en mayo, todo el trabajo transcurrió bajo la bandera de las nuevas elecciones. En resumidas cuentas, conquistamos cerca de la mitad de las actas de la minoría obrera del Soviet y alrededor de 1/4 de la de los soldados.

En segundo lugar, la agitación contra la guerra. La condena a muerte de F. Adler nos dio motivo para organizar diversos mítines de protesta contra la pena de muerte y contra la guerra. Los soldados acogieron bien esta campaña.

El tercer aspecto de la actividad del Comité Central fueron las elecciones municipales de mayo. El Comité Central y el Comité de Petersburgo consagraron todos los esfuerzos a dar la batalla tanto a los demócratas constitucionalistas -fuerza básica de la contrarrevolución- como a los mencheviques y eseristas, que, voluntaria o involuntariamente, siguen a los demócratas constitucionalistas. De los 800.000 votos de Petrogrado obtuvimos casi el 20%, siendo de señalar que conquistamos por completo la Duma del distrito de Víborg. Los camaradas soldados y marinos prestaron un particular servicio al Partido.

Así, pues, mayo transcurrió bajo el signo de: 1) las elecciones municipales, 2) la agitación contra la guerra y 3) las nuevas elecciones al Soviet de Diputados Obreros y Soldados.

Junio. Los rumores sobre la preparación de una ofensiva en el frente ponían nerviosos a los soldados. Aparecieron toda una serie de órdenes, que reducían a la nada los derechos de los soldados. Todo esto electrizaba a las masas. Cada rumor recorría en el acto todo Petrogrado y ponía en conmoción a los obreros y, particularmente, a los soldados. Los rumores de ofensiva; las órdenes del día de Kerenski con la declaración de los derechos del soldado; las medidas para descongestionar Petrogrado de elementos “innecesarios”, según decían las autoridades, aunque estaba claro que lo que se quería era apartar de Petrogrado a los elementos revolucionarios; el desbarajuste económico, que adquiría contornos más y más acusados: todo esto sembraba el nerviosismo entre los obreros y los soldados. En las fábricas se celebraban asambleas, y llovían las propuestas de regimientos y fábricas de que organizáramos una manifestación. Para el 5 de junio se proyectaba una manifestación. Pero el Comité Central dispuso que no se celebrara por el momento y que el día 7 se convocase una asamblea de representantes de los distritos, de las fábricas y de los regimientos y se resolviera en ella el problema de la manifestación. La asamblea fue convocada y asistieron unas 200 personas. Se evidenció que quienes estaban más inquietos eran los soldados. Por inmensa mayoría de votos se decidió organizar la manifestación. Se puso a discusión el problema de la conducta a seguir en el caso de que el Congreso de los Soviets, inaugurado por aquellos días, se pronunciase contra la manifestación. La inmensa mayoría de los camaradas que hicieron uso de la palabra, estimaba que no había fuerza capaz de detener la manifestación. Después de esto, el Comité Central acordó encargarse de organizar una manifestación pacífica. A la pregunta de los soldados de si podrían ir armados, el Comité Central respondió disponiendo que no se fuera con armas. Sin embargo, los soldados opinaban que era imposible ir a la manifestación desarmados, que las armas eran la única garantía efectiva contra los excesos de los burgueses y que llevarían las armas sólo para defensa propia.

El 9 de junio, el Comité Central, el Comité de Petersburgo y la Organización Militar celebran una reunión conjunta. El Comité Central plantea si no convendría diferir nuestra manifestación, en vista de que el Congreso de los Soviets y todos los partidos “socialistas” se pronuncian en contra de ella. Todos responden que no.

A las 12 de la noche del 9 de junio, el Congreso de los Soviets hace público un llamamiento, en el que lanza todo el peso de su autoridad contra nosotros. El Comité Central dispone que no se organice el 10 de junio la manifestación y se aplace hasta el 18 de junio, teniendo en cuenta que el mismo Congreso de los Soviets convoca para dicha fecha una manifestación, en la cual las masas podrán expresar su voluntad. Los obreros y los soldados acogen con reprimido descontento esta disposición del Comité Central, pero la cumplen. Es característico, camaradas, que aquel día, el 10 de junio, por la mañana, cuando diversos oradores del Congreso de los Soviets hacían uso de la palabra en las fábricas para “acabar con los intentos de organizar la manifestación”, la inmensa mayoría de los obreros sólo accediera a escuchar a oradores de nuestro Partido. El Comité Central consiguió tranquilizar a los soldados y a los obreros. De este modo se puso de relieve nuestra organización.

El Congreso de los Soviets, al convocar la manifestación para el 18 de junio, anunció al mismo tiempo que se celebraría bajo la bandera de la libertad de consignas. Estaba claro que el Congreso había decidido dar la batalla a nuestro Partido. Nosotros aceptamos el reto y nos pusimos a preparar las fuerzas para la proyectada manifestación.

Los camaradas saben cómo transcurrió la manifestación del 18 de junio. Hasta los periódicos burgueses dijeron que la inmensa mayoría de los manifestantes había seguido las consignas de los bolcheviques. La consigna fundamental fue: “¡Todo el Poder a los Soviets!”. Acudieron, por lo menos, 400.000 manifestantes. Sólo tres grupitos -el Bund, los cosacos y los partidarios de Plejánov- se atrevieron a presentar la consigna de “¡Confianza en el Gobierno Provisional!”, y se arrepintieron de ello, porque les obligaron a enrollar sus banderas. El Congreso de los Soviets hubo de convencerse por sus propios ojos de que la fuerza y la influencia de nuestro Partido son muy grandes. Todos quedaron persuadidos de que la manifestación del 18 de junio, más imponente que la del 21 de abril, no pasaría en vano. Y, en efecto, no debía pasar en vano. “Riech” decía que, según todas las probabilidades, se producirían grandes cambios en el gobierno, ya que las masas no aprobaban la política de los Soviets. Mas, precisamente aquel día comenzó la ofensiva de nuestras tropas en el frente, una ofensiva afortunada, y con este motivo empezaron las manifestaciones de los reaccionarios en la Perspectiva Nevski. Esta circunstancia redujo a la nada la victoria moral de los bolcheviques en la manifestación. También quedaron reducidos a cero los posibles resultados prácticos de que hablaban tanto “Riech” como los portavoces oficiales de los partidos gobernantes eserista y menchevique.

El Gobierno Provisional quedó en el Poder. La ofensiva afortunada, los éxitos parciales del Gobierno Provisional y los diversos proyectos de retirada de las tropas de Petrogrado surtieron el consiguiente efecto en los soldados. Estos hechos les permitieron cerciorarse de que el imperialismo pasivo se transformaba en imperialismo activo. Comprendieron que había llegado un período de nuevos sacrificios.

El frente reaccionó a su modo a la política de imperialismo activo. A pesar de la prohibición, diversos regimientos pusieron a votación si debían emprender la ofensiva o no. El Alto Mando no comprendió que, en las nuevas condiciones de Rusia y no estando claros los fines de la guerra, no es posible lanzar ciegamente a las masas a una ofensiva. Ocurrió lo que habíamos pronosticado: la ofensiva se vio condenada al fracaso.

Las postrimerías de junio y los primeros días de julio transcurren bajo la divisa de la política de ofensiva. Corren rumores de restauración de la pena de muerte, de disolución de diversos regimientos, de apaleamientos en el frente. De allí llegan delegados que informan de detenciones y apaleamientos en sus unidades. Análogas noticias comunican los regimientos de granaderos y de ametralladoras. Todo esto abonó el terreno para una nueva acción de los obreros y los soldados en Petrogrado.

Paso a los acontecimientos del 3 al 5 de julio. Los sucesos comienzan el 3 de julio, a las 3 de la tarde, en el local del Comité de Petersburgo.

3 de julio. Las 3 de la tarde. Reunión de la Conferencia de Petrogrado de nuestro Partido. Se examina el inocuo problema de las elecciones municipales. Llegan dos representantes de un regimiento de la guarnición y declaran de pronto que “tienen decidido actuar esta tarde”, “no pueden tolerar más en silencio que se esté disolviendo regimiento tras regimiento en el frente” y “han enviado ya delegados a las fábricas y a los regimientos”, invitándoles a sumarse a la acción. El camarada Volodarski, representante de la presidencia de la Conferencia, declara en contestación que “en el Partido existe el acuerdo de no ir a la acción, que los miembros del Partido en el regimiento no deben infringir la decisión del Partido”.

Las 4 de la tarde. El Comité de Petersburgo, la Organización Militar y el Comité Central del Partido examinan la cuestión y deciden no ir a la acción. La decisión es aprobada por la Conferencia, cuyos miembros van a las fábricas y los regimientos para disuadir a los camaradas.

Las 5 de la tarde. Palacio de Táuride. Sesión del Buró del Comité Ejecutivo Central de los Soviets. Por encargo del Comité Central del Partido, el camarada Stalin, somete al Buró del Comité Ejecutivo Central una declaración acerca de todo lo sucedido y da cuenta de la decisión de los bolcheviques de no ir a la acción.

Las 7 de la tarde. Ante el local del Comité de Petersburgo. Desfilan varios regimientos con banderas. Consigna: “¡Todo el Poder a los Soviets!”. Se detienen ante el local del Comité de Petersburgo y piden a los miembros de nuestra organización que “digan algo”. Los oradores bolcheviques Lashévich y Kuráev explican en sus discursos la situación política del momento e invitan a desistir de la acción. Les contestan con gritos de “¡Fuera!”. Entonces los miembros de nuestra organización proponen que se elija una delegación para exponer los deseos de los manifestantes al Comité Ejecutivo Central de los Soviets y que después se regrese a los regimientos. En respuesta suena un ensordecedor “¡Hurra!”. La banda toca “Le Marsellesa”... A esta hora la noticia de que los demócratas constitucionalistas han abandonado el gobierno recorre todo Petrogrado, sembrando el nerviosismo entre los obreros. Después de los soldados aparecen columnas de obreros. Llevan las mismas consignas que los soldados. Los soldados y los obreros se dirigen hacia el Palacio de Táuride.

Las 9 de la noche. Local del Comité de Petersburgo. Desfile incesante de delegados de las fábricas. Todos proponen a las organizaciones de nuestro Partido que intervengan y se encarguen de dirigir la manifestación. En caso contrario, “habrá derramamiento de sangre”. Se oyen voces proponiendo que se elijan delegaciones de las fábricas, con el fin de comunicar al Comité Ejecutivo Central de los Soviets la voluntad de los manifestantes, y que las masas, después de escuchar más tarde los informes de las delegaciones, se disuelvan pacíficamente.

Las 10 de la noche. Palacio de Táuride. Reunión de la sección obrera del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado. En vista de los informes de los obreros de que la manifestación se ha iniciado, la mayoría de la sección decide, a fin de evitar excesos, intervenir en la manifestación para darle un carácter pacífico y organizado. La minoría, disconforme con esta decisión, abandona la sala. La mayoría elige un Buró para poner en práctica el acuerdo recién aprobado.

Las 11 de la noche. El lugar de reunión del Comité Central y del Comité de Petersburgo de nuestro Partido se traslada al Palacio de Táuride, adonde desde la tarde no dejan de afluir los manifestantes. Llegan agitadores de los distritos y representantes de las fábricas. Reunión de representantes del Comité Central de nuestro Partido, del Comité de Petersburgo, de la Organización Militar, del Comité Interdistrital, del Buró de la sección obrera del Soviet de Petrogrado. Los informes de los distritos ponen en claro que:

1) será imposible impedir que los obreros y soldados vayan mañana a la manifestación;
2) los manifestantes llevarán armas exclusivamente para defenderse, como garantía efectiva contra los disparos provocadores que puedan hacerse desde la Perspectiva Nevski: “contra gentes armadas no es tan fácil disparan”.

La reunión decide: en el momento en que las masas revolucionarias de obreros y soldados se manifiestan bajo la consigna de “¡Todo el Poder a los Soviets!”, el Partido del proletariado no tiene derecho a lavarse las manos ni a inhibirse, no puede abandonar a las masas a su suerte, debe estar con las masas, para dar un carácter consciente y organizado al movimiento espontáneo. La reunión decide proponer a los obreros y soldados que elijan delegados de los regimientos y de las fábricas y declaren, a través de ellos, sus deseos al Comité Ejecutivo Central de los Soviets. En el espíritu de esta decisión se redacta un llamamiento, invitando a una “manifestación pacífica y organizada”.

Las 12 de la noche. Más de 30.000 obreros de la fábrica Putílov aparecen frente al Palacio de Táuride. Banderas. Consigna: “¡Todo el Poder a los Soviets!”. Elección de delegados. Los delegados informan al Comité Ejecutivo sobre las reivindicaciones de los obreros de la fábrica Putílov. Los soldados y los obreros, congregados frente al Palacio de Táuride, comienzan a dispersarse.

4 de julio. Durante el día. Desfile de obreros y de soldados. Banderas. Consignas bolcheviques. Los manifestantes se encaminan hacia el Palacio de Táuride. Cierran el desfile millares de marinos de Cronstadt. Los manifestantes, según testimonio de los periódicos burgueses (“Birzhovka”), no son menos de 400.000. Júbilo en las calles. El público acoge a los manifestantes con alegres “¡hurras!”. Después del mediodía comienzan los excesos. Las fuerzas oscuras de los barrios burgueses ensombrecen la manifestación de los obreros con criminales disparos provocativos. Ni siquiera “Birzhevíe Viédomosti” se atreve a negar que quien comenzó a disparar fueron los enemigos de la manifestación. “A las 2 en punto de la tarde -escribe “Birzhovka” (edición vespertina del 4 de julio)-, en la esquina de Sadóvaia y Nevski, cuando pasaban los manifestantes armados y el numeroso público reunido les contemplaba tranquilamente, sonó un ensordecedor disparo por la parte derecha de Sadóvaia, tras el cual comenzó una sucesión de descargas”.

Está claro que no comenzaron a disparar los manifestantes, sino unos “desconocidos”, que abrieron fuego contra los manifestantes, y no al revés.

Los disparos continuaron simultáneamente en diversos lugares de la parte burguesa de la ciudad. Los provocadores no se habían dormido. A pesar de ello, los manifestantes se limitan a actuar estrictamente en defensa propia. No cabe ni hablar de un complot ni de una insurrección. No se produjo ni un solo taso de ocupación de edificios públicos y oficiales, ni un solo intento de tal ocupación, aunque los manifestantes, con las inmensas fuerzas armadas de que disponían, hubieran podido perfectamente apoderarse, no ya de alguna que otra institución, sino de toda la ciudad...

Las 8 de la noche. Palacio de Táuride. Reuniones del Comité Central, de la Mezhraionka y de otras organizaciones de nuestro Partido. Se decide que, una vez patentizada la voluntad de los obreros y de los soldados revolucionarios, debe ponerse fin a la manifestación. Se redacta un llamamiento a tenor con este acuerdo: “La manifestación ha terminado... Nuestra consigna es: firmeza, entereza, serenidad” (v. El llamamiento, en “Listok Pravdi”). Este llamamiento, entregado a “Pravda”, no pudo aparecer el 5 de julio, ya que por la noche (del 4 al 5) los cadetes y los del contraespionaje asaltaron y destruyeron el periódico.

De 10 a 11 de la noche. Palacio de Táuride. Reunión del Comité Ejecutivo Central de los Soviets. Se examina el problema del Poder. La salida de los demócratas constitucionalistas del gobierno hace particularmente crítica la situación de los eseristas y mencheviques: “necesitan” el bloque con la burguesía, pero no tienen posibilidad de formarlo, porque la burguesía no quiere ya ningún acuerdo con ellos. La idea del bloque con los demócratas constitucionalistas fracasa. En vista de ello, se plantea en forma terminante el problema de la toma del Poder por los Soviets.

Rumores de ruptura de nuestro frente por las tropas alemanas; cierto, aun no comprobados, pero origen ya de alarma.

Rumores de que al día siguiente aparecerá en la prensa una noticia propalando una infame calumnia contra el camarada Lenin.

El Comité Ejecutivo Central de los Soviets llama al regimiento de Volinia al Palacio de Táuride para protegerlo. ¿Contra quién? Resulta que contra los bolcheviques, quienes se pretende que han llegado al Palacio para “detener” al Comité Ejecutivo y “adueñarse del Poder”, ¡Eso se decía de los bolcheviques, que preconizaban el fortalecimiento de los Soviets, el paso de todo el Poder en el país a los Soviets!...

De 2 a 3 de la madrugada. El Comité Ejecutivo Central de los Soviets no toma el Poder. Encarga a los ministros “socialistas” que formen un nuevo gobierno, incluyendo a elementos burgueses, aunque sea a título personal. Se inviste a los ministros de facultades especiales para la “lucha contra la anarquía”. La situación está clara: el Comité Ejecutivo Central, puesto ante la necesidad de romper de una manera resuelta con la burguesía, cosa que teme particularmente -ya que hasta ahora ha extraído sus fuerzas de unas u otras “combinaciones” con la burguesía-, da por respuesta la ruptura resuelta con los obreros y los bolcheviques para, unido a la burguesía, volver las armas contra los obreros y los soldados revolucionarios. De este modo se inaugura la campaña contra la revolución. Los eseristas y los mencheviques abren, fuego contra la revolución, para alegría de los contrarrevolucionarios...

5 de Julio. En los periódicos (concretamente, en “Zhivoe Slovo”) aparece la noticia propalando una infame calumnia contra el camarada Lenin. “Pravda” no sale a consecuencia del asalto sufrido la noche del 4 al 5. Se implanta la dictadura de los ministros “socialistas”, que buscan un bloque con los demócratas constitucionalistas. Los mencheviques y los eseristas, que no querían tomar el Poder, lo toman esta vez (por corto tiempo) para aplastar a los bolcheviques... Aparecen en las calles unidades militares del frente. Los cadetes y las bandas de contrarrevolucionarios efectúan asaltos y registros, cometen tropelías. La contrarrevolución saca todo el partido que puede de la campaña de azuzamiento contra Lenin y los bolcheviques empezada por Aléxinski, Pankrátov y Pereviérzev. La contrarrevolución crece por horas. El centro de la dictadura es el Estado Mayor. Desenfreno de los agentes del contraespionaje, de los cadetes, de los cosacos. Detenciones y apaleamientos. La campaña franca del Comité Ejecutivo Central de los Soviets contra los obreros y los soldados bolcheviques desencadena las fuerzas de la contrarrevolución...

En respuesta a la calumnia de Aléxinskiy Cía., aparece una hoja del Comité Central de nuestro Partido titulada “¡A los tribunales los calumniadores!”. Sale en edición aparte el llamamiento del Comité Central (que no apareció en “Pravda” a consecuencia del asalto) invitando a la terminación de la huelga y de la manifestación. Sorprende la ausencia de todo llamamiento de otros partidos “socialistas”. Los bolcheviques están solos. Contra ellos se unen tácitamente todos los elementos que forman a su derecha, desde Suvorin y Miliukov hasta Dan y Chernov.

6 de julio. .Los puentes son abiertos: El destacamento mixto del apaciguador Mazurenko. En las calles, las tropas proceden a reprimir a los insumisos. De hecho, el estado de sitio. Se detiene y conduce al Estado Mayor a los “sospechosos”. Se desarma a los obreros, a los soldados y a los marinos. Petrogrado está en manos de los militares. A pesar del deseo de los “investidos de Poder” de provocar lo que se llama “un combate”, los obreros y los soldados no caen en la provocación, no “aceptan el combate”. La fortaleza de Pedro y Pablo abre las puertas a los que practican el desarme. El destacamento mixto ocupa el local del Comité de Petersburgo. Registros e incautación de armas en los barrios obreros. La idea de Tsereteli de proceder al desarme de los obreros y soldados, tímidamente enunciada por vez primera el 11 de junio, es puesta ahora en ejecución. Los obreros le llaman con rabia “el ministro del desarme”...

La imprenta “Trud” es destrozada. Sale “Listok Pravdi”. El obrero Vóinov, que repartía “Listok”, es asesinado... La prensa burguesa está en pleno paroxismo, presentando la infame calumnia contra el camarada Lenin como un hecho. Y en su ataque a la revolución, no se limita ya a los bolcheviques: engloba también a los Soviets, a los mencheviques, a los eseristas.

Está bien claro que los eseristas y los mencheviques, al traicionar a los bolcheviques, se han traicionado ellos mismos, han traicionado la revolución, desencadenando y dando rienda suelta a las fuerzas de la contrarrevolución. Va a toda marcha la campaña de la dictadura contrarrevolucionaria contra las libertades en la retaguardia y en el frente. Si se tiene en cuenta que la prensa demócrata constitucionalista y aliada, que todavía ayer refunfuñaba contra la Rusia revolucionaria, se siente de pronto satisfecha, puede deducirse que la “obra” de la represión no se ha realizado sin el concurso de los dueños de la bolsa de oro rusos y aliados.