domingo, agosto 9

VI Congreso Bolchevique: "Los bolcheviques están solos. Contra ellos se unen todos los elementos a su derecha"

VI Congreso del P.O.S.D.R. (Bolchevique)
26 de Julio - 3 de agosto de 1917

INFORME SOBRE LA GESTION DEL COMITE CENTRAL
27 de julio (9 de agosto)
José Stalin
Camaradas:

El informe sobre la gestión del Comité Central abarca los dos meses y medio últimos: mayo, junio y la primera quincena de julio. La actividad del Comité Central en mayo transcurrió en tres direcciones.

En primer término, fue lanzada la consigna de nuevas elecciones a los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. El Comité Central partía de que nuestra revolución se desarrolla 'por una vía pacífica, de que mediante nuevas elecciones a los Soviets de Diputados Obreros y Soldados era posible modificar la composición de los Soviets y, por lo tanto, la del gobierno. Nuestros adversarios nos atribuían el propósito de adueñarnos del Poder. Eso era una calumnia. No abrigábamos semejantes intenciones. Nosotros decíamos que existía la posibilidad de modificar, mediante nuevas elecciones a los Soviets, el carácter de su actividad, a tenor con los deseos de las amplias masas. Veíamos con claridad que bastaba disponer de la mitad más uno de los votos en los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, para que el Poder se viese precisado a seguir otro derrotero. Por eso, en mayo, todo el trabajo transcurrió bajo la bandera de las nuevas elecciones. En resumidas cuentas, conquistamos cerca de la mitad de las actas de la minoría obrera del Soviet y alrededor de 1/4 de la de los soldados.

En segundo lugar, la agitación contra la guerra. La condena a muerte de F. Adler nos dio motivo para organizar diversos mítines de protesta contra la pena de muerte y contra la guerra. Los soldados acogieron bien esta campaña.

El tercer aspecto de la actividad del Comité Central fueron las elecciones municipales de mayo. El Comité Central y el Comité de Petersburgo consagraron todos los esfuerzos a dar la batalla tanto a los demócratas constitucionalistas -fuerza básica de la contrarrevolución- como a los mencheviques y eseristas, que, voluntaria o involuntariamente, siguen a los demócratas constitucionalistas. De los 800.000 votos de Petrogrado obtuvimos casi el 20%, siendo de señalar que conquistamos por completo la Duma del distrito de Víborg. Los camaradas soldados y marinos prestaron un particular servicio al Partido.

Así, pues, mayo transcurrió bajo el signo de: 1) las elecciones municipales, 2) la agitación contra la guerra y 3) las nuevas elecciones al Soviet de Diputados Obreros y Soldados.

Junio. Los rumores sobre la preparación de una ofensiva en el frente ponían nerviosos a los soldados. Aparecieron toda una serie de órdenes, que reducían a la nada los derechos de los soldados. Todo esto electrizaba a las masas. Cada rumor recorría en el acto todo Petrogrado y ponía en conmoción a los obreros y, particularmente, a los soldados. Los rumores de ofensiva; las órdenes del día de Kerenski con la declaración de los derechos del soldado; las medidas para descongestionar Petrogrado de elementos “innecesarios”, según decían las autoridades, aunque estaba claro que lo que se quería era apartar de Petrogrado a los elementos revolucionarios; el desbarajuste económico, que adquiría contornos más y más acusados: todo esto sembraba el nerviosismo entre los obreros y los soldados. En las fábricas se celebraban asambleas, y llovían las propuestas de regimientos y fábricas de que organizáramos una manifestación. Para el 5 de junio se proyectaba una manifestación. Pero el Comité Central dispuso que no se celebrara por el momento y que el día 7 se convocase una asamblea de representantes de los distritos, de las fábricas y de los regimientos y se resolviera en ella el problema de la manifestación. La asamblea fue convocada y asistieron unas 200 personas. Se evidenció que quienes estaban más inquietos eran los soldados. Por inmensa mayoría de votos se decidió organizar la manifestación. Se puso a discusión el problema de la conducta a seguir en el caso de que el Congreso de los Soviets, inaugurado por aquellos días, se pronunciase contra la manifestación. La inmensa mayoría de los camaradas que hicieron uso de la palabra, estimaba que no había fuerza capaz de detener la manifestación. Después de esto, el Comité Central acordó encargarse de organizar una manifestación pacífica. A la pregunta de los soldados de si podrían ir armados, el Comité Central respondió disponiendo que no se fuera con armas. Sin embargo, los soldados opinaban que era imposible ir a la manifestación desarmados, que las armas eran la única garantía efectiva contra los excesos de los burgueses y que llevarían las armas sólo para defensa propia.

El 9 de junio, el Comité Central, el Comité de Petersburgo y la Organización Militar celebran una reunión conjunta. El Comité Central plantea si no convendría diferir nuestra manifestación, en vista de que el Congreso de los Soviets y todos los partidos “socialistas” se pronuncian en contra de ella. Todos responden que no.

A las 12 de la noche del 9 de junio, el Congreso de los Soviets hace público un llamamiento, en el que lanza todo el peso de su autoridad contra nosotros. El Comité Central dispone que no se organice el 10 de junio la manifestación y se aplace hasta el 18 de junio, teniendo en cuenta que el mismo Congreso de los Soviets convoca para dicha fecha una manifestación, en la cual las masas podrán expresar su voluntad. Los obreros y los soldados acogen con reprimido descontento esta disposición del Comité Central, pero la cumplen. Es característico, camaradas, que aquel día, el 10 de junio, por la mañana, cuando diversos oradores del Congreso de los Soviets hacían uso de la palabra en las fábricas para “acabar con los intentos de organizar la manifestación”, la inmensa mayoría de los obreros sólo accediera a escuchar a oradores de nuestro Partido. El Comité Central consiguió tranquilizar a los soldados y a los obreros. De este modo se puso de relieve nuestra organización.

El Congreso de los Soviets, al convocar la manifestación para el 18 de junio, anunció al mismo tiempo que se celebraría bajo la bandera de la libertad de consignas. Estaba claro que el Congreso había decidido dar la batalla a nuestro Partido. Nosotros aceptamos el reto y nos pusimos a preparar las fuerzas para la proyectada manifestación.

Los camaradas saben cómo transcurrió la manifestación del 18 de junio. Hasta los periódicos burgueses dijeron que la inmensa mayoría de los manifestantes había seguido las consignas de los bolcheviques. La consigna fundamental fue: “¡Todo el Poder a los Soviets!”. Acudieron, por lo menos, 400.000 manifestantes. Sólo tres grupitos -el Bund, los cosacos y los partidarios de Plejánov- se atrevieron a presentar la consigna de “¡Confianza en el Gobierno Provisional!”, y se arrepintieron de ello, porque les obligaron a enrollar sus banderas. El Congreso de los Soviets hubo de convencerse por sus propios ojos de que la fuerza y la influencia de nuestro Partido son muy grandes. Todos quedaron persuadidos de que la manifestación del 18 de junio, más imponente que la del 21 de abril, no pasaría en vano. Y, en efecto, no debía pasar en vano. “Riech” decía que, según todas las probabilidades, se producirían grandes cambios en el gobierno, ya que las masas no aprobaban la política de los Soviets. Mas, precisamente aquel día comenzó la ofensiva de nuestras tropas en el frente, una ofensiva afortunada, y con este motivo empezaron las manifestaciones de los reaccionarios en la Perspectiva Nevski. Esta circunstancia redujo a la nada la victoria moral de los bolcheviques en la manifestación. También quedaron reducidos a cero los posibles resultados prácticos de que hablaban tanto “Riech” como los portavoces oficiales de los partidos gobernantes eserista y menchevique.

El Gobierno Provisional quedó en el Poder. La ofensiva afortunada, los éxitos parciales del Gobierno Provisional y los diversos proyectos de retirada de las tropas de Petrogrado surtieron el consiguiente efecto en los soldados. Estos hechos les permitieron cerciorarse de que el imperialismo pasivo se transformaba en imperialismo activo. Comprendieron que había llegado un período de nuevos sacrificios.

El frente reaccionó a su modo a la política de imperialismo activo. A pesar de la prohibición, diversos regimientos pusieron a votación si debían emprender la ofensiva o no. El Alto Mando no comprendió que, en las nuevas condiciones de Rusia y no estando claros los fines de la guerra, no es posible lanzar ciegamente a las masas a una ofensiva. Ocurrió lo que habíamos pronosticado: la ofensiva se vio condenada al fracaso.

Las postrimerías de junio y los primeros días de julio transcurren bajo la divisa de la política de ofensiva. Corren rumores de restauración de la pena de muerte, de disolución de diversos regimientos, de apaleamientos en el frente. De allí llegan delegados que informan de detenciones y apaleamientos en sus unidades. Análogas noticias comunican los regimientos de granaderos y de ametralladoras. Todo esto abonó el terreno para una nueva acción de los obreros y los soldados en Petrogrado.

Paso a los acontecimientos del 3 al 5 de julio. Los sucesos comienzan el 3 de julio, a las 3 de la tarde, en el local del Comité de Petersburgo.

3 de julio. Las 3 de la tarde. Reunión de la Conferencia de Petrogrado de nuestro Partido. Se examina el inocuo problema de las elecciones municipales. Llegan dos representantes de un regimiento de la guarnición y declaran de pronto que “tienen decidido actuar esta tarde”, “no pueden tolerar más en silencio que se esté disolviendo regimiento tras regimiento en el frente” y “han enviado ya delegados a las fábricas y a los regimientos”, invitándoles a sumarse a la acción. El camarada Volodarski, representante de la presidencia de la Conferencia, declara en contestación que “en el Partido existe el acuerdo de no ir a la acción, que los miembros del Partido en el regimiento no deben infringir la decisión del Partido”.

Las 4 de la tarde. El Comité de Petersburgo, la Organización Militar y el Comité Central del Partido examinan la cuestión y deciden no ir a la acción. La decisión es aprobada por la Conferencia, cuyos miembros van a las fábricas y los regimientos para disuadir a los camaradas.

Las 5 de la tarde. Palacio de Táuride. Sesión del Buró del Comité Ejecutivo Central de los Soviets. Por encargo del Comité Central del Partido, el camarada Stalin, somete al Buró del Comité Ejecutivo Central una declaración acerca de todo lo sucedido y da cuenta de la decisión de los bolcheviques de no ir a la acción.

Las 7 de la tarde. Ante el local del Comité de Petersburgo. Desfilan varios regimientos con banderas. Consigna: “¡Todo el Poder a los Soviets!”. Se detienen ante el local del Comité de Petersburgo y piden a los miembros de nuestra organización que “digan algo”. Los oradores bolcheviques Lashévich y Kuráev explican en sus discursos la situación política del momento e invitan a desistir de la acción. Les contestan con gritos de “¡Fuera!”. Entonces los miembros de nuestra organización proponen que se elija una delegación para exponer los deseos de los manifestantes al Comité Ejecutivo Central de los Soviets y que después se regrese a los regimientos. En respuesta suena un ensordecedor “¡Hurra!”. La banda toca “Le Marsellesa”... A esta hora la noticia de que los demócratas constitucionalistas han abandonado el gobierno recorre todo Petrogrado, sembrando el nerviosismo entre los obreros. Después de los soldados aparecen columnas de obreros. Llevan las mismas consignas que los soldados. Los soldados y los obreros se dirigen hacia el Palacio de Táuride.

Las 9 de la noche. Local del Comité de Petersburgo. Desfile incesante de delegados de las fábricas. Todos proponen a las organizaciones de nuestro Partido que intervengan y se encarguen de dirigir la manifestación. En caso contrario, “habrá derramamiento de sangre”. Se oyen voces proponiendo que se elijan delegaciones de las fábricas, con el fin de comunicar al Comité Ejecutivo Central de los Soviets la voluntad de los manifestantes, y que las masas, después de escuchar más tarde los informes de las delegaciones, se disuelvan pacíficamente.

Las 10 de la noche. Palacio de Táuride. Reunión de la sección obrera del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado. En vista de los informes de los obreros de que la manifestación se ha iniciado, la mayoría de la sección decide, a fin de evitar excesos, intervenir en la manifestación para darle un carácter pacífico y organizado. La minoría, disconforme con esta decisión, abandona la sala. La mayoría elige un Buró para poner en práctica el acuerdo recién aprobado.

Las 11 de la noche. El lugar de reunión del Comité Central y del Comité de Petersburgo de nuestro Partido se traslada al Palacio de Táuride, adonde desde la tarde no dejan de afluir los manifestantes. Llegan agitadores de los distritos y representantes de las fábricas. Reunión de representantes del Comité Central de nuestro Partido, del Comité de Petersburgo, de la Organización Militar, del Comité Interdistrital, del Buró de la sección obrera del Soviet de Petrogrado. Los informes de los distritos ponen en claro que:

1) será imposible impedir que los obreros y soldados vayan mañana a la manifestación;
2) los manifestantes llevarán armas exclusivamente para defenderse, como garantía efectiva contra los disparos provocadores que puedan hacerse desde la Perspectiva Nevski: “contra gentes armadas no es tan fácil disparan”.

La reunión decide: en el momento en que las masas revolucionarias de obreros y soldados se manifiestan bajo la consigna de “¡Todo el Poder a los Soviets!”, el Partido del proletariado no tiene derecho a lavarse las manos ni a inhibirse, no puede abandonar a las masas a su suerte, debe estar con las masas, para dar un carácter consciente y organizado al movimiento espontáneo. La reunión decide proponer a los obreros y soldados que elijan delegados de los regimientos y de las fábricas y declaren, a través de ellos, sus deseos al Comité Ejecutivo Central de los Soviets. En el espíritu de esta decisión se redacta un llamamiento, invitando a una “manifestación pacífica y organizada”.

Las 12 de la noche. Más de 30.000 obreros de la fábrica Putílov aparecen frente al Palacio de Táuride. Banderas. Consigna: “¡Todo el Poder a los Soviets!”. Elección de delegados. Los delegados informan al Comité Ejecutivo sobre las reivindicaciones de los obreros de la fábrica Putílov. Los soldados y los obreros, congregados frente al Palacio de Táuride, comienzan a dispersarse.

4 de julio. Durante el día. Desfile de obreros y de soldados. Banderas. Consignas bolcheviques. Los manifestantes se encaminan hacia el Palacio de Táuride. Cierran el desfile millares de marinos de Cronstadt. Los manifestantes, según testimonio de los periódicos burgueses (“Birzhovka”), no son menos de 400.000. Júbilo en las calles. El público acoge a los manifestantes con alegres “¡hurras!”. Después del mediodía comienzan los excesos. Las fuerzas oscuras de los barrios burgueses ensombrecen la manifestación de los obreros con criminales disparos provocativos. Ni siquiera “Birzhevíe Viédomosti” se atreve a negar que quien comenzó a disparar fueron los enemigos de la manifestación. “A las 2 en punto de la tarde -escribe “Birzhovka” (edición vespertina del 4 de julio)-, en la esquina de Sadóvaia y Nevski, cuando pasaban los manifestantes armados y el numeroso público reunido les contemplaba tranquilamente, sonó un ensordecedor disparo por la parte derecha de Sadóvaia, tras el cual comenzó una sucesión de descargas”.

Está claro que no comenzaron a disparar los manifestantes, sino unos “desconocidos”, que abrieron fuego contra los manifestantes, y no al revés.

Los disparos continuaron simultáneamente en diversos lugares de la parte burguesa de la ciudad. Los provocadores no se habían dormido. A pesar de ello, los manifestantes se limitan a actuar estrictamente en defensa propia. No cabe ni hablar de un complot ni de una insurrección. No se produjo ni un solo taso de ocupación de edificios públicos y oficiales, ni un solo intento de tal ocupación, aunque los manifestantes, con las inmensas fuerzas armadas de que disponían, hubieran podido perfectamente apoderarse, no ya de alguna que otra institución, sino de toda la ciudad...

Las 8 de la noche. Palacio de Táuride. Reuniones del Comité Central, de la Mezhraionka y de otras organizaciones de nuestro Partido. Se decide que, una vez patentizada la voluntad de los obreros y de los soldados revolucionarios, debe ponerse fin a la manifestación. Se redacta un llamamiento a tenor con este acuerdo: “La manifestación ha terminado... Nuestra consigna es: firmeza, entereza, serenidad” (v. El llamamiento, en “Listok Pravdi”). Este llamamiento, entregado a “Pravda”, no pudo aparecer el 5 de julio, ya que por la noche (del 4 al 5) los cadetes y los del contraespionaje asaltaron y destruyeron el periódico.

De 10 a 11 de la noche. Palacio de Táuride. Reunión del Comité Ejecutivo Central de los Soviets. Se examina el problema del Poder. La salida de los demócratas constitucionalistas del gobierno hace particularmente crítica la situación de los eseristas y mencheviques: “necesitan” el bloque con la burguesía, pero no tienen posibilidad de formarlo, porque la burguesía no quiere ya ningún acuerdo con ellos. La idea del bloque con los demócratas constitucionalistas fracasa. En vista de ello, se plantea en forma terminante el problema de la toma del Poder por los Soviets.

Rumores de ruptura de nuestro frente por las tropas alemanas; cierto, aun no comprobados, pero origen ya de alarma.

Rumores de que al día siguiente aparecerá en la prensa una noticia propalando una infame calumnia contra el camarada Lenin.

El Comité Ejecutivo Central de los Soviets llama al regimiento de Volinia al Palacio de Táuride para protegerlo. ¿Contra quién? Resulta que contra los bolcheviques, quienes se pretende que han llegado al Palacio para “detener” al Comité Ejecutivo y “adueñarse del Poder”, ¡Eso se decía de los bolcheviques, que preconizaban el fortalecimiento de los Soviets, el paso de todo el Poder en el país a los Soviets!...

De 2 a 3 de la madrugada. El Comité Ejecutivo Central de los Soviets no toma el Poder. Encarga a los ministros “socialistas” que formen un nuevo gobierno, incluyendo a elementos burgueses, aunque sea a título personal. Se inviste a los ministros de facultades especiales para la “lucha contra la anarquía”. La situación está clara: el Comité Ejecutivo Central, puesto ante la necesidad de romper de una manera resuelta con la burguesía, cosa que teme particularmente -ya que hasta ahora ha extraído sus fuerzas de unas u otras “combinaciones” con la burguesía-, da por respuesta la ruptura resuelta con los obreros y los bolcheviques para, unido a la burguesía, volver las armas contra los obreros y los soldados revolucionarios. De este modo se inaugura la campaña contra la revolución. Los eseristas y los mencheviques abren, fuego contra la revolución, para alegría de los contrarrevolucionarios...

5 de Julio. En los periódicos (concretamente, en “Zhivoe Slovo”) aparece la noticia propalando una infame calumnia contra el camarada Lenin. “Pravda” no sale a consecuencia del asalto sufrido la noche del 4 al 5. Se implanta la dictadura de los ministros “socialistas”, que buscan un bloque con los demócratas constitucionalistas. Los mencheviques y los eseristas, que no querían tomar el Poder, lo toman esta vez (por corto tiempo) para aplastar a los bolcheviques... Aparecen en las calles unidades militares del frente. Los cadetes y las bandas de contrarrevolucionarios efectúan asaltos y registros, cometen tropelías. La contrarrevolución saca todo el partido que puede de la campaña de azuzamiento contra Lenin y los bolcheviques empezada por Aléxinski, Pankrátov y Pereviérzev. La contrarrevolución crece por horas. El centro de la dictadura es el Estado Mayor. Desenfreno de los agentes del contraespionaje, de los cadetes, de los cosacos. Detenciones y apaleamientos. La campaña franca del Comité Ejecutivo Central de los Soviets contra los obreros y los soldados bolcheviques desencadena las fuerzas de la contrarrevolución...

En respuesta a la calumnia de Aléxinskiy Cía., aparece una hoja del Comité Central de nuestro Partido titulada “¡A los tribunales los calumniadores!”. Sale en edición aparte el llamamiento del Comité Central (que no apareció en “Pravda” a consecuencia del asalto) invitando a la terminación de la huelga y de la manifestación. Sorprende la ausencia de todo llamamiento de otros partidos “socialistas”. Los bolcheviques están solos. Contra ellos se unen tácitamente todos los elementos que forman a su derecha, desde Suvorin y Miliukov hasta Dan y Chernov.

6 de julio. .Los puentes son abiertos: El destacamento mixto del apaciguador Mazurenko. En las calles, las tropas proceden a reprimir a los insumisos. De hecho, el estado de sitio. Se detiene y conduce al Estado Mayor a los “sospechosos”. Se desarma a los obreros, a los soldados y a los marinos. Petrogrado está en manos de los militares. A pesar del deseo de los “investidos de Poder” de provocar lo que se llama “un combate”, los obreros y los soldados no caen en la provocación, no “aceptan el combate”. La fortaleza de Pedro y Pablo abre las puertas a los que practican el desarme. El destacamento mixto ocupa el local del Comité de Petersburgo. Registros e incautación de armas en los barrios obreros. La idea de Tsereteli de proceder al desarme de los obreros y soldados, tímidamente enunciada por vez primera el 11 de junio, es puesta ahora en ejecución. Los obreros le llaman con rabia “el ministro del desarme”...

La imprenta “Trud” es destrozada. Sale “Listok Pravdi”. El obrero Vóinov, que repartía “Listok”, es asesinado... La prensa burguesa está en pleno paroxismo, presentando la infame calumnia contra el camarada Lenin como un hecho. Y en su ataque a la revolución, no se limita ya a los bolcheviques: engloba también a los Soviets, a los mencheviques, a los eseristas.

Está bien claro que los eseristas y los mencheviques, al traicionar a los bolcheviques, se han traicionado ellos mismos, han traicionado la revolución, desencadenando y dando rienda suelta a las fuerzas de la contrarrevolución. Va a toda marcha la campaña de la dictadura contrarrevolucionaria contra las libertades en la retaguardia y en el frente. Si se tiene en cuenta que la prensa demócrata constitucionalista y aliada, que todavía ayer refunfuñaba contra la Rusia revolucionaria, se siente de pronto satisfecha, puede deducirse que la “obra” de la represión no se ha realizado sin el concurso de los dueños de la bolsa de oro rusos y aliados.

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