A continuación la parte pertinente a la manifestación de junio de 1917, tomada de la biografía de Stalin de Edvard Radzinsky, una de las tantas “psico”-biografías en la que, sin temor a exagerar, subyace la idea de que Stalin era astuto, intrigante y malvado desde la cuna. Esta biografía de alguien que declara odiar a Stalin, se anunció como “la primera biografía exhaustiva basada en nuevos documentos explosivos de los Archivos Secretos de Rusia”. El autor insiste en seguir llamando Koba a Stalin en 1917, siguiendo lo establecido por Trotsky, para quien el “provinciano” y “oscuro” Koba se convierte en Stalin una vez que se revela su ambición de poder después de Octubre. DR
El Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia abrió el 3 de junio. Un episodio en las sesiones encontraría lugar en todos los libros acerca de la revolución. El menchevique Tsereteli declaró que “en el momento actual no hay un partido en Rusia que pueda decir “solo pongan el poder en nuestras manos y váyanse, nosotros tomaremos su lugar. No existe ese partido en Rusia”. A lo que Lenin gritó desde el medio de la sala, “¡Ese Partido existe!”. Parecía absurdo: un miserable nueve por ciento de los delegados eran bolcheviques.
Pero en la reunión conjunta de la Organización Militar Bolchevique y el Comité Central del 6 de junio, Lenin declaró que ellos deberían organizar una manifestación y demostrar cuán fuerte era el Partido a pesar de su pequeño número.
“Todo el poder a los Soviets” y “Abajo los diez ministros capitalistas” fueron las beligerantes consignas de esta supuesta manifestación pacífica. I. Smilga dijo en el Comité Central, del que era miembro, que “si los sucesos conducen a un enfrentamiento, los que participen deben tomar los edificios de la oficina de correos y telégrafos y el arsenal”. M. Latsis secundó esto: “Con el apoyo del regimiento de ametralladoras, debemos ocupar la estación, los bancos, el arsenal y los edificios de correos y telégrafos”. Sí, el impaciente Lenin se estaba preparando para su primer intento de un golpe bolchevique. ¿Cómo podía dejar de utilizar a Koba, quien organizó las sangrientas manifestaciones de Georgia? Koba estaba, por supuesto, en el centro de los acontecimientos. El fue el que redactó el llamamiento a “todos los trabajadores y a todos los obreros y soldados de Petrogrado”. Pero su participación era un asunto de máximo secreto; él era, después de todo, un influyente miembro del Comité Ejecutivo del Soviet, y debía mantenerse ahí en caso de que la manifestación fracasara. De ahí sus réplicas en el curso de la sesión del Comité Central: “No debemos ni forzar las cosas ni dejar escapar la oportunidad... Nuestro deber es organizar una manifestación... pero no [debe haber] intento de tomar la oficina de telégrafos”.
Tan pronto como el 9 de junio, los rumores de una inminente manifestación bolchevique contra el gobierno se difundieron en el Congreso de los Soviets. El menchevique Gechkori leyó al Congreso un volante con el llamamiento de Koba, que había recogido en la calle”.
Tomado en conjunto con la declaración de Lenin ["nuestro Partido está listo para tomar todo el poder, en cualquier momento". DR], la manifestación adquiría un significado siniestro. Tsereteli, hablando desde la plataforma de oradores dijo que “lo que tenemos aquí es una conspiración bolchevique para tomar el poder”. Una corriente de indignación recorrió toda la sala, y Chjeídze dijo que “mañana puede ser un día decisivo”.
Kámenev, Koba y los otros miembros del grupo bolchevique fingieron consternación y votaron con el Congreso en su conjunto contra la manifestación. El Gobierno Provisional advirtió que cualquier recurso a la violencia sería enfrentado con toda la fuerza del poder del Estado. Lenin decidió echarse para atrás. En la madrugada se decidió cancelar la manifestación. Esta decisión impulsó a Koba a hacer una maniobra. El presentó su renuncia al Comité Central, argumentando que la cancelación de la manifestación era un error. Sabía muy bien que ésta no era una movida peligrosa, que sería invitado a retirar su renuncia. Eso fue precisamente lo que pasó. Pero su declaración había revelado al Partido en su conjunto lo que hasta entonces había sido un secreto: su participación en la organización de la manifestación...
Mientras yo estaba trabajando en el Archivo del Partido, uno de mis anónimos informantes me dijo: “Los documentos bolcheviques son peculiares en que dondequiera que digan 'manifestación pacífica' lo más probable es que quieran decir 'levantamiento armado'. La regla general es que 'sí' casi invariablemente quiere decir 'no'. Alguien ha llamado a esto un lenguaje 'de falso fondo'... en el que las palabras tienen dos o tres significados. Agreguen a esto que Stalin era un gran maestro. Para entender las razones de sus movidas uno debe ver los resultados. Sólo entonces ciertas cosas se harán claras”. Yo siempre recuerdo estas palabras. Koba realmente quería una manifestación armada. No comprenderemos el por qué hasta mucho después.
El Congreso de los Soviets, entonces, reaccionó indignado ante las noticias de que los preparativos para una manifestación estaban en curso. Una tormenta arreció. Por un momento parecía que los bolcheviques serían despedazados, parte por parte. Se propusieron las medidas más duras pero luego todo se desinfló. En cambio, el Congreso resolvió “organizar una manifestación” propia. Pacífica, por supuesto, con la consigna de “Confianza en el Congreso y en el Gobierno”. Pero costó un montón de intrigas detrás de bastidores para llevar a los delegados a adoptar una resolución que, en lugar de condenar a los bolcheviques, en efecto los autorizaba a participar en la manifestación que se iba a organizar. ¿Quién introdujo esta obtusa moción en el Congreso? Fue el trabajo fino de un genio de la intriga. El plan de Koba estaba siguiendo su curso, aunque para los presentes su propósito no fuera claro.
Una espectacular manifestación, con las consignas bolcheviques, tuvo lugar el 18 de junio. Fue un triunfo. Dos artículos sobre la manifestación aparecieron en Pravda, escritos por Lenin y Koba. Por los dos organizadores. “Un brillante y soleado día”, escribió Koba. “La procesión al Campo de Marte fluye desde la mañana hasta el anochecer... Un interminable bosque de banderas... Un firme grito de la multitud... A cada instante se oye gritar “Todo el poder a los Soviets”... “Abajo los ministros capitalistas”...
Extractos de "Stalin" de Edvard Radzinsky, Anchor Books, 1997, pp. 101-103. Traducción propia.
El Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia abrió el 3 de junio. Un episodio en las sesiones encontraría lugar en todos los libros acerca de la revolución. El menchevique Tsereteli declaró que “en el momento actual no hay un partido en Rusia que pueda decir “solo pongan el poder en nuestras manos y váyanse, nosotros tomaremos su lugar. No existe ese partido en Rusia”. A lo que Lenin gritó desde el medio de la sala, “¡Ese Partido existe!”. Parecía absurdo: un miserable nueve por ciento de los delegados eran bolcheviques.
Pero en la reunión conjunta de la Organización Militar Bolchevique y el Comité Central del 6 de junio, Lenin declaró que ellos deberían organizar una manifestación y demostrar cuán fuerte era el Partido a pesar de su pequeño número.
“Todo el poder a los Soviets” y “Abajo los diez ministros capitalistas” fueron las beligerantes consignas de esta supuesta manifestación pacífica. I. Smilga dijo en el Comité Central, del que era miembro, que “si los sucesos conducen a un enfrentamiento, los que participen deben tomar los edificios de la oficina de correos y telégrafos y el arsenal”. M. Latsis secundó esto: “Con el apoyo del regimiento de ametralladoras, debemos ocupar la estación, los bancos, el arsenal y los edificios de correos y telégrafos”. Sí, el impaciente Lenin se estaba preparando para su primer intento de un golpe bolchevique. ¿Cómo podía dejar de utilizar a Koba, quien organizó las sangrientas manifestaciones de Georgia? Koba estaba, por supuesto, en el centro de los acontecimientos. El fue el que redactó el llamamiento a “todos los trabajadores y a todos los obreros y soldados de Petrogrado”. Pero su participación era un asunto de máximo secreto; él era, después de todo, un influyente miembro del Comité Ejecutivo del Soviet, y debía mantenerse ahí en caso de que la manifestación fracasara. De ahí sus réplicas en el curso de la sesión del Comité Central: “No debemos ni forzar las cosas ni dejar escapar la oportunidad... Nuestro deber es organizar una manifestación... pero no [debe haber] intento de tomar la oficina de telégrafos”.
Tan pronto como el 9 de junio, los rumores de una inminente manifestación bolchevique contra el gobierno se difundieron en el Congreso de los Soviets. El menchevique Gechkori leyó al Congreso un volante con el llamamiento de Koba, que había recogido en la calle”.
Tomado en conjunto con la declaración de Lenin ["nuestro Partido está listo para tomar todo el poder, en cualquier momento". DR], la manifestación adquiría un significado siniestro. Tsereteli, hablando desde la plataforma de oradores dijo que “lo que tenemos aquí es una conspiración bolchevique para tomar el poder”. Una corriente de indignación recorrió toda la sala, y Chjeídze dijo que “mañana puede ser un día decisivo”.
Kámenev, Koba y los otros miembros del grupo bolchevique fingieron consternación y votaron con el Congreso en su conjunto contra la manifestación. El Gobierno Provisional advirtió que cualquier recurso a la violencia sería enfrentado con toda la fuerza del poder del Estado. Lenin decidió echarse para atrás. En la madrugada se decidió cancelar la manifestación. Esta decisión impulsó a Koba a hacer una maniobra. El presentó su renuncia al Comité Central, argumentando que la cancelación de la manifestación era un error. Sabía muy bien que ésta no era una movida peligrosa, que sería invitado a retirar su renuncia. Eso fue precisamente lo que pasó. Pero su declaración había revelado al Partido en su conjunto lo que hasta entonces había sido un secreto: su participación en la organización de la manifestación...
Mientras yo estaba trabajando en el Archivo del Partido, uno de mis anónimos informantes me dijo: “Los documentos bolcheviques son peculiares en que dondequiera que digan 'manifestación pacífica' lo más probable es que quieran decir 'levantamiento armado'. La regla general es que 'sí' casi invariablemente quiere decir 'no'. Alguien ha llamado a esto un lenguaje 'de falso fondo'... en el que las palabras tienen dos o tres significados. Agreguen a esto que Stalin era un gran maestro. Para entender las razones de sus movidas uno debe ver los resultados. Sólo entonces ciertas cosas se harán claras”. Yo siempre recuerdo estas palabras. Koba realmente quería una manifestación armada. No comprenderemos el por qué hasta mucho después.
El Congreso de los Soviets, entonces, reaccionó indignado ante las noticias de que los preparativos para una manifestación estaban en curso. Una tormenta arreció. Por un momento parecía que los bolcheviques serían despedazados, parte por parte. Se propusieron las medidas más duras pero luego todo se desinfló. En cambio, el Congreso resolvió “organizar una manifestación” propia. Pacífica, por supuesto, con la consigna de “Confianza en el Congreso y en el Gobierno”. Pero costó un montón de intrigas detrás de bastidores para llevar a los delegados a adoptar una resolución que, en lugar de condenar a los bolcheviques, en efecto los autorizaba a participar en la manifestación que se iba a organizar. ¿Quién introdujo esta obtusa moción en el Congreso? Fue el trabajo fino de un genio de la intriga. El plan de Koba estaba siguiendo su curso, aunque para los presentes su propósito no fuera claro.
Una espectacular manifestación, con las consignas bolcheviques, tuvo lugar el 18 de junio. Fue un triunfo. Dos artículos sobre la manifestación aparecieron en Pravda, escritos por Lenin y Koba. Por los dos organizadores. “Un brillante y soleado día”, escribió Koba. “La procesión al Campo de Marte fluye desde la mañana hasta el anochecer... Un interminable bosque de banderas... Un firme grito de la multitud... A cada instante se oye gritar “Todo el poder a los Soviets”... “Abajo los ministros capitalistas”...
Extractos de "Stalin" de Edvard Radzinsky, Anchor Books, 1997, pp. 101-103. Traducción propia.
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