sábado, junio 13

El daño de la palabrería (Lenin)

Pravda No. 69 del 31 de mayo (13 de junio) de 1917

Las respuestas de los gobiernos francés y británico demuestra claramente la solidez de nuestras repetidas afirmaciones que ni el gobierno capitalista ruso ni el francés ni el británico ni el alemán pueden renunciar a la política de anexiones, y que todas las promesas son hechas para engañar al pueblo.

"Estamos peleando por tomar Alsacia y Lorena, estamos peleando por la victoria", replica el gobierno francés. "Está bien cumplir con el tratado y luchar por la Polonia rusa y alemana", responden los británicos.

La amarga verdad de que el capitalismo no puede reconciliarse con una política no anexionista ha sido demostrada una vez más. La política de los “conciliadores”, de aquellos que desean reconciliar a los capitalistas y al proletariado, la política de los ministerialistas narodniks y mencheviques, es un evidente fracaso. Todas las esperanzas en un gobierno de coalición han sido hechas pedazos, todas sus promesas han sido expuestas como simple verborrea.

Y lo más dañino de todo, en lo que concierne a la causa de la revolución y los intereses de las masas trabajadoras, es el intento de encubrir todo con frases. Dos matices destacan en este torrente de frases, una tan mala como la otra.

Rabochaya Gazeta, el órgano de los ministerialistas mencheviques, lleva agua al molino kadete. De un lado, dice: “Sobre esta base [sobre la base de las respuestas de los dos poderes aliados] no puede haber acuerdo entre ellos y nosotros...” Cuando ellos dicen “nosotros”, ¿quieren decir capitalistas rusos? La teoría de la lucha de clases es tirada por la borda; es mucho más beneficioso declamar frases acerca de la “democracia” en abstracto mientras se pisotea la verdad elemental del marxismo, que es precisamente que en una “democracia” la brecha entre capitalistas y los proletarios es la más amplia.

De otro lado, Rabochaya Gazeta quiere hacer “un intento de revisar [los acuerdos y tratados] mediante una conferencia de representantes de los gobiernos aliados a ser especialmente convocada”. La misma vieja historia: acuerdo con los capitalistas, lo que, de hecho, significa engañar a los trabajadores jugando a las negociaciones con sus enemigos de clase.

“La presión de la población de las democracias francesa y británica, incluso la presión del proletariado francés y británico, solo, sobre sus respectivos gobiernos...”, escribe Rabochaya Gazeta. En Rusia, los mencheviques están apoyando a su gobierno imperialista, pero en otros países ellos quieren que se ejerza presión... ¿Qué es esto si no pura palabrería y embuste de principio a fin?

“Nosotros estamos trabajando por él [por la paz mundial], convocando a una conferencia socialista”... ¡a ser concurrida por ministros ex socialistas que se han puesto de lado de sus gobiernos! Esto es “trabajar” con vehemencia para engañar al pueblo en una escala mayor mediante una serie de engaños menores.

Tenemos a Dyelo Naroda palabreando “a lo jacobino”. Ese tono severo, esas espectaculares exclamaciones revolucionarias: “nosotros lo sabemos”... “fe en la victoria de nuestra Revolución [con mayúscula, por supuesto], “de este o ese paso... de la democracia revolucionaria rusa dependen los destinos... de toda la Rebelión [con mayúscula, por supuesto] que el pueblo trabajador ha iniciado feliz y victoriosamente”.

Obviamente, si se escriben las palabras Revolución y Rebelión con mayúsculas se hace que la cosa luzca “terriblemente” temible, como los jacobinos. Mucho efecto a bajo costo. La gente que escribe eso está virtualmente ayudando a aplastar la revolución y a obstaculizar la rebelión del pueblo trabajador; apoyando al gobierno ruso de los imperialistas; apoyando sus métodos de esconder del pueblo los tratados secretos, sus tácticas de postergar la inmediata abolición de la propiedad terrateniente; apoyando su política de “ofensiva”, su insultante y arbitrario comportamiento hacia las organizaciones representativas locales, su arrogancia para nombrar o ratificar a los funcionarios locales elegidos por la población local, y así ad infinitum.

¡Señores, héroes de la palabrería, caballeros de la grandilocuencia revolucionaria! El socialismo exige que distingamos entre la democracia capitalista y la democracia proletaria, entre la revolución burguesa y la revolución proletaria, entre un levantamiento de los ricos contra el zar y un levantamiento del pueblo trabajador contra los ricos. El socialismo exige que distingamos nuestra revolución burguesa, que ya ha concluido (la burguesía ahora es contrarrevolucionaria), de la ascendente revolución de los proletarios y campesinos pobres. La primera revolución es por la guerra, por la conservación de la propiedad terrateniente, por la “subordinación” de las organizaciones locales de auto-gobierno al gobierno central, por los tratados secretos. La última revolución ha empezado a suprimir la guerra mediante la fraternización revolucionaria, la abolición del poder de los terratenientes en las provincias, incrementando el número y el poder de los Soviets e introduciendo por todos partes el principio de elección.

Los ministerialistas narodniks y mencheviques están declamando frases acerca de la “democracia” en abstracto, acerca de la “Revolución” en abstracto, para encubrir su acuerdo con la burguesía imperialista, ahora definitivamente contrarrevolucionaria, de su propio país –un acuerdo que, en realidad, se está convirtiendo en una lucha contra la revolución de los proletarios y semiproletarios.

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