lunes, abril 27

Stalin: La tierra para los campesinos


El joven Stalin
Pravda Nº 32 del 14(27) de abril de 1917

Los campesinos de la provincia de Riazán se han dirigido al ministro Shingariov, comunicándole que van a labrar las tierras que dejan sin cultivar los terratenientes, aunque éstos no den su consentimiento. Los campesinos señalan cuán funesto es que los terratenientes no siembren, y declaran que el único medio para asegurar el pan, tanto de la población en la retaguardia como del ejército en el frente, es labrar sin demora esas tierras incultas.

En respuesta a ello, el ministro Shingariov prohibe terminantemente que se labre la tierra sin permiso para ello, diciendo que lo contrario sería una “usurpación”, e invita a los campesinos a esperar a la reunión de la Asamblea Constituyente: ésta, según el ministri, lo resolverá todo.

Y como no se sabe cuándo se reunirá la Asamblea Constituyente, como su convocatoria es aplazada por el Gobierno Provisional, del que forma parte el señor Shingariov, resulta que, de hecho, la tierra debe seguir sin labrar, los terratenientes continúan poseyéndola, los campesinos siguen sin tierra y Rusia –los obreros, los campesinos y los soldados- sin el suficiente pan.

Toda eso para que los terratenientes no se sientan perjudicados, aunque Rusia se vea atenazada por el hambre.

Tal es la respuesta del Gobierno Provisional, del que forma parte el ministro Shingariov.

Esa respuesta no nos asombra: ¿qué son para ellos los campesinos? ¡Lo importante es que los terratenientes prosperen!

Por eso nosotros decimos a los campesinos, a todos los campesinos pobres de Rusia, que tomen su causa en sus propias manos y que ellos mismos la impulsen adelante.

Los llamamos a organizarse y a formar Comités campesinos revolucionarios (de subdistrito, de distrito, etc.), a posesionarse de las tierras de los terratenientes a través de dichos Comités y a cultuvarlas sin autorización y de manera organizada.

Los llamamos a realizar esto sin dilación alguna, sin esperar a que se reúna la Asamblea Constituyente y sin prestar atención a las reaccionarias prohibiciones ministeriales, que ponen barreras a la revolución.

Se nos dice que la incautación inmediata de las tierras de los terratenientes minaría la “unidad” de la revolución, desgajando de ésta de a las “capas progresivas” de la sociedad.

Pero sería ingenuo pensar que se puede impulsar la revolución sin romper con los fabricantes y con los terratenientes.

¿Acaso al implantar la jornada de ocho horas los obreros no “desgajaron” de la revolución a los fabricantes y a sus afines? ¿Quién osará afirmar que la revolución ha salido perdiendo al aliviar la situación de los obreros mediante la reducción de la jornada de trabajo?

El cultivo no autorizado de las tierras de los terratenientes y la incautación de estas tierras por los campesinos “desgajarán”, sin duda, de la revolución a los terratenientes y a sus afines. Pero ¿quién osará afirmar que, al unir en torno a la revolución a los millones y millones de campesinos pobres, debilitamos las fuerzas de la revolución?

Quien quiera influir en el desarrollo de la revolución debe comprender bien de una vez para siempre:

1) que las fuerzas principales de nuestra revolución son los obreros y los campesinos pobres, quienes, por causa de la guerra, han sido vestidos con el uniforme de soldado;
2) que, a medida que la revolución se profundiza y se va extendiendo, los llamados “elementos progresivos” –progresivos de palabra y reaccionarios de hecho– irán “desgajándose” inevitablemente de ella.

Sería una utopía reaccionaria frenar este beneficioso proceso de depuración de la revolución de “elementos” innecesarios.

La política de espera y aplazamiento hasta que se convoque la Asamblea Constituyente, la política de renuncia “temporal” a la confiscación -recomendada por los populistas, los trudoviques y los mencheviques-, la política de zigzags entre las clases (“¡cuidado con agraviar a nadie!”) y de vergonzoso marcar el paso sin moverse del sitio, no es la política del proletariado revolucionario.

La marcha victoriosa de la revolución rusa barrerá esa política como un trasto inútil, sólo deseable y ventajoso para los enemigos de la revolución.

K. Stalin

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