sábado, agosto 8

El nuevo Gobierno (Stalin)

Rabochi i Soldat Nº 3 del 26 de julio (8 de agosto) de 1917

El carrusel ministerial ha dejado de girar. Se ha formado un nuevo gobierno. Demócratas constitucionalistas, pro-demócratas constitucionalistas, eseristas y mencheviques componen el gabinete.

El partido demócrata constitucionalista está satisfecho. Han sido aceptadas sus principales exigencias, sobre las que se basará en su gestión el nuevo gobierno.

Los demócratas constitucionalistas querían fortalecer el gobierno a expensas de los Soviets, querían la independencia del gobierno respecto a los Soviets. Los Soviets dirigidos por “malos pastores” eseristas y mencheviques, han hecho esa concesión, firmando su propia sentencia de muerte.

El Gobierno Provisional como Poder único: eso es lo que han conseguido los demócratas constitucionalistas.

Los demócratas constitucionalistas exigían el “saneamiento del ejército”, es decir, una “disciplina de hierro” en el ejército; que el ejército sólo se subordinase a sus jefes inmediatos, subordinados, a su vez, sólo al gobierno. Los Soviets, dirigidos por los eseristas y los mencheviques, han hecho también esa concesión, desarmándose ellos mismos.

Unos Soviets privados de ejército, un ejército subordinado sólo a un gobierno de elementos pro-demócratas constitucionalistas: eso es lo que han conseguido los demócratas constitucionalistas.

Los demócratas constitucionalistas exigían una unidad incondicional con los aliados. Los Soviets han emprendido “resueltamente” ese camino en interés… de la “defensa del país”, olvidándose de sus declaraciones “internacionalistas”. El llamado programa del 8 de julio ha quedado colgando en el aire.

Guerra “sin cuartel”, “guerra hasta el fin”: eso es lo que han conseguido los demócratas constitucionalistas.

Escuchen lo que ellos mismos dicen:

Las exigencias de los demócratas constitucionalistas son, sin duda, la base de la gestión de todo el gobierno... Precisamente por haber sido aceptadas las exigencias principales de los demócratas constitucionalistas, el partido no estimó posible continuar discutiendo por divergencias específicas de partido”.

Pues los demócratas constitucionalistas saben que, en las condiciones actuales, para la realización de las medidas democráticas del decantado programa del 8 de julio quedan muy poco tiempo y muy pocas posibilidades” (v. “Riech”).

Parece que está claro.

Hubo un tiempo en que los Soviets creaban una nueva vida, realizando transformaciones revolucionarias y obligando al Gobierno Provisional a refrendarlas en decretos y ukases.

Eso fue en marzo y en abril.

Entonces el Gobierno Provisional era llevado de la brida por los Soviets, cubriendo con su bandera no revolucionaria las medidas revolucionarias de los Soviets.

Ahora ha llegado un período en que el Gobierno Provisional vuelve hacia atrás, realizando “transformaciones” contrarrevolucionarias, con la particularidad de que los Soviets se ven “obligados” a confirmarlas tácitamente en sus resoluciones de aguachirle.

Ahora el Comité Ejecutivo Central, ese representante de todos los Soviets, es llevado de la brida por el Gobierno Provisional, encubriendo con una fraseología revolucionaria la faz contrarrevolucionaria de éste.

Evidentemente, han cambiado de papeles, y no en favor de los Soviets. Sí, los demócratas constitucionalistas tienen motivo para sentirse “satisfechos”.

El futuro próximo nos dirá si es por mucho tiempo.

jueves, agosto 6

A todos los trabajadores, a todos los obreros y soldados de Petrogrado

Rabochi i Soldat Nº 2 del 24 de julio (6 de agosto) de 1917

Camaradas:

Rusia está viviendo días penosos.

Tres años de una guerra que ha devorado incontables víctimas han conducido al país al agotamiento. La desorganización del transporte y el desbarajuste en el problema de las subsistencias amenazan a las masas con el hambre. El desbarajuste en la industria y el cierre de las fábricas cuartean los cimientos mismos de la economía nacional.

Entretanto, la guerra continúa, agravando la crisis general y llevando al país a la ruina completa.

El Gobierno Provisional, llamado a “salvar” al país, ha resultado incapaz de cumplir su misión. Y por si ello fuera poco, ha embrollado todavía más las cosas, iniciando la ofensiva en el frente y prolongando de este modo la guerra, causa básica de la crisis general por que atraviesa el país.

El resultado es una situación de absoluta inestabilidad del Poder, la crisis y el desmoronamiento del Poder, cosa que todos gritan, sin que se tome ninguna medida seria para remediarla.

El hecho de que los demócratas constitucionalistas hayan salido del gobierno ha puesto al desnudo una vez más que el ministerio de coalición es artificial y nada viable.

Y la retirada de nuestras tropas en el frente, después de su famosa ofensiva, ha demostrado lo fatídico de la política de ofensiva y ha llevado así la crisis al extremo, echando por los suelos el prestigio del Poder y privándole de créditos, tanto de la burguesía “nacional” como de la “aliada”.

Se ha creado una situación crítica. Ante los “salvadores” de la revolución se abrían dos caminos:

O continuar la guerra y proseguir la “ofensiva”, y entonces el Poder debería ser transferido inevitablemente a la burguesía contrarrevolucionaria, para obtener dinero mediante empréstitos interiores y exteriores; pues, en el caso contrario, la burguesía no entraría en el gobierno, el empréstito interior no cuajaría, Inglaterra y Norteamérica negarían créditos, y “salvar” al país en tales circunstancias significaría cubrir los gastos de guerra a expensas de los obreros y de los campesinos, en beneficio de los tiburones imperialistas rusos y “aliados”.

O el paso del Poder a manos de los obreros y de los campesinos pobres, la proclamación de unas condiciones democráticas de paz y el cese de la guerra, para impulsar adelante la revolución y entregar la tierra a los campesinos, establecer el control obrero en la industria y poner orden en la economía nacional, que se está desmoronando, a expensas de los beneficios de los capitalistas y los terratenientes.

El primer caminó conduce al fortalecimiento del Poder de las clases poseedoras sobre los trabajadores y a la conversión de Rusia en una colonia de Inglaterra, Norteamérica y Francia.

El segundo camino abre la era de la revolución obrera en Europa, rompe las ligaduras financieras que tienen maniatada a Rusia, sacude los cimientos mismos de la dominación burguesa y desbroza el camino para la auténtica liberación de Rusia.

La manifestación del 3 y el 4 de julio fue un llamamiento de las masas de obreros y soldados invitando a los partidos socialistas a emprender el segundo camino, el camino del desarrollo sucesivo de la revolución. Este es el sentido político de la manifestación y en esto reside su gran importancia histórica.

Pero el Gobierno Provisional y los partidos gubernamentales eserista y menchevique, que no extraen sus fuerzas de las acciones revolucionarias de los obreros y de los campesinos, sino de las componendas con la burguesía demócrata constitucionalista, han preferido el primer camino, el camino de adaptarse a la contrarrevolución.

En vez de tender la mano a los manifestantes y luchar a su lado, una vez tomado el Poder, contra la burguesía imperialista “aliada” y “nacional” para salvar efectivamente a la revolución, concertaron una alianza con la burguesía contrarrevolucionaria y volvieron sus armas contra los manifestantes, contra los obreros y los soldados, lanzando contra ellos a los cadetes y a los cosacos.

De este modo han traicionado a la revolución y abierto de par en par las puertas a la contrarrevolución. Y desde el fondo mismo de la vida se ha levantado una oleada de agua cenagosa, que ha cubierto de inmundo fango cuanto hay de honrado y de noble.

Registros y asaltos, detenciones y palizas, torturas y asesinatos, clausura de periódicos y de organizaciones, desarme de los obreros y disolución de regimientos, disolución de la Dieta de Finlandia, restricción de las libertades y restablecimiento de la pena de muerte, desenfreno de los pistoleros y de los agentes del contraespionaje, mentiras y calumnias infames, y todo ello con el acuerdo tácito de los eseristas y de los mencheviques: tales son, los primeros pasos de la contrarrevolución.

Los imperialistas aliados y rusos y el partido de los demócratas constitucionalistas, la alta oficialidad y los cadetes, los cosacos y los agentes del contraespionaje: ésas son las fuerzas de la contrarrevolución.

Al dictado de estos grupos se confeccionan las listas de los ministros del Gobierno Provisional, y los ministros surgen y desaparecen como marionetas.

Siguiendo instrucciones de estos grupos, se entrega a los bolcheviques y a Chernov, se depuran los regimientos y las tripulaciones de los buques, se fusila a los soldados y se disuelven regimientos en el frente, se convierte el Gobierno Provisional en un juguete en manos de Kerensky, se hace del Comité Ejecutivo Central de los Soviets un simple apéndice de ese juguete, la “democracia revolucionaria” renuncia vergonzosamente a sus derechos y obligaciones y se restablece en sus derechos a la Duma zarista, abolida recientemente.

La cosa llega al extremo de que en la “histórica Conferencia” celebrada en el Palacio de Invierno (el 21 de julio) se ponen bien claramente de acuerdo (¡traman un complot!) para seguir frenando a la revolución; y, temerosos de ser desenmascarados por los bolcheviques, no los invitan a la Conferencia.

Y en perspectiva está la “Conferencia de Moscú”, en la que se disponen a enterrar definitivamente la libertad, lograda con sangre...

Todo eso se hace con el concurso de los mencheviques y de los eseristas, que entregan cobardemente una posición tras otra, se autoflagelan y flagelan de un modo humillante a sus organizaciones y pisotean de modo criminal las conquistas de la revolución...

¡Jamás los “representantes” de la democracia se habían comportado tan indignamente como ahora, en estos días históricos! ¡Jamás habían caído tan bajo como ahora!

¿Puede asombrarnos, después de todo eso, que la contrarrevolución se haya insolentado y cubra de fango todo lo honrado, todo lo revolucionario?

¿Puede asombrarnos, después de ello, que venales mercenarios y calumniadores cobardes se atrevan a “acusar” públicamente de “traición” a los jefes de nuestro Partido, que los bandidos de la pluma de los periódicos burgueses se dediquen a orear con desfachatez esa “acusación” y que el llamado Poder fiscal publique, sin el menor recato, los llamados materiales “sobre el asunto de Lenin”, etc.?

Evidentemente, esos señores quieren desorganizar nuestras filas, sembrar dudas y confusión entre nosotros fomentar la desconfianza hacia nuestros jefes.

¡Miserables! ¡No saben que los nombres de nuestros jefes nunca han sido tan queridos y entrañables para la clase obrera como ahora, cuando la insolentada canalla burguesa los cubre de lodo!

¡Vendidos! No advierten que cuanto más brutales son las calumnias de los mercenarios burgueses, mayor es el cariño que los obreros tienen a sus jefes, más ilimitada su confianza en ellos, pues los obreros saben por experiencia que las calumnias de los enemigos contra los jefes del proletariado son un síntoma infalible de que los jefes sirven con honradez a la clase proletaria.

El infamante estigma de calumniadores sin honor es el regalo que les hacemos, señores Aléxinski y Búrtsev, Pereviérzev y Dobronrávov. Acepten este estigma, ofrecido en nombre de los 32.000 obreros organizados de Petrogrado que nos han elegido, y llévenlo hasta la tumba. Lo tienen merecido.

Y ustedes, señores capitalistas y terratenientes, banqueros y especuladores, popes y agentes del contraespionaje, todos ustedes, forjadores de cadenas para los pueblos, se apresuran demasiado a cantar victoria, se apresuran demasiado a sepultar la Gran Revolución Rusa.

La revolución vive, y aun ha de hacer patente su existencia, señores sepultureros.

La guerra y el desbarajuste económico siguen, y no es con represiones salvajes como se conseguirá curar las heridas que esa situación causa.

Las fuerzas subterráneas de la revolución viven, realizando su infatigable labor de revolucionarización del país.

Los campesinos aun no han recibido la tierra. Y lucharán, porque no pueden vivir sin tierra.

Los obreros aun no han conseguido que se establezca su control en las fábricas. Y lucharán por conseguirlo, porque el desbarajuste reinante en la industria les amenaza con el paro.

A los soldados y a los marinos se los quiere empujar atrás, a la vieja disciplina. Ellos lucharán por la libertad, porque se la tienen bien merecida.

No, señores contrarrevolucionarios, la revolución no ha muerto; no ha hecho más que replegarse sobre sí misma, para agrupar nuevos partidarios y lanzarse con fuerza redoblada sobre los enemigos.

“¡Estamos vivos, hierve nuestra roja sangre con el fuego de fuerzas inagotables!”.

Y allá en Occidente, en Inglaterra y en Alemania, en Francia y en Austria, ¿acaso allí no ondea ya la bandera de la revolución obrera?, ¿Acaso allí no se organizan ya Soviets de Diputados Obreros y Soldados?

¡Aun habrá batallas! ¡Aun habrá victorias!

Lo que hace falta es llegar a esas batallas futuras debidamente preparados y organizados.

Obreros: A ustedes les ha correspondido el honroso papel de jefes de la revolución rusa. Agrupen a las masas en torno vuestro, agrúpenlos bajo la bandera de nuestro Partido. Recuerden que en los duros momentos de las jornadas de julio, cuando los enemigos del pueblo ametrallaban a la revolución, los bolcheviques fueron el único partido que no desertó de las barriadas obreras. Recuerden que en aquellos días difíciles los mencheviques y los eseristas se encontraban en el campo de los que se ensañaban contra los obreros y los desarmaban. ¡Pónganse bajo nuestra bandera, camaradas!

Campesinos: Vuestros jefes no han justificado vuestras esperanzas. Se han arrastrado a la zaga de la contrarrevolución, y ustedes siguen sin tierra, porque mientras domine la contrarrevolución, no lograrán recibir la tierra de los terratenientes. Los obreros son vuestros únicos aliados fieles. Sólo en alianza con ellos obtendrán la tierra y la libertad. ¡Agrúpense, pues, en torno a los obreros!

Soldados: La fuerza de la revolución está en la unión del pueblo y los soldados. Los ministros vienen y se van, pero el pueblo queda. ¡Estén siempre con el pueblo y luchen en sus filas!

¡Abajo la contrarrevolución!
¡Viva la revolución!
¡Vivan el socialismo y la confraternidad de los pueblos!

La Conferencia local de Petrogrado del POSDR (bolchevique)
(Escrito por José Stalin)

La victoria de los demócrata-constitucionalistas (Stalin)

Rabochi i Soldat Nº 2 del 24 de julio (6 de agosto) de 1917

A lo que parece, el carrusel ministerial no ha dejado todavía de girar. El chalaneo entre los demócratas constitucionalistas y Kerensky no ha cesado. Las “combinaciones” se suceden, una tras otra.

Naturalmente, los demócratas constitucionalistas entrarán en el gobierno, pues todo se hace según sus instrucciones. Es posible que Chernov quede. A Tsereteli, por lo visto, ya “no lo quieren”. Tsereteli “era necesario” para desarmar a los obreros. Con el desarme de los obreros su papel ha terminado. “El moro ha cumplido su obra, el moro puede retirarse”. Le sustituirá Avxéntiev.

Pero no es cuestión, claro está, de personas. ¡Qué más da que sea Chernov, Tsereteli o cualquier otro por el estilo! ¿Quién ignora que esos zimmerwaldistas de pacotilla han servido a la causa del imperialismo tan bien como los Henderson y los Thomas?

Repito que no es cuestión de personas.

Se trata de que en todo ese ajetreo, en esa caza de carteras, etc., cuyo fondo es la lucha por el Poder, ha vencido la línea de los demócratas constitucionalistas, la línea de la contrarrevolución en la política interior y de “guerra hasta el fin” en la política exterior.

El problema, como se sabe, estaba planteado así:

O continuar la guerra, en cuyo caso dependeríamos completamente del mercado monetario de Inglaterra y de Norteamérica, dominarían los demócratas constitucionalistas y veríamos frenada la revolución, porque ni los demócratas constitucionalistas ni el capital “aliado” pueden simpatizar con la revolución rusa.

O entregar el Poder a la clase revolucionaria, romper los grilletes financieros del capital aliado, que tienen encadenada Rusia de pies y manos, proclamar unas condiciones de paz y normalizar la economía nacional desbaratada, a expensas de los beneficios de los terratenientes y de los capitalistas.

No había otra salida, y los mencheviques y los eseristas, que buscaban un tercer camino, debían fracasar indefectiblemente.

A ese respecto, los demócratas constitucionalistas han demostrado mayor lucidez.
“Riech” dice: “El gobierno debe romper resueltamente con las funestas tendencias del zimmerwaldismo y del socialismo “utópico””.

En otras palabras: guerra incondicional, guerra hasta el fin.

“Hay que llegar a una conclusión definitiva”, dijo Nekrásov en la famosa Conferencia, y añadió, dirigiéndose al Soviet: o toman el Poder, o dejan que otros lo tomen.

En otros términos: o revolución o contrarrevolución.

Los mencheviques y los eseristas renunciaron al camino revolucionario y, por tanto, debían verse dominados por los demócratas constitucionalistas, por las fuerzas contrarrevolucionarias.

Porque los demócratas constitucionalistas significan un empréstito interior asegurado.

Porque los demócratas constitucionalistas significan amistad con el capital aliado, es decir, un empréstito exterior asegurado.

Y debido al desbarajuste en la retaguardia y, sobre todo, en el frente, es tan necesario el dinero...

Ese es el fondo de la “crisis”. Eso es lo que significa la victoria de los demócratas constitucionalistas. El futuro próximo demostrará si esa victoria ha de ser duradera.

miércoles, agosto 5

Trotsky pide que lo arresten

...Un popular periódico de derecha publicó “documentos” alegando que Lenin había estado en la lista de pagos del Estado Mayor General alemán. Se emitieron órdenes de arresto para Lenin, Zinoviev y Kámenev. A primera vista, se podía ver que los documentos eran una burda falsificación. El testigo que los produjo, un tal Yermolenko, resultó ser un antiguo informante, ahora al servicio de la contrainteligencia militar. Pero la primera impresión causada por la acusación fue devastadora. Las apariencias hablaban contra Lenin y en ese momento las apariencias eran decisivas. El ciudadano no político, no iniciado en la historia y los hábitos de los partidos revolucionarios, se preguntaba: ¿De hecho, Lenin no regresó vía Alemania con el consentimiento del gobierno alemán? ¿No hizo agitación contra la guerra? ¿No fomentó el levantamiento? Era inútil replicar que Lenin había resuelto viajar a través de Alemania sólo después de que todas las otras rutas, vía Francia e Inglaterra, le habían sido negadas, y que muchos de sus adversarios mencheviques habían regresado, con él o poco después, por la misma ruta. Era inútil decir que Lenin esperaba que la revolución destruyera a los Hohenzollern y a los Augsburgos como había destruido a los Romanov. En la estampida que siguió a los Días de Julio tales sutilezas fueron ignoradas. Las clases ricas estaban furiosas, con temor y odio a la revolución. Las clases medias estaban ciegas de desesperación. El Estado Mayor General necesitaba una explicación que le lavara la cara por los últimos desastres militares. Y los socialistas moderados sentían que la tierra se les abría a sus pies. La necesidad de un chivo expiatorio y una espectacular ofrenda limpia-pecados era abrumadora.

En medio de esta conmoción, Trotsky visitó a Lenin. “Ellos han elegido este momento para matarnos a todos”, dijo Lenin. Contaba con la probabilidad de una exitosa contrarrevolución; creía que los Soviets, castrados por los mencheviques y eseristas, habían jugado su papel; y estaba preparando a su Partido para el regreso a la clandestinidad. Después de una breve duda, decidió que no permitiría ser apresado y que pasaría a la clandestinidad con Zinoviev. Trotsky tenía una visión menos dramática y le parecía que la decisión de Lenin era desafortunada. Tal conducta estaba contra los propios hábitos de Trotsky. Pensaba que Lenin no tenía nada que esconder, que, por el contrario, él tenía todo el interés en limpiar su imagen ante el público y de este modo serviría a su causa mejor que fugándose, lo que sólo aumentaría las apariencias negativas por las que la gente lo juzgaba. Kámenev compartía la apreciación de Trotsky y decidió someterse a prisión. Pero Lenin se mantuvo en su posición. No esperaba que un gobierno que había levantado falsas acusaciones contra él y había distribuido documentos fraguados a la prensa, le diera un juicio justo. La atmósfera era tensa. El Partido Bolchevique estaba virtualmente en el ostracismo. Pravda había sido prohibida y sus oficinas destruidas. Las sedes bolcheviques en varios distritos habían sido violentadas. Nada era más fácil para los rufianes de la vieja Ojrana que aún estaban atrincherados en la policía o para los fanáticos de la contrarrevolución que asesinar al odiado líder de la revolución, en camino a la prisión o dentro de ella. Lenin estaba consciente de su importancia para el Partido al tomar este riesgo, y, desechando consideraciones convencionales, se ocultó.

En ataques públicos, el nombre de Trotsky era frecuentemente asociado al de Lenin, pero ninguna orden de arresto fue emitida contra él. Había obvias razones: él no era nominalmente miembro del Partido Bolchevique; las circunstancias de su regreso a Rusia fueron tan diferentes de las de Lenin que no era fácil ponerle el rótulo de agente alemán; y el incidente con Chernov, el enemigo político a quien valientemente había rescatado, estaba aún fresco en la memoria de todos. Pero no estuvo tranquilo por mucho tiempo. Rech, el periódico de Miliukov, publicó la historia de que antes de su partida de Nueva York Trotsky había recibido 10,000 dólares de ciudadanos americanos-alemanes para ser usados en una campaña de agitación derrotista en Rusia. En periódicos menos respetables, la fuente del dinero era el Estado Mayor General alemán. Trotsky replicó de inmediato en una carta abierta que apareció en el periódico de Gorky y desinfló las revelaciones de Miliukov con mucho efecto cómico. Resaltó irónicamente que los americanos-alemanes o el Estado Mayor General alemán aparentemente consideraban que derrocar a un régimen en un país enemigo era un asunto barato que costaba sólo 10,000 dólares. Atacó las fuentes de la historia, diciendo que ésta provenía del embajador británico Sir George Buchanan. El embajador negó el cargo, pero esto no impidió que Miliukov dijera que él [el embajador] había sido la fuente de la historia. Entonces Trotsky relató lo que realmente había pasado antes de su partida de Nueva York: socialistas rusos, americanos, letones, judíos, finlandeses y americanos-alemanes organizaron un mitin de despedida para él y otros tres emigrados rusos que iban a partir con él. Se hizo una colecta en el lugar, dando como resultado 310 dólares, de los que 100 fueron aportes de los americanos-alemanes que formaban parte de la audiencia. La suma fue entregada a Trotsky, que la dividió en partes iguales entre los emigrados que regresaban. El mitin y la colecta fueron informados en periódicos americanos. Trotsky concluía su carta con una “confesión” humorística que sabía lo desacreditaría ante los ojos del público burgués más que estar en la lista de pagos del Estado Mayor General: nunca en su vida había tenido en sus manos 10,000 dólares juntos o incluso la décima parte de esa suma.
...
Habiendo fracasado este intento de involucrar a Trotsky, se inició la intriga desde el ángulo opuesto. La prensa estaba llena de historias alegando que Trotsky había roto con Lenin, el agente alemán. El 10 de julio, cuatro días después de la ocultación de Lenin, Trotsky escribió la siguiente carta al Gobierno Provisional:

Ciudadanos Ministros: Tengo conocimiento que ustedes han decretado el arresto... de los camaradas Lenin, Zinoviev, Kámenev, pero la orden de arresto no me incluye. Creo, entonces, necesario traer estos hechos para vuestra consideración: 1. Yo comparto en principio la actitud de Lenin, Zinoviev y Kámenev, y lo he expresado en la revista Vperiod y en todos mis discursos públicos; 2. Mi actitud hacia los sucesos del 3 y 4 de julio es la misma que la de los camaradas antes mencionados”.

Hizo un recuento de esos sucesos y explicó que el hecho de que no perteneciera a la organización bolchevique se debía a antiguas y ahora insignificantes diferencias.

Ustedes no tienen bases lógicas para exonerarme del efecto del decreto por el que Lenin, Zinoviev y Kámenev son sujetos a arresto... Ustedes no tienen razón para dudar que soy un opositor irreconciliable de la política general del Gobierno Provisional como los camaradas arriba mencionados. Mi exclusión sólo subraya gráficamente el carácter contrarrevolucionario y malicioso de la acción que ustedes han tomado contra ellos”.

Durante dos o tres días, mientras el terror contra los bolcheviques estaba en su pico, Trotsky no apareció en el Soviet. Pasó las noches en casa de Larin, antiguo menchevique que se había unido a los bolcheviques. Pero después de la publicación de la “Carta Abierta al Gobierno Provisional”, Trotsky, desafiante, reapareció en la palestra. Defendió a Lenin y al Partido Bolchevique en el Soviet, en el Ejecutivo de los Soviets y en el Ejecutivo de los Soviets campesinos... “Lenin”, exclamaba, “ha luchado por la revolución treinta años. Yo he luchado contra la opresión de las masas populares veinte años. No podemos sino odiar al militarismo alemán. Sólo el que no sabe qué es un revolucionario puede decir lo contrario... No permitan que nadie diga que somos mercenarios alemanes porque esa es la voz... de los villanos”. Advirtió a los mencheviques, que se lavaban las manos en este asunto, que esto podía ser su propia ruina. Chernov, el “social patriota”, ya había sido forzado a renunciar porque había participado en el movimiento de Zimmerwald. La contrarrevolución había elegido a los bolcheviques como sus primeros blancos; los socialistas moderados serían sus próximas víctimas.

Aun en esos días de histeria y pánico, fue escuchado con atención y respeto. Sus llamados, sin embargo, tuvieron poco o ningún efecto. Los socialistas moderados sabían que era absurdo acusar a Lenin y Zinoviev de ser agentes alemanes pero estaban convencidos de que la agitación bolchevique contra la guerra había ido demasiado lejos; sospechaban que en los Días de Julio Lenin... había intentado tomar el poder; y se rehusaban a levantar un dedo por la rehabilitación de Lenin. Sólo Mártov defendió el honor de su viejo adversario.

Trotsky permaneció en libertad por otros quince días. El gabinete estaba desconcertado por el desafío. No había bases para ordenar su arresto, a menos que declararan ilegal los principios que guiaban al Soviet en su conjunto, incluyendo su moderada mayoría, porque fue en los términos de esos principios en que Trotsky había enmarcado su propia actividad. Por otro lado, el gabinete no podía permitirle seguir en libertad para hacer burla de la acción contra los bolcheviques. En la noche del 23 de julio, Trotsky y Lunacharsky fueron arrestados y trasladados a la Prisión Kresty...

Extracto de "The Prophet Armed: Trotsky 1879-1921" de Isaac Deutscher, Verso, 2003, pp. 226-230. Traducción propia.

La victoria de la contrarrevolución (Stalin)

Rabochi i Soldat Nº 1 del 23 de julio (5 de agosto) de 1917

La contrarrevolución se ha organizado. Sus fuerzas crecen y atacan en toda la línea. Sus líderes, los señores demócratas constitucionalistas, que todavía ayer boicoteaban al gobierno, hoy están dispuestos a retornar al Poder para hacer y deshacer en el país.

Los partidos “gobernantes” -los eseristas y los mencheviques-, con su gobierno de “salvación de la revolución”, retroceden en completo desorden. Están dispuestos a cualquier concesión, están dispuestos a todo, no hay más que ordenárselo.

¿Entregar a los bolcheviques y a sus partidarios?
- Con mil amores, señores demócratas constitucionalistas; ahí tienen a los bolcheviques.

¿Entregar a la delegación del Báltico y a los bolcheviques de Kronstadt?
- Estamos dispuestos a servirles, señores del “servicio de contraespionaje”; ahí tienen a la delegación.

¿Suspender los periódicos bolcheviques, los periódicos de los obreros y de los soldados, esos periódicos tan desagradables para los demócratas constitucionalistas?
- Encantados de poder servirles, señores demócratas constitucionalistas; los suspenderemos.

¿Desarmar a la revolución, desarmar a los obreros y a los soldados?
- Con mucho gusto, señores terratenientes y capitalistas. No sólo desarmaremos a los obreros de Petrogrado, sino también a los de Sestrorietsk, aunque estos últimos no hayan participado en los acontecimientos del 3 y el 4 de julio.

¿Restringir la libertad de palabra y de reunión, la inviolabilidad personal y de domicilio, implantar la censura y organizar una Ojrana?
- Todo será hecho, todo sin excepción, señores reaccionarios.

¿Restablecer la pena de muerte en el frente?
- Con el mayor placer, señores insaciables...

¿Disolver la Dieta de Finlandia, que se atiene a la plataforma adoptada por los Soviets?
- Muy bien, señores terratenientes y capitalistas; se hará lo que ustedes manden.

¿Revisar el programa del gobierno?
- Con mil amores, señores demócratas constitucionalistas.

Y los mencheviques y los eseristas están dispuestos a seguir haciendo concesiones, con tal de ponerse de acuerdo con los demócratas constitucionalistas, con tal de llegar a cualquier ajuste con ellos.

Pero la contrarrevolución se insolenta más y más, exige nuevos sacrificios, lleva al Gobierno Provisional y al Comité Ejecutivo a abdicaciones vergonzosas. Para complacer a los demócratas constitucionalistas, se propone convocar en Moscú una “asamblea extraordinaria” de los miembros de la abolida Duma de Estado y otros representantes de los viejos elementos privilegiados, en cuyo coro el Comité Ejecutivo Central quedará en lastimosa minoría. Los ministros, perdida la cabeza, depositan sus carteras a los pies de Kerensky. Y al dictado de los demócratas constitucionalistas se elabora la lista de los ministros.

A enterrar, con la ayuda de la Duma zarista y de los traidores demócratas constitucionalistas, la libertad, lograda con sangre: a ese abismo de vergüenza nos conducen los actuales timoneles de nuestra vida política...

Pero la guerra continúa, agravando las calamidades en el frente. Y ellos piensan que, restableciendo allí la pena de muerte, podrán mejorar la situación. ¡Ciegos! No ven que la ofensiva únicamente puede ser apoyada por las masas cuando los fines de la guerra están claros y son compartidos por el ejército, cuando el ejército tiene conciencia de que vierte su sangre por una causa que es la suya propia. No ven que en la Rusia democrática, donde los soldados tienen libertad para, celebrar mítines' y asambleas, una ofensiva en masa es imposible sin esa conciencia.

Pero el desbarajuste económico continúa, amenazando con el hambre, con el desempleo, con la ruina general. Y ellos piensan que con medidas policíacas contra la revolución podrán solucionar la crisis económica. Tal es la voluntad de la contrarrevolución. ¡Ciegos! No ven que sin medidas revolucionarias contra la burguesía es imposible salvar al país de la ruina.

Se persigue a los obreros y se destruyen las organizaciones, se desatienden las necesidades de los campesinos, se detiene a soldados y a marinos, y se calumnia y difama a los jefes del Partido proletario, mientras los contrarrevolucionarios, insolentados, se regocijan y vomitan calumnias; y todo eso se hace bajo la etiqueta de “salvar” a la revolución. A eso nos han conducido los partidos eserista y menchevique.

¡Y todavía hay en el mundo gentes (v. “Nóvaia Zhizn”) capaces de proponer que, después de todo eso, nos unamos con los señores que “salvan” a la revolución estrangulándola!

¿Por quién nos han tomado? ¡No, señores, nuestro camino no es el de los traidores a la revolución!

Los obreros jamás olvidarán que en los duros momentos de las jornadas de julio, cuando los contrarrevolucionarios, enfurecidos, abrían fuego contra la revolución, el Partido Bolchevique fue el único que no desertó de las barriadas obreras.

Los obreros jamás olvidarán que en aquellos duros momentos los partidos “gobernantes”, los eseristas y los mencheviques, estaban en el campo de los que combatían y desarmaban a los obreros, a los soldados y a los marinos.

Los obreros recordarán todo eso y harán las conclusiones correspondientes.
K. St.

domingo, agosto 2

La situación política (Lenin)

Proletarskoye Dyelo Nº 6 del 20 de julio (2 de agosto) de 1917. Firmado: W. Publicado de acuerdo al manuscrito. Escrito el 10 (23) de julio de 1917

1. La contrarrevolución se ha organizado y consolidado, y ha tomado realmente el poder en sus manos.

La completa organización y consolidación de la contrarrevolución consiste en una combinación de sus tres fuerzas principales, una combinación excelentemente concebida y ya puesta en práctica: 1. El Partido Demócrata Constitucionalista, el verdadero líder de la burguesía organizada, al retirarse del Gabinete, la ha confrontado con un ultimátum, despejando así el camino para el derrocamiento del Gabinete por la contrarrevolución. 2. El Estado Mayor General y los líderes militares, con la deliberada o semi-deliberada asistencia de Kerensky, a quien hasta los más prominentes socialista-revolucionarios llaman Cavaignac, han tomado el verdadero poder del Estado y han procedido fusilar a las unidades revolucionarias en el frente, a desarmar a las tropas y obreros revolucionarios de Petrogrado y Moscú, a suprimir el descontento en Nizhni-Novgorod, a arrestar a los bolcheviques y a prohibir sus periódicos no sólo sin un juicio sino incluso sin una orden del gobierno. En el presente, el poder básico del estado es virtualmente una dictadura militar. Este hecho está todavía oscurecido por instituciones revolucionarias de palabra pero sin poder de hecho. Pero es un hecho fundamental tan obvio que sin entenderlo no se puede entender nada acerca de la situación política. 3. La prensa monarquista-centurianegrista y burguesa, que ha pasado de acosar bolcheviques a acosar a los Soviets (el “incendario” Chernov, etc.) ha señalado con la máxima claridad que el verdadero significado de la política de la dictadura militar que ahora reina y es apoyada por los kadetes y monarquistas, es la preparación para la disolución de los Soviets. Muchos de los líderes de los eseristas y mencheviques, es decir, de la actual mayoría en los Soviets, ha admitido y expresado esto durante los pasados días, pero, fieles a su naturaleza pequeñoburguesa, han minimizado esta formidable realidad con frases altisonantes y sin sentido.

2. Los líderes de los Soviets y de los partidos eserista y menchevique, encabezados por Tsereteli y Chernov, han traicionado completamente la causa de la revolución al poner los Soviets y sus partidos en manos de los contrarrevolucionarios y convertirlos en meros apéndices de la contrarrevolución.

Prueba de esto es que los eseristas y mencheviques han traicionado a los bolcheviques y han estado tácitamente de acuerdo con el cierre de sus periódicos sin atreverse a decirle al pueblo, simple y abiertamente, lo que están haciendo y por qué. Al aprobar el desarme de los obreros y los regimientos revolucionarios, se han privado a sí mismos de todo verdadero poder. Se han convertido en los más ruidosos charlatanes que ayudan a la reacción a “distraer” la atención del pueblo mientras éstos alistan la disolución de los Soviets. Es imposible comprender nada acerca de la actual situación política sin reconocer la total bancarrota de los eseristas y mencheviques y de la presente mayoría en los Soviets y sin reconocer que su “Directorio” y otras mascaradas son una absoluta farsa.

3. Todas las esperanzas de un desarrollo pacífico de la revolución rusa se han desvanecido para bien. Esta es la situación objetiva: o la completa victoria de la dictadura militar o la victoria de la insurrección armada de los obreros; la victoria de estos últimos sólo es posible cuando la insurrección coincida con un profundo y masivo levantamiento contra el gobierno y la burguesía causada por la debacle económica y la prolongación de la guerra.

La consigna “Todo el poder a los Soviets” fue una consigna del desarrollo pacífico de la revolución, que fue posible en abril, mayo, junio y julio, es decir, hasta que el poder real pasó a las manos de la dictadura militar. Esta consigna ya no es correcta, porque no toma en cuenta que el poder ha cambiado de manos y que la revolución ha sido completamente traicionada, de hecho, por los eseristas y mencheviques. No ayudarán las acciones irresponsables, revueltas, resistencias parciales o intentos desesperados de oponerse a la reacción. Lo que ayudará es un entendimiento claro de la situación, la persistencia y determinación de la vanguardia obrera, la preparación de las fuerzas para un levantamiento armado, cuya victoria en las presentes condiciones es extremadamente difícil pero aún posible si los hechos y tendencias antes mencionados coinciden. No tenganmos ilusiones constitucionales o republicanas de ninguna clase, no más ilusiones acerca de la vía pacífica, no a las acciones esporádicas, no caer ahora en la provocación de las Centurias Negras y los cosacos. Acumulemos fuerzas, reorganicémoslas y preparémonos resueltamente para el levantamiento armado, si el curso de la crisis lo permite, en una verdadera escala nacional y masivo. La transferencia de la tierra a los campesinos es imposible en el momento actual sin un levantamiento armado, dado que los contrarrevolucionarios han tomado el poder y se han unido totalmente con los terratenientes como clase.

El objetivo de la insurrección sólo puede ser la transferencia del poder al proletariado apoyado por el campesinado pobre, con el fin de poder nuestro programa partidario en acción.

4. El Partido de la clase obrera, sin abandonar la actividad legal pero sin sobrestimarla en ningún momento, debe combinar el trabajo legal con el ilegal, como lo hizo en 1912-1914.

No dejemos pasar una sola hora de trabajo legal. Pero no acariciemos ilusiones constitucionalistas o “pacíficas”. Formemos organizaciones ilegales o células en todos lados y de inmediato para la publicación de volantes, etc. Reorganicemos inmediata, consistente y resueltamente toda la línea.

Actuemos como lo hicimos en 1912-1914, cuando podíamos hablar de derrocar al zarismo mediante la revolución y la insurrección armada, sin perder al mismo tiempo nuestra base legal en la Duma, las sociedades mutuas, los sindicatos, etc.

Nota:

El artículo “La situación política” fue publicado por primera vez en el periódico bolchevique de Kronstadt, Proletarskoye Dyelo Nº 6 del 20 de julio (2 de agosto) de 1917, bajo el título de “El estado de ánimo político”

Para evitar que el periódico pueda ser suprimido por el Gobierno Provisional, los editores sustituyeron “un levantamiento armado” por “una lucha resuelta”. Aquí el artículo aparece de acuerdo con el manuscrito.

jueves, julio 30

Bolcheviques: "El camino de desarrollo pacífico del movimiento ha concluido"

Conferencia Urgente de la Organización de Petrogrado del P.O.S.D.R. (Bolchevique)
16-20 de julio de 1917

INFORME ACERCA DEL MOMENTO ACTUAL
por José Stalin


Camaradas:

Un rasgo característico del momento actuar es la crisis de Poder. En torno a esta cuestión se agrupan otras de menor importancia. La crisis se debe a la inestabilidad del Poder: ha llegado un momento en que sus órdenes o hacen reír o son acogidas con indiferencia, y nadie quiere, cumplirlas. La desconfianza en el Poder penetra en lo más profundo de la población. El Poder se tambalea. Ahí radica la causa de la crisis.

Esta es la tercera crisis de Poder a que asistimos. La primera fue la crisis del Poder zarista, el cual ya no existe.

La segunda fue la del primer Gobierno Provisional, que tuvo por resultado la salida de Miliukov y de Guchkov del gobierno. La tercera crisis es la del gobierno de coalición, en la que la inestabilidad del Poder ha alcanzado su punto culminante. Los ministros socialistas entregan sus carteras a Kerenski, y la burguesía niega a éste su confianza. Se ha formado un gabinete que al día siguiente se ha visto en la misma situación de inestabilidad.

Como marxistas, no debemos considerar la crisis de Poder sólo desde un punto de vista formal. Debemos considerarla, ante todo, desde un punto de vista de clase. La crisis de Poder es una intensa y abierta lucha de las clases por el Poder. A consecuencia de la primera crisis, el Poder de los terratenientes cedió su puesto al Poder de la burguesía, apoyado por los Soviets, que “representan” los intereses del proletariado y de la pequeña burguesía. A consecuencia de la segunda crisis, llegóse a un acuerdo entre la gran burguesía y la pequeña: el gobierno de coalición. Tanto en la primera crisis como en la segunda, las autoridades combatían las acciones revolucionarias de los obreros (27 de febrero y 20-21 de abril). La segunda crisis se resolvió “a favor” de los Soviets, dando entrada en el gobierno burgués a “socialistas” de los Soviets. En la tercera crisis, los soldados y los obreros plantearon abiertamente que los trabajadores -la democracia pequeñoburguesa y proletaria- debían tomar el Poder y hacer que los elementos capitalistas saliesen del gobierno. ¿Cuál es la causa de la tercera crisis?

Ahora se echa toda la “culpa”a los bolcheviques. La acción del 3 y del 4 de julio se presenta como un factor que ha agravado la crisis. Carlos Marx decía ya que cada paso adelante de la revolución provoca como réplica un paso atrás de la contrarrevolución. Considerando la acción del 3 y del 4 de julio como un paso revolucionario, los bolcheviques aceptan el honor -que les atribuyen los socialistas renegados- de ser los pioneros del avance.

Pero esta crisis de Poder no se ha solucionado en favor de los obreros. ¿Quién tiene la culpa de ello? Si los mencheviques y los eseristas hubiesen apoyado a los obreros y a los bolcheviques, la contrarrevolución habría sido vencida. Pero ellos empezaron a combatir a los bolcheviques, rompieron el frente único de la revolución, y la crisis transcurre ahora en condiciones desfavorables, no sólo para los bolcheviques, sino también para ellos, para los eseristas y los mencheviques.

Ese fue el primer factor que agravó la crisis.

El segundo factor fue la salida de los demócratas constitucionalistas del gobierno. Los demócratas constitucionalistas se olieron que las cosas tenían a empeorar, que la crisis económica se iba extendiendo y que el dinero era poco; por ello decidieron escurrir el bulto. Su salida era la continuación del boicot de Konoválov. Al darse cuenta de la inestabilidad del gobierno, los demócratas constitucionalistas fueron los primeros en abandonado.

El tercer factor que reveló y agravó la crisis de Poder fue la derrota de nuestras tropas en el frente. La cuestión de la guerra es hoy la fundamental, y en torno a ella giran todas las demás cuestiones de la vida interior y exterior del país. Y en esta cuestión básica ha fracasado el gobierno. Desde el comienzo mismo veíase claro que la ofensiva en el frente era una aventura. Circulan rumores de que centenares de miles de hombres han sido hechos prisioneros por el enemigo, de que los soldados huyen a la desbandada. Atribuir el “desbarajuste” en el frente sólo a la propaganda de los bolcheviques, es exagerar la influencia de éstos. Ningún partido puede con semejante carga. ¿Cómo explicar que nuestro Partido, con unos 200.000 afiliados, haya logrado “descomponer” el ejército, y que el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, que agrupa a 20.000.000 de ciudadanos, no haya podido mantener al ejército bajo su influencia? El hecho es que los soldados no quieren combatir, porque no saben en nombre de qué luchan; están cansados, les preocupa: el problema del reparto de la tierra, etc., etc.

Esperar que en tales condiciones se pueda llevar a los soldados a la guerra, es esperar un milagro. El Comité Ejecutivo Central de los Soviets podía realizar en el ejército una propaganda mucho más intensa que la nuestra, y la realizó, pero, a pesar de ello, la gran fuerza espontánea de la lucha contra la guerra ha sido más poderosa. La culpa no la tenemos nosotros, la “culpable” es la revolución, que ha dado a cada ciudadano el derecho de exigir que se responda a la pregunta: ¿por qué se hace la guerra?

Así, pues, tres son los factores que han motivado la crisis de Poder:

1) el descontento de los obreros, y de los soldados con el gobierno, cuya política estimaban demasiado derechista;
2) el descontento de la burguesía con el gobierno, cuya política consideraba demasiado izquierdista, y
3) los fracasos en el frente.

Esas son las fuerzas externas que han motivado la crisis de Poder.

Pero el fondo de todo ello, la fuerza subterránea que ha llevado a la crisis, es el desbarajuste económico del país, causado por la guerra. Sobre esta base, y sólo sobre ella, han surgido los tres factores que han hecho vacilar el Poder del gobierno de coalición.

Si la crisis es una lucha de clases por el Poder, nosotros, como marxistas, debemos preguntarnos: ¿qué clase está subiendo ahora al Poder? Los hechos dicen que es la clase obrera la que está en ascenso al Poder.

Evidentemente, la clase de la burguesía no le dejará subir al Poder sin lucha. La pequeña burguesía, que constituye la mayoría de la población de Rusia, vacila, uniéndose unas veces con nosotros y otras con los demócratas constitucionalistas, dejando caer así la última pesa en el platillo de la balanza. Este es el contenido de clase de la crisis de Poder que atravesamos.

¿Quién sale derrotado y quién vencedor en esta crisis? Es evidente que en este caso el Poder lo está asumiendo la burguesía, representada por los demócratas constitucionalistas. Por un breve instante, cuando los demócratas constitucionalistas salieron del gobierno, el Poder estuvo en manos del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, pero éste renunció a él; encargando a los miembros del gobierno que formasen un gabinete. Ahora el Comité Ejecutivo Central es un apéndice del gobierno, y el gabinete, un carrusel; el único que ha quedado es Kerensky. Alguien dicta su voluntad, que deben cumplir tanto los ministros como el Comité Ejecutivo Central de los Soviets. Evidentemente, esa voluntad es la de la burguesía organizada, en primer lugar la de los demócratas constitucionalistas. La burguesía dicta sus condiciones: exige que el Poder esté en manos de “hombres de negocios”, y no de representantes de los partidos; exige que se retire el programa agrario de Chernov, que se modifique la declaración del gobierno del 8 de julio y que los bolcheviques sean eliminados de todos los organismos del Poder. El Comité Ejecutivo Central retrocede ante la burguesía y acepta sus condiciones.

¿Cómo ha podido ocurrir que la burguesía, ayer todavía en retirada, dé hoy órdenes al Comité Ejecutivo Central de los Soviets? La explicación es que, después de la derrota en el frente, el gobierno ha perdido prestigio entre los banqueros del extranjero. Según ciertos datos, dignos de la mayor atención, en eso andan las manos del embajador inglés Buchanari y de los banqueros, que niegan créditos al gobierno si no abandona sus intentos “socialistas”.

Esa es la primera causa.

La segunda causa consiste en que el frente de la burguesía está mejor organizado que el de la revolución.

Cuando los mencheviques y los eseristas se unieron con la burguesía y empezaron a atacar a los bolcheviques, la contrarrevolución comprendió que el frente único de la revolución había sido roto. Organizada en camarillas militares e imperialistas financieras, encabezada por el Comité Central del partido demócrata constitucionalista, la contrarrevolución presentó a los defensistas varias demandas. Los mencheviques y los eseristas, temblando por su Poder, se apresuraban a cumplir las exigencias de la contrarrevolución.

Esa es la situación en que se produjo la victoria de la contrarrevolución.

Es evidente que en este momento la contrarrevolución ha vencido a los bolcheviques porque éstos, traicionados por los mencheviques y los eseristas, se han visto aislados. Es asimismo evidente que llegará un momento favorable para nosotros, en el que podremos dar la batalla decisiva a la burguesía.

Existen dos centros de la contrarrevolución. Uno es el partido de la burguesía organizada, el partido demócrata constitucionalista, que se escuda en los Soviets defensistas. Su organismo ejecutivo es el Estado Mayor, encabezado por prominentes generales, que tienen en sus manos todos los hilos de la oficialidad. El otro centro es la camarilla imperialista financiera, vinculada a Inglaterra y a Francia, que tiene en sus manos todos los hilos del crédito. No es casual que Efrémov, miembro de la comisión interparlamentaria que controla los créditos, forme hoy parte del gobierno.

Los hechos enumerados han hecho posible la victoria de la contrarrevolución sobre la revolución.

¿Cuáles son las perspectivas? Mientras la guerra continúe, y va a continuar; mientras el desbarajuste en la industria no sea superado, y no lo será, pues no puede remediarse con represiones contra los soldados y los obreros, y las clases gobernantes no pueden tomar medidas heroicas; mientras los campesinos no reciban la tierra, y no la recibirán, porque incluso Chernov, con su moderado programa, ha resultado ser indeseable como miembro del gobierno; mientras todo eso ocurra, las crisis serán inevitables, las masas se echarán a la calle una y otra vez y se librarán empeñadas batallas.

El período pacífico del desarrollo de la revolución ha terminado. Ha empezado un nuevo período, un período de agudos conflictos, choques y colisiones. La vida bullirá y las crisis irán sucediéndose. Los soldados y los obreros no callarán. Hasta contra la suspensión de “Okópnaia Pravda” [periódico bolchevique para el Frente] han expresado su protesta veinte regimientos. El hecho de que hayan metido en el gobierno a nuevos ministros no ha resuelto la crisis. La clase obrera no ha quedado desangrada. La clase obrera ha resultado ser más sensata de lo que suponían sus enemigos.

Cuando comprendió que los Soviets le habían hecho traición, no aceptó la batalla el 4 y el 5 de julio. Y el desarrollo de la revolución agraria acaba de empezar. Debemos hacer frente a las futuras batallas como es debido y con una buena organización.

Nuestras tareas principales deben ser:

1) llamar a los obreros, a los soldados y a los campesinos a tener serenidad, firmeza y organización;
2) hacer revivir, robustecer y ampliar nuestras organizaciones;
3) no menospreciar las posibilidades legales, pues ninguna contrarrevolución puede llevarnos realmente a la clandestinidad.

El período de los asaltos desenfrenados ha pasado; llega una fase de persecuciones “legales”, y nosotros debemos recurrir a todas las posibilidades legales, debemos aprovecharlas.

Como los bolcheviques han quedado aislados, pues la mayoría del Comité Ejecutivo Central de los Soviets nos han traicionado al concertar una alianza con las fuerzas contrarrevolucionarias, se plantea la cuestión de cuál debe ser nuestra actitud respecto a los Soviets y a su mayoría, los mencheviques y los eseristas. En la reunión del Comité Ejecutivo Central, Mártov acusó a Gots y a Dan de proponer acuerdos tomados ya en una reunión de los cien-negristas y los demócratas constitucionalistas. La persecución de los bolcheviques ha demostrado que éstos no tienen ya aliados. La noticia de la detención de nuestros dirigentes y de la suspensión de nuestros periódicos fue acogida por los mencheviques y los eseristas con nutridos aplausos. Hablar después de eso de unidad con los mencheviques y los eseristas significa tender la mano a la contrarrevolución.

Digo esto porque en algunas fábricas se hacen intentos de establecer una alianza de los mencheviques y los eseristas con los bolcheviques. Esta es una forma enmascarada de combatir la revolución, porque una alianza con los defensistas puede llevarla a la muerte. Entre los mencheviques y los eseristas hay elementos dispuestos a luchar con la contrarrevolución (los kamkovistas, entre los eseristas, y los partidarios de Mártov, entre los mencheviques), y con ellos estamos dispuestos a formar un frente único revolucionario.

RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS

1) Pregunta de Maslovski: En los futuros conflictos y, posiblemente, acciones armadas, ¿en qué medida contribuirá a ello nuestro Partido?, ¿encabezaría el Partido la protesta armada?

Respuesta de Stalin: Es de suponer que habrá acciones armadas y hay que estar preparados para todo. Los conflictos venideros serán más agudos, y el Partido no deberá lavarse las manos. Saln, hablando en nombre del distrito letón, ha acusado al Partido de no haber asumido la dirección del movimiento. Pero eso no es cierto, ya que el Partido se propuso precisamente llevar el movimiento a un cauce pacífico. Se nos puede reprochar no haber tratado de tomar el Poder. El 3 y el 4 de julio podíamos haber tomado el Poder, podíamos haber obligado al Comité Ejecutivo Central de los Soviets a sancionar la torna del Poder por nosotros. Pero la cuestión es la siguiente: ¿hubiéramos conseguido mantenemos en el Poder? El frente las provincias y varios Soviets locales se habrían levantado contra nosotros. Un Poder sin el apoyo de las provincias hubiera carecido de base. Tomando el Poder en tales condiciones, nosotros habríamos fracasado escandalosamente.

2) Pregunta de Ivanov: ¿Cuál es nuestra actitud hacia la consigna “¡El Poder a los Soviets!”? ¿No es hora ya de decir: “dictadura del proletariado”?

Respuesta de Stalin: Cuando se resuelve una crisis de Poder, significa que ha subido a éste una determinada clase, en el caso presente, la burguesía. ¿Podemos seguir aferrados a la vieja consigna “¡Todo el Poder a los Soviets!”? Está claro que no. Entregar el Poder a los Soviets, que, de hecho, van tácitamente del brazo con la burguesía sería trabajar para el enemigo. Si vencemos, sólo podremos entregar el Poder a la clase obrera, apoyada por las capas pobres del campo. Debemos proponer otra forma, una forma más conveniente de organización de los Soviets de Diputados Obreros y Campesinos. La forma de Poder sigue siendo la de antes, pero cambiamos el contenido de clase de la consigna y decimos en el lenguaje de la lucha de clases: todo el Poder a los obreros y a los campesinos pobres, que aplicarán una política revolucionaria.

3) Pregunta anónima: ¿Qué debemos hacer si el Comité Ejecutivo Central de los Soviéts de Diputados Obreros y Soldados declara que la minoría debe someterse a la mayoría? ¿Nos retiraremos en ese caso del Comité Ejecutivo Central de los Soviets o no?

Respuesta de Stalin: Ya existe una decisión a ese propósito. La minoría bolchevique ha tenido una reunión en la que se elaboró una respuesta en el sentido de que, como miembros del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, acatamos todas sus decisiones y no actuamos contra ellas, pero, como miembros de un partido, podemos actuar independientemente, pues, sin duda alguna, la existencia de los Soviets no anula la existencia independiente de los partidos. Mañana haremos pública nuestra respuesta en la reunión del Comité Ejecutivo Central.

RESUMEN DE LA DISCUSION

Camaradas:

A fin de preparar una resolución sobre nuestra actitud respecto al acuerdo del Comité Ejecutivo Central de los Soviets acerca de los bolcheviques, fue elegida una comisión, en la que yo he participado. Hemos redactado una resolución que dice: como miembros del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, nos sometemos a la mayoría, pero, como miembros del Partido Bolchevique, podemos actuar independientemente, incluso en contra de las decisiones del Comité Ejecutivo Central de los Soviets.

Por dictadura del proletariado, Prójorov entiende la dictadura de nuestro Partido. Pero nosotros hablamos de la dictadura de la clase que lleva tras de sí a las capas pobres del campesinado.

Inexactitudes en algunas de las intervenciones: ¿qué tenemos hoy, reacción o contrarrevolución? Durante las revoluciones, no hay reacción. Cuando una clase sustituye a otra en el Poder, eso no es reacción, sino revolución o contrarrevolución.

Por lo que se refiere al cuarto factor de la crisis de Poder, al que se ha referido Jaritónov, el factor internacional, sólo la guerra y las cuestiones de la política exterior a ella vinculadas guardan relación con la crisis de Poder en nuestro país. En mi informe he atribuido la importancia primordial a la guerra entre los factores de la crisis de Poder.

Por lo que se refiere a la pequeña burguesía, ésta ya no constituye un todo único, pues en ella se produce una rápida diferenciación (el Soviet de Diputados Campesinos de la guarnición de Petrogrado, que está en contra del Comité Ejecutivo del Congreso Campesino). En el campo se desarrolla la lucha, y paralelamente a los Soviets de Diputados Campesinos ya existentes se organizan espontáneamente otros. Nosotros contamos precisamente con el apoyo de esas capas pobres del campesinado que se están levantando. Por su situación económica, sólo ellos pueden ir con nosotros. Las capas campesinas que han llevado al Comité Ejecutivo del Congreso Campesino a tipos como Avxéntiev, sedientos de sangre del proletariado, no nos seguirán y no se inclinarán hacia nosotros.

Yo he visto cómo aplaudía esa gente, cuando Tsereteli hizo pública la orden de detención del camarada Lenin.

Los camaradas que dicen que la dictadura del proletariado es imposible por ser el proletariado una minoría de la población, comprenden de un modo mecánico la fuerza de la mayoría. También los Soviets no representan más que a veinte millones de personas por ellos organizadas, pero, gracias a su organización, llevan tras de sí a todo el pueblo. Todo el pueblo seguirá a una fuerza organizada capaz de romper los grilletes del desbarajuste económico.

El camarada Volodarski interpreta la resolución tomada por la Conferencia de diferente manera que yo, pero es difícil comprender cuál es su punto de vista.

Los camaradas preguntan si podemos cambiar nuestra consigna. Nuestra consigna acerca del Poder de los Soviets correspondía al período pacífico del desarrollo de la revolución, período ya pasado. No debemos olvidar que una de las condiciones para la transferencia del Poder es hoy la victoria sobre la contrarrevolución mediante un alzamiento. Cuando proclamamos nuestra consigna acerca de los Soviets, el Poder estaba, de hecho, en sus manos. Presionando a los Soviets, podíamos influir en los cambios en la composición del gobierno: Ahora el Poder se encuentra en manos del Gobierno Provisional. No podemos confiar en que mediante la presión sobre los Soviets el Poder pase pacíficamente a manos de la clase obrera. Como marxistas, debemos decir: lo importante no son las instituciones, sino la política de clase que aplican esas instituciones. Nosotros estamos, sin duda alguna, en favor de unos Soviets en los que tengamos la mayoría. Y trataremos de crear tales Soviets. Pero no podemos entregar el Poder a unos Soviets que conciertan una alianza con la contrarrevolución.

Resumiendo, puede decirse que el camino de desarrollo pacífico del movimiento ha concluido, pues el movimiento ha emprendido el camino de la revolución socialista. La pequeña burguesía, a excepción de las capas pobres del campesinado, apoya ahora a la contrarrevolución. Por eso, en el momento actual, la consigna “¡Todo el Poder a los Soviets!” resulta anticuada.

miércoles, julio 29

CC Bolchevique: Sobre los acontecimientos de julio

Conferencia Urgente de la Organización de Petrogrado del P.O.S.D.R. (Bolchevique)
16-20 de julio de 1917

INFORME DEL COMITE CENTRAL SOBRE LOS ACONTECIMIENTOS DE JULIO.
por José Stalin

Camaradas:

Se acusa a nuestro Partido, y sobre todo a su Comité Central, de haber provocado y organizado la acción del 3 y del 4 de julio, con el fin de obligar al Comité Ejecutivo Central de los Soviets a tomar el Poder, y si no lo hacía, de tomarlo nosotros mismos.

Ante todo, debo refutar esas acusaciones. El 3 de julio dos representantes del regimiento de ametralladoras irrumpieron en la Conferencia de los bolcheviques y anunciaron que el 1er Regimiento de Ametralladoras se disponía a echarse a la calle. Como recordarán, dijimos a los delegados que los miembros del Partido no podían ir contra las decisiones de éste. Recordarán también que los representantes del regimiento protestaron y dijeron que preferían salir del Partido a ir en contra de la decisión de su regimiento.

El Comité Central de nuestro Partido estimaba que, en la situación creada, una acción de los obreros y de los soldados de Petrogrado no era conveniente. El Comité Central no la consideraba conveniente, porque estaba claro que la ofensiva desencadenada en el frente a iniciativa del gobierno era una aventura; que los soldados, no sabiendo por qué objetivos se les obligaba a atacar, no irían a la ofensiva y que, en caso de una acción nuestra en Petrogrado, los enemigos de la revolución podrían achacarnos la culpa del fracaso de la ofensiva en el frente.

Nosotros queríamos que la responsabilidad del fracaso recayese sobre los verdaderos culpables de esa aventura.

Pero el movimiento comenzó. Los ametralladores habían enviado delegados a las fábricas. A eso de las seis; nos vimos ante el hecho de que enormes masas de obreros y de soldados habían salido a la calle. Alrededor de las cinco, en la reunión del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, declaré oficialmente, en nombre del Comité Central del Partido y de la Conferencia, que habíamos decidido no salir a la calle. Acusarnos, después de esto, de haber organizado la manifestación, es una mentira digna de cínicos calumniadores.

La manifestación había comenzado. ¿Tenía el Partido derecho a lavarse las manos y a inhibirse? Ante la posibilidad de complicaciones aún más graves, no teníamos derecho a lavarnos las manos; como Partido del proletariado, debíamos intervenir en la manifestación y darla un carácter pacífico y organizado, sin plantearnos el objetivo de tomar el Poder por las armas.

Les recordaré hechos análogos de la historia de nuestro movimiento obrero. El 9 de enero de 1905, cuando Gapón llevaba a las masas al palacio del zar, el Partido no se negó a marchar con las masas, aunque veía claro que éstas iban el diablo sabía adónde. Ahora que el movimiento no marchaba bajo las consignas de Gapón, sino bajo nuestras consignas, teníamos todavía menos derecho a inhibirnos. Debíamos intervenir como un regulador, como un partido de contención a fin de proteger al movimiento contra posibles complicaciones.

Los mencheviques y los eseristas pretenden dirigir el movimiento obrero, pero no parecen personas capaces de dirigir a la clase obrera. Sus ataques contra los bolcheviques los denuncian como a gentes que no comprenden en absoluto los deberes de un partido de la clase obrera. Hablan de la última acción de los obreros como gente que ha roto con la clase obrera.

Aquella noche, el Comité Central de nuestro Partido, el Comité de Petersburgo y la Organización Militar resolvieron intervenir en el movimiento espontáneo de los soldados y de los obreros. Los mencheviques y los eseristas, al ver que nos seguían más de 400.000 soldados y obreros, al ver que perdían terreno, declararon que la manifestación de los obreros y de los soldados era una acción contra los Soviets. Yo afirmo que el 4 de julio por la tarde, al acusar a los bolcheviques de traidores a la revolución, los mencheviques y los eseristas traicionaron la revolución, rompieron el frente único revolucionario y concertaron una alianza con las fuerzas contrarrevolucionarias.

Al asestar sus golpes contra los bolcheviques, golpeaban a la revolución.

El 5 de julio, los mencheviques y los eseristas declararon el estado de guerra, organizaron un Estado Mayor y pusieron todos los asuntos en manos de la camarilla militar. Nosotros, que luchábamos por transferir todo el Poder a los Soviets, nos encontramos, de esa manera, en la posición de enemigos armados de los Soviets. Se creó una situación en la que las tropas de los bolcheviques podían verse frente a las tropas de los Soviets. Aceptar la batalla en tales circunstancias hubiera sido una locura por nuestra parte. Nosotros decíamos a los dirigentes de los Soviets: los demócratas constitucionalistas han dimitido; formad bloque con los obreros y que el Poder responda de su gestión ante los Soviets. Pero ellos dieron un paso pérfido y dispusieron para actuar contra nosotros a los cosacos, a los cadetes, a los maleantes y algunos regimientos del frente, haciéndoles creer la mentira de que los bolcheviques iban contra los Soviets. Es de por sí evidente que, en tales condiciones, no podíamos aceptar la batalla a que nos empujaban los mencheviques y los eseristas. Decidimos replegarnos.

El 5 de julio negociamos con el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, representado por Líber. Líber puso la condición de que nosotros, es decir, los bolcheviques, debíamos retirar los automóviles blindados del Palacio de Kshesínskaya que los marinos debían abandonar la fortaleza de Pedro y Pablo para reintegrarse a Kronstadt.

Accedimos, a condición de que el Comité Ejecutivo Central de los Soviets protegiese a las organizaciones de nuestro Partido contra posibles asaltos. Líber nos aseguró, en nombre del Comité Ejecutivo Central, que nuestras condiciones serían satisfechas y que el Palacio de Kshesínskaya quedaría a nuestra disposición, en tanto no se nos proporcionase con carácter definitivo otro local. Nosotros cumplimos nuestras promesas. Retiramos los automóviles blindados, y los marinos de Cronstadt accedieron a regresar a su base, pero con las armas. En cambio, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets no cumplió ni una sola de sus promesas. El 6 de julio, Kuzmín, el representante militar de los eseristas, nos conminó por teléfono a que en el plazo de cuarenta y cinco minutos evacuásemos el Palacio de Kshesínskaya y la fortaleza de Pedro y Pablo; en caso contrario, amenazaba con lanzar sobre nosotros las fuerzas armadas. El Comité Central de nuestro Partido resolvió evitar por todos los medios la efusión de sangre. El Comité Central me delegó a la fortaleza de Pedro y Pablo, donde conseguí persuadir a los marinos de la guarnición para que no aceptasen combate, ya que la situación había tomado tal giro que podíamos vemos enfrentados a los Soviets. En mi calidad de representante del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, fui, con el menchevique Bogdánov, a ver a Kuzmín. Este lo tenía todo dispuesto para el combate: artillería, caballería, infantería. Tratamos de convencerle de que no recurriera a las armas. Kuzmín se quejó de que “los paisanos le estorban siempre con su ingerencia”, y de mala gana accedió a obedecer al Comité Ejecutivo Central de los Soviets. Para mí está claro que los militares eseristas querían un derramamiento de sangre para dar una “lección” a los obreros, a los soldados y a los marinos. Nosotros les impedimos realizar su pérfido plan.

Mientras tanto, la contrarrevolución se había lanzado a la ofensiva: asaltó y destrucción de la redacción de “Pravda” y de la imprenta “Trud”, palizas y asesinatos de nuestros camaradas, suspensión de nuestros periódicos, etc. A la cabeza de la contrarrevolución está el Comité Central del partido demócrata constitucionalista y, tras él, el Estado Mayor y altos oficiales del ejército, es decir, representantes de esa misma burguesía que quiere hacer la guerra porque se lucra con ella.

La contrarrevolución fortalecíase día tras día. Cada vez que nos dirigíamos al Comité Ejecutivo Central de los Soviets pidiendo explicaciones, nos convencíamos de que era incapaz de prevenir los excesos, de que el Poder no estaba en sus manos, sino en las de la camarilla militar y demócrata-constitucionalista, la cual daba el tono a las fuerzas contrarrevolucionarias.

Los ministros caen como si fueran peleles. Se quiere suplantar el Comité Ejecutivo Central de los Soviets por una conferencia extraordinaria convocada en Moscú, en la que, entre centenares de representantes 'manifiestos de la burguesía, los 280 miembros del Comité Ejecutivo Central se ahogarían como moscas en leche.

El Comité Ejecutivo Central, asustado por el desarrollo del bolchevismo, concierta una vergonzosa alianza con los contrarrevolucionarios, satisfaciendo sus demandas: entrega de los bolcheviques, detención de los delegados del Báltico y desarme de los soldados y de los obreros revolucionarios. Todo esto se arregla con suma sencillez: valiéndose de los tiros de los provocadores, la camarilla defensista urde el pretexto para el desarme y procede a él. Este es, por ejemplo, el caso ocurrido a los obreros de Sestrorietsk, que no tomaron parte en la acción.

El primer indicio de toda contrarrevolución es el desarme de los obreros y de los soldados revolucionarios.

Aquí esta negra labor contrarrevolucionaria ha sido hecha con las manos de Tsereteli y de los otros “ministros socialistas” miembros del Comité Ejecutivo Central de los Soviets. En eso radica todo el peligro. El “gobierno de salvación de la revolución” “consolida” la revolución estrangulándola.

Nuestra tarea es reunir fuerzas, robustecer las organizaciones existentes e impedir que las masas se lancen a acciones prematuras. A la contrarrevolución le conviene provocarnos ahora a un combate, pero nosotros no debemos dejarnos llevar de la provocación, nosotros debemos dar prueba de la máxima serenidad revolucionaria.

Esa es la línea táctica general del Comité Central de nuestro Partido.

En cuanto a la infame calumnia de que nuestros jefes están vendidos al oro alemán, el Comité Central del Partido mantiene la siguiente posición. Acusaciones calumniosas de traición se han hecho contra los jefes revolucionarios del proletariado en todos los países burgueses: en Alemania, contra Liebknecht; en Rusia, contra Lenin. Al Comité Central del Partido no le asombra que los burgueses rusos recurran a este probado método de lucha contra los “elementos indeseables”. Es necesario que los obreros declaren abiertamente que consideran irreprochables a sus jefes, que se solidarizan con ellos y se consideran partícipes de su obra. Los propios obreros se han dirigido al Comité de Petersburgo pidiendo un proyecto de protesta contra la campaña calumniosa que se lleva contra nuestros jefes. El Comité de Petersburgo ha elaborado ese proyecto, que será cubierto de firmas de obreros.

Nuestros adversarios, los mencheviques y los eseristas, se han olvidado de que los acontecimientos no son suscitados por individuos aislados, sino por las fuerzas subterráneas de la revolución, y de esta manera han adoptado el punto de vista de la Ojrana.

Pravda” ha sido suspendida el 6 de julio y que la imprenta “Trud” ha sido clausurada. El servicio de contraespionaje responde que, con toda probabilidad, la clausura será levantada cuando termine la instrucción. Mientras permanezcan inactivos, tendremos que pagar cerca de 30.000 rublos a los cajistas y empleados de “Pravda” y de la imprenta.

Después de los acontecimientos de julio y de lo que ha ocurrido a partir de entonces, no podemos seguir considerando socialistas a los eseristas y a los mencheviques.

Ahora los obreros los llaman social-carceleros.

Hablar de unidad con los social-carceleros, después de todo lo ocurrido, sería un crimen. Debemos lanzar otra consigna: unidad con su ala izquierda, con los internacionalistas que conserven aún cierta dosis de honor revolucionario y estén dispuestos a combatir a la contrarrevolución.

Esa es la línea del Comité Central del Partido.

martes, julio 28

¡A cerrar filas! (Stalin)

De la ficha policial de Stalin

“Proletárskoe Dielo” (Kronstadt) Nº 2 del 15 (28) de julio de 1917

Los acontecimientos del 3 y del 4 de julio fueron debidos a la crisis general por que atraviesa el país. La prolongada guerra y el agotamiento general, la inusitada carestía y la mala alimentación, la creciente contrarrevolución y el desbarajuste económico, la disolución de regimientos en el frente y las dilaciones en la solución del problema de la tierra, el desbarajuste general en el país y la incapacidad del Gobierno Provisional para sacarlo de la crisis; eso es lo que llevó a las masas a la calle el 3 y el 4 de julio.

Atribuir está acción a una propaganda insidiosa de este o de aquel partido, significa adoptar el punto de vista de la Ojrana, tan propicia a atribuir todo movimiento de masas a la intervención de “instigadores” y “agitadores”.

Ningún partido -tampoco el bolchevique- llamó a la manifestación del 3 de julio. Más aún: el Partido Bolchevique, el más influyente en Petrogrado, invitó el mismo 3 de julio a los obreros y a los soldados a que se abstuviesen. Pero cuando, a pesar de todo, estalló el movimiento, nuestro Partido, considerando que no tenía derecho a lavarse las manos, hizo todo lo posible para darle un carácter pacífico y organizado.

Pero la contrarrevolución no dormía. Organizó disparos provocadores, ensombreció los días de la manifestación con un derramamiento de sangre y, apoyándose en algunas unidades del frente, pasó a la ofensiva contra la revolución. El núcleo de las fuerzas contrarrevolucionarias, el partido de los demócratas constitucionalistas, como si hubiera previsto todo eso, salió oportunamente del gobierno, para tener las manos libres. Y los mencheviques y los eseristas del Comité Ejecutivo, en el afán de conservar sus maltrechas posiciones, declararon pérfidamente que la manifestación, que exigía la transferencia de todo el Poder a los Soviets, era una rebelión contra los Soviets, y azuzaron contra el Petrogrado revolucionario a las capas atrasadas de las unidades militares traídas del frente. Cegados por su fanatismo fraccional, no advirtieron que, al asestar golpes contra los obreros y los soldados revolucionarios, debilitaban el frente entero de la revolución y daban alas a las esperanzas de los contrarrevolucionarios.

El resultado ha sido el desenfreno de la contrarrevolución y una dictadura militar.

Asalto y destrucción de las redacciones de “Pravda” y “Soldátskaia Pravda”, de la imprenta “Trud” y de nuestras organizaciones de distrito; palizas y asesinatos, encarcelamientos sin juicio previo e incontables represiones “arbitrarias”; viles calumnias de los miserables espías policíacos contra los jefes de nuestro Partido y desenfreno de los bandidos de la pluma que escriben en la prensa venal; desarme de los obreros revolucionarios y disolución de regimientos, restablecimiento de la pena de muerte: ahí tienen la “labor” de la dictadura militar.

Todo eso se hace bajo la consigna de “salvar a la revolución”, “por orden” del “ministerio” Kerenski-Tsereteli, al que apoya el Comité Ejecutivo de toda Rusia. Además, los partidos gubernamentales eserista y menchevique, atemorizados por la dictadura militar, entregan sin grandes remordimientos los líderes del Partido proletario a los enemigos de la revolución, encubren los asaltos y los desmanes y no toman medidas para cortar las represiones “arbitrarias”.

Un acuerdo tácito entre el Gobierno Provisional y el Estado Mayor de la contrarrevolución, el partido demócrata constitucionalista, concertado con la franca connivencia del Comité Ejecutivo y dirigido contra los obreros y los soldados revolucionarios de Petrogrado: he ahí el panorama de la situación actual.

Y cuantas más concesiones hacen los partidos gubernamentales, mayor es la insolencia de los contrarrevolucionarios. De los ataques contra los bolcheviques, están pasando ya a atacar a todos los partidos que integran los Soviets y a los Soviets mismos. Asaltan las organizaciones mencheviques de distrito, en Petrográdskaia Storomí y en Ojta. Asaltan la sección del Sindicato Metalúrgico en Névskaia Zastava. Irrumpen en una sesión del Soviet de Petrogrado y detienen a sus miembros (al diputado Sájarov). Organizan grupos especiales en la avenida Nevski, para cazar a los miembros del Comité Ejecutivo. Hablan concretamente de la disolución del Comité Ejecutivo. No nos referimos ya al “complot” contra algunos miembros del Gobierno Provisional y líderes del Comité Ejecutivo.

El cinismo y el carácter provocativo de las acciones de los contrarrevolucionarios aumentan por horas. Mientras tanto, el Gobierno Provisional continúa desarmando a los obreros y a los soldados revolucionarios para ”«salvar la revolución”...

Todo esto, sumado a la crisis que se está desarrollando en el país, al hambre y a la ruina, a la guerra y a las sorpresas que ésta lleva aparejadas, hace más grave la situación e inevitables nuevas crisis políticas.

Estar preparados para las futuras batallas, hacerles frente como es debido y con una buena organización: tales ahora nuestra tarea.

De lo enunciado se desprende:

Primer mandamiento: no dejarse llevar de las provocaciones de la contrarrevolución; armarse de firmeza y serenidad; guardar fuerzas para la lucha futura y no permitir ninguna acción prematura.

Segundo mandamiento: agruparse más estrechamente en torno a nuestro Partido; cerrar filas frente a los incontables enemigos que se lanzan sobre nosotros; mantener en alto nuestra bandera, animando a los débiles, reuniendo a los rezagados y educando a los inconscientes.

¡Ninguna componenda con la contrarrevolución!
¡Ninguna unidad con los “socialistas” carceleros!
¡Alianza de las fuerzas revolucionarias frente a la contrarrevolución y quienes la protegen!

Esas son nuestras consignas.

K. Stalin
miembro del Comité Central
del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia

"Entregarse ahora a las autoridades significa ponerse en manos de contrarrevolucionarios enfurecidos" (Lenin)

Proletárskoie Dielo (Kronstadt) Nº 2 del 15 (28) de julio de 1917

Carta a la Redacción de Proletarskoie Dielo

Camaradas

Hemos modificado nuestro propósito de acatar la orden de detención dictada contra nosotros por el Gobierno Provisional. Los motivos son los siguientes:

La carta del ex ministro de Justicia, Perevérzev, publicada el domingo en el periódico Nóvoie Vremia ha puesto en claro por completo que el “asunto” de “espionaje” de Lenin y otros ha sido fraguado con toda premeditación por el partido de la contrarrevolución.

Perevérzev reconoce con toda franqueza que lanzó acusaciones no comprobadas, a fin de concitar la furia (expresión textual) de los soldados contra nuestro partido. ¡Esto lo confiesa el ayer ministro de Justicia, un hombre que todavía ayer se llamaba socialista! Perevérzev se ha ido, pero nadie se atreverá a afirmar que el nuevo ministro de Justicia no vacile en utilizarlos métodos de Perevérzev-Aléxinski.

La burguesía contrarrevolucionaria se empeña en crear un nuevo caso Dreyfus. Cree tanto en nuestro “espionaje” como los jefes de la reacción rusa que montaron el asunto Beylis creían en que los hebreos bebían sangre de niño. En el momento actual no hay garantía alguna de justicia en Rusia.

El Comité Ejecutivo Central [de los Soviets], que se considera el organismo representativo de la democracia rusa, nombró una comisión para investigar el asunto del espionaje; pero, bajo la presión de las fuerzas contrarrevolucionarias, hubo de disolverla. No quiso confirmar ni revocar directamente la orden de nuestra detención. Se lavó las manos, entregándonos prácticamente a la contrarrevolución.

La acusación que se nos hace de “conspiración e “instigación” “moral” a la rebelión tiene ya un carácter bien definido. Ni el Gobierno Provisional ni el Soviet dan ninguna calificación jurídica exacta de nuestro supuesto delito, porque todos saben muy bien que hablar de “conspiración” en un movimiento como el del 3-5 de julio es completamente absurdo. Los dirigentes mencheviques y eseristas tratan simplemente de aplacar a la contrarrevolución, que presiona también sobre ellos, entregándole, por orden suya, algunos miembros de nuestro partido. En Rusia es imposible hablarse hoy no ya de legalidad alguna, sino ni siquiera de las garantías constitucionales que existen en los países burgueses organizados. Entregarse ahora a las autoridades significaría ponerse en manos de los Miliukov, los Aléxinski y los Pérevérzev, en manos de los contrarrevolucionarios enfurecidos, para quienes todas las acusaciones que se nos hacen son un simple episodio de la guerra civil.

Después de lo ocurrido los días 6, 7 y 8 de julio, ningún revolucionario ruso puede seguir abrigando ilusiones constitucionales. Está en marcha el combate decisivo entre la revolución y la contrarrevolución. Nosotros seguiremos luchando, como antes, al lado de la primera.

En la medida de nuestras fuerzas continuaremos ayudando a la lucha revolucionaria del proletariado. La Asamblea Constituyente, si llega a reunirse y no es la burguesía la que la convoca, será la única competente para pronunciarse respecto a la orden de detención dictada contra nosotros por el Gobierno Provisional.

N. Lenin

lunes, julio 27

A propósito de las consignas (Lenin)

Ocurre con harta frecuencia que, cuando la historia da un viraje brusco, hasta los partidos avanzados necesitan de un período más o menos largo para habituarse a la nueva situación y repiten consignas que, si bien ayer eran justas, hoy han perdido ya toda razón de ser, han perdido su sentido tan “súbitamente” como “súbito” es el brusco viraje de la historia.

Algo semejante puede ocurrir, a lo que parece, con la consigna del paso de todo el poder a los Soviets. Durante un período ya para siempre fenecido de nuestra revolución, desde el 27 de febrero hasta el 4 de julio, pongamos por caso, esta consigna era acertada. Pero hoy, evidentemente, ha dejado de serlo. Sin comprender esto, tampoco podremos comprender ninguno de los problemas esenciales de la actualidad. Cada consigna debe dimanar siempre del conjunto de peculiaridades de una determinada situación política. Y hoy, después del 4 de julio, la situación política de Rusia es radicalmente distinta de la que imperó desde el 27 de febrero hasta esa fecha.

Entonces, durante aquel período ya fenecido de la revolución, en el Estado predominaba la llamada “dualidad de poderes”, fenómeno que expresaba, material y formalmente, el carácter indefinido y de transición del poder público. No olvidemos que el problema del poder es el problema fundamental de toda revolución.

Durante aquel período, el poder se mantenía en un estado de desequilibrio. Lo compartían, por acuerdo voluntario, el Gobierno Provisional y los Soviets. Estos últimos eran delegaciones de la masa de obreros y soldados armados y libres, es decir, no sometidos a ninguna violencia exterior. Las armas en manos del pueblo y éste libre de toda violencia exterior: tal era el fondo de la cuestión. Esto era lo que abría y garantizaba a toda la revolución un camino pacífico de desarrollo. La consigna de “Todo el poder a los Soviets” significaba el paso inmediato, realizable directamente en esta vía de desarrollo pacífico. Era la consigna de desarrollo pacífico de la revolución, que desde el 27 de febrero hasta el 4 de julio fue posible y como es natural, el más deseable de todos, pero que hoy es ya absolutamente imposible.
...
...hoy, esa lucha, la lucha por la entrega oportuna del poder a los Soviets, ha terminado. La vía pacífica de desarrollo de la revolución se ha hecho imposible. Ha empezado el camino no pacífico, el más doloroso de todos.

El viraje del 4 de julio consiste precisamente en que, a partir de él, ha cambiado bruscamente la situación objetiva. El equilibrio inestable del poder ha cesado; el poder ha pasado, en el lugar decisivo, a manos de la contrarrevolución... El 27 de febrero, todas las clases se hallaron unidas contra la monarquía. A partir del 4 de julio, la burguesía contrarrevolucionaria, del brazo de los monárquicos y de las centurias negras, ha puesto a su lado a los eseristas y mencheviques pequeñoburgueses, apelando en parte a la intimidación, y ha entregado de hecho el poder a los Cavaignac, a una pandilla militar que fusila en el frente a los insubordinados y persigue en Petrogrado a los bolcheviques.

En estas condiciones, la consigna del paso del poder a los Soviets parecería una quijotada o una burla. Mantener esta consigna equivaldría, objetivamente, a engañar al pueblo a infundirle la ilusión de que basta, incluso ahora, con que los Soviets se limiten a querer o a acordar de tomar el poder para que éste vaya a parar a sus manos; la ilusión de que en el Soviet siguen actuando unos partidos no manchados todavía por su complicidad con los verdugos, y de que lo ocurrido puede borrarse de un plumazo.

... hoy es ya imposible tomar el poder por vía pacífica. Para llegar a él hay que derrotar, luchando resueltamente, a los verdaderos detentadores del poder en el momento actual: a la pandilla militar, a los Cavaignac, que se apoyan en las tropas reaccionarias trasladadas a Petrogrado, en los democonstitucionalistas y en los monárquicos.

La esencia del problema consiste en que estos nuevos detentadores del poder pueden ser vencidos únicamente por las masas revolucionarias del pueblo, para cuyo movimiento es condición indispensable no sólo que sean dirigidas por el proletariado, sino también que vuelvan la espalda a los partidos eserista y menchevique, que han traicionado la causa de la revolución.
...
El problema fundamental de la revolución, decíamos, es el problema del poder. A esto debemos añadir: precisamente las revoluciones nos muestran a cada paso cómo se vela la cuestión de saber dónde está el verdadero poder y ponen de relieve la diferencia existente entre el poder formal y el efectivo. En eso precisamente estriba una de las peculiaridades más importantes de todo período revolucionario. En marzo y abril de 1917 no se sabía si el poder efectivo estaba en manos del gobierno o del Soviet.

...Hoy lo constituyen los cadetes y los cosacos reaccionarios, traídos expresamente a Petrogrado; los que retienen en la cárcel a Kámenev y a otros; los que han prohibido Pravda; los que han desarmado a los obreros y a una parte determinada de los soldados; los que fusilan a una parte no menos determinada de los soldados y a una parte no menos determinada de las tropas en el ejército. Esos verdugos son hoy el poder efectivo. Los Tsereteli y los Chernov son ministros sin poder, ministros fantoches, líderes de partidos que apoyan la política de los verdugos. Esto es un hecho. Y este hecho no cambia porque Tsereteli y Chernov personalmente “no aprueben”, quizás, los actos de los verdugos ni porque sus periódicos nieguen tímidamente toda relación con estos últimos, pues tal mudanza de atavío político no modifica en nada la esencia del problema.
...
El pueblo debe saber, ante todo y sobre todo, la verdad; debe saber en manos de quién se encuentra, en realidad, el poder del Estado. Al pueblo hay que decirle toda la verdad: hay que decirle que el poder está en manos de una pandilla de militares a lo Cavaignac (en manos de Kerenski, de ciertos generales, oficiales, etc.), apoyados por la burguesía como clase, con el partido de los democonstitucionalistas a la cabeza y con todos los monárquicos, que actúan a través de toda la prensa ultrarreaccionaria, a través de Nóvoie Vremia, Zhivoie Slovo, etc., etc.

Hay que derrocar este poder. Sin eso, todo lo que se hable de combatir a la contrarrevolución no será más que frases hueras, no será más que “engañarnos a nosotros mismos y engañar al pueblo”.

Este poder es apoyado hoy también por los ministros Tsereteli y Chernov y sus partidos. Hay que aclarar al pueblo su papel de verdugos y hacerle ver la ineluctabilidad de que dichos partidos llegasen a este “final” después de sus “errores” del 21 de abril, del 5 de mayo56, del 9 de junio y del 4 de julio; después de aprobar la política de la ofensiva, una política que en sus nueve décimas partes predeterminó la victoria de los Cavaignac en julio.

... la batalla decisiva sólo podrá darse cuando la revolución vuelva a prender con impulso ascensional en lo más profundo de las masas...

...A excepción del proletariado revolucionario, no hay nada, ninguna fuerza, capaz de derrocar a la contrarrevolución burguesa. Es precisamente el proletariado revolucionario el que, aprovechando la experiencia de julio de 1917, debe tomar el poder por su cuenta; sin eso es imposible el triunfo de la revolución. El poder en manos del proletariado, apoyado por los campesinos pobres o los semiproletarios: tal es la única salida, y ya hemos dicho cuáles son las circunstancias que pueden contribuir a acelerarla de manera extraordinaria.

En esta nueva revolución podrán y deberán surgir los Soviets, pero no serán los Soviets actuales, no serán órganos de conciliación con la burguesía, sino órganos de lucha revolucionaria contra ella. Cierto que también entonces propugnaremos la organización de todo el Estado según el tipo de los Soviets. No se trata de los Soviets en general, sino de la lucha frente a la contrarrevolución actual y frente a la traición de los Soviets actuales...

sábado, julio 25

Stalin, el barbero de Lenin

Stalin cambió a Lenin de escondite cinco veces en tres días mientras Kerensky perseguía al “Viejo”. Trotsky y Kámenev fueron arrestados, pero Lenin, resguardado por Stalin, regresó a la clandestinidad. La policía irrumpió en la casa de la hermana de Lenin. Rápidamente, Krupskaya fue al domicilio de Stalin y Molotov en la calle Shirokaya para saber qué era de Lenin.

En la noche del 6 de julio, Stalin llevó a Lenin a su quinto escondite, el nuevo departamento de los Alliluyev [familia bolchevique que se convertiría poco después en la familia política de Stalin], en el 10 de la calle Rozhdestvenskaya, donde ellos tenían portero uniformado y una empleada de servicio.

Muéstrenme todas las entradas y salidas”, dijo Lenin al llegar, chequeando incluso el ático. “Le dimos la habitación de Stalin”, cuenta Olga [Alliluyeva, suegra de Stalin]. Lenin estaba sorpresivamente alegre, quedándose durante cuatro tensos días. Anna Alliluyeva llegó a casa y la encontró llena de gente desconocida y nerviosa. “Inmediatamente reconocí a la persona que me presentaron en primer lugar”. Lenin estaba sentado en el sofá “en mangas de camisa, con chaleco y una camisa de color claro con corbata”. En la habitación “insoportablemente sofocante”, Lenin le preguntó qué había visto en las calles.

Dicen que usted se ha escapado hacia Kronstadt y que está oculto en un dragaminas”.

Ja, ja, ja”, se reía Lenin con “contagioso regocijo”. Le preguntó a Stalin y a los otros: "¿Qué opinan, camaradas?"

Lenin pasó sus días escribiendo. Stalin lo visitaba diariamente. Silenciosamente, él tomaba el pulso político en el Palacio Táurida, donde se encontraba con Sergo Ordzhonikidze. Ambos estaban preocupados porque “muchos prominentes bolcheviques adoptaron la posición de que Lenin no debería esconderse sino que debería presentarse [ante los tribunales]. Juntos, fuimos a ver a Lenin”, escribió Sergo. El gobierno exigía la rendición de Lenin. En la casa de los Allilluyev, Lenin, Stalin, Sergo, Krupskaya y María, la hermana de Lenin, debatían qué hacer.

Al principio, Lenin estaba de acuerdo con entregarse. Stalin discrepaba. Inicialmente, creía que Lenin y Zinoviev deberían esperar y entregarse solamente si su seguridad podía estar garantizada, pero una visita al Táurida lo convenció de que esto era imposible. “Los junkers [oficiales del ejército] quieren llevarte a prisión”, le advirtió, “pero te matarán en el camino”. Stasova [secretaria del Comité Central] llegó para informar que se estaba publicando más evidencias de la traición de Lenin. “Un fuerte estremecimiento recorrió su rostro y [Lenin] declaró con la máxima determinación que iría a prisión” para limpiar su nombre en un juicio.

Despidámonos”, le dijo Lenin a Krupskaya. “Quizá no nos volvamos a ver”.

Stalin y Sergo fueron enviados de regreso al Palacio Táurida para lograr una “garantía de que Lenin no sería linchado por los junkers”. Al regresar, Stalin informó que los mencheviques “respondieron que no pueden decir qué pasará”.

Stalin y Sergo estaban ahora seguros de que Lenin sería asesinado si se rendía. “Stalin y los otros urgieron a Ilych que no compareciera”, dice Krupskaya. “Stalin lo convenció y ...salvó su vida”. Stalin tenía la razón: V.N. Polovtoev, un ex miembro de la Duma, encontró al oficial asignado para arrestar a Lenin. “¿Cómo debo entregar a este caballero, Lenin?", preguntó el oficial. “¿Entero o en pedacitos?”.

El debate iba de un lado a otro. De repente Sergo sacó una daga imaginaria y exclamó como un bandido georgiano: “¡Rebanaré al que quiera que Ilych sea arrestado!”

Eso pareció decidirlo. Lenin tenía que ser sacado de Petrogrado: Stalin “se encargó de organizar la partida de Lenin”. Un obrero llamado Emelianov aceptó esconder a Lenin en su cabaña en Razliv, al norte de Petrogrado.

Olga y Anna Alliluyeva, estaban pendientes de sus invitados, asegurándose de que Lenin y Stalin comieran adecuadamente.

“¿Qué le están dando de comer a Stalin?”, preguntaba Lenin. “Por favor, Olga, usted debe cuidarlo, está perdiendo peso”.

Stalin por su parte chequeaba de Lenin estuviera comiendo apropiadamente. “Bien, ¿cómo está la situación con las provisiones? ¿Ilych está comiendo? Haz lo mejor que puedas por él”. A veces, Stalin traía alimentos adicionales.

Lenin y Stalin estudiaron cuidadosamente los planes de escape. El 11 de julio, “Stalin llegó antes de la partida y todos se reunieron en la habitación de Lenin para ver la mejor forma de disfrazarlo”. Olga intentó vendar la cabeza de Lenin pero no dio resultado. Nadie sugirió disfrazarlo de mujer.

“¿No sería mejor si me afeito?”, sugirió Lenin. “Un rato después, Lenin se sentó con su cara cubierta de jabón” frente a un espejo redondo junto a un retrato de Tolstoy en la habitación de Stalin. Soso personalmente “hizo de barbero”, afeitando la barba y el bigote de Lenin.

“Está muy bien ahora”. Lenin se vio en el espejo. “Luzco como un campesino finlandés y es difícil que alguien me reconozca”.

El 12 de julio, Stalin y Alliluyev escoltaron a Lenin hacia la estación Primorsky para su acto de desaparición: se ocultó en Razliv antes de mudarse a un granero en Finlandia. Viajando de un lado a otro, Stalin se convirtió en el principal contacto de Lenin con Petrogrado. “Uno de mis hijos solía traer, en bote, a Stalin a la cabaña [donde Lenin se ocultaba]”, recordaba Emelianov.

En una descarga de artículos, Stalin denunció “el nuevo Caso Dreyfus” de Kerensky, las “viles calumnias contra el líder de nuestro Partido” y los “piratas de la pluma de la prensa venal”. Especialmente se burlaba de los “tontos ciegos” mencheviques por actuar como marionetas...

Stalin hizo de líder interino de los bolcheviques...

Extraído de “Young Stalin” de Simon Sebag Montefiore, Vintage Books, 2008, pp. 323-325. Traducción propia.