Trotsky descansando en el Cáucaso. 1924
Vperiod (Adelante), periódico editado por Trotzky, de June 2 (15) de 1917
Nuestro periódico será un órgano del socialismo revolucionario. Tal declaración habría sido suficiente hace poco tiempo. En el momento actual esas palabras han perdido valor. Porque socialismo y revolución son ahora profesadas por tales elementos, tales clases, que por su naturaleza social pertenecen al campo del enemigo con el que no podemos conciliar. Los periódicos amarillos se llaman a sí mismos socialistas sin partido. Los periódicos financiados por los bancos recurren a los colores de camuflaje del “socialismo práctico”, justamente tal como los edificios de los bancos, por seguridad, izan las banderas rojas de la revolución.
Este enfebrecido crecimiento del socialismo y este camuflaje son de lo más inesperado, dado que hace poco tiempo, en la fase inicial de la guerra, todo el mundo capitalista hablaba del total fracaso del socialismo. Y, de hecho, en este tremendo cataclismo que la guerra trajo al comienzo, el socialismo internacional pasó por una prueba crucial. Las más poderosas organizaciones de la Internacional capitularon ante el fetiche del estado capitalista; y bajo la totalmente deshonesta bandera de la “defensa nacional”, dieron su bendición a la mutua exterminación de los pueblos europeos. El fracaso del socialismo, la última esperanza de la humanidad, fue más trágica que toda la matanza y toda la destrucción de la civilización material.
Pero el socialismo no pereció. Fue simplemente una caída en esta difícil crisis interna, en sus limitaciones nacionalistas, en sus ilusiones oportunistas. En lo crucial de esta guerra, las masas trabajadoras han estado pasando por un proceso de purificación de la esclavitud espiritual de la ideología nacional y de fortalecimiento en un irreconciliable odio al estado capitalista. En el lugar de los líderes de la Segunda Internacional –los Scheidemanns, Guesdes, Vanderveldes, Pléjanovs, que fueron en bancarrota ante la presencia de esos eventos grandiosos– se yerguen nuevos líderes, que florecen ante los embates de la nueva época. Karl Liebknecht, Fritz Adler, Macklin, Hoglund y muchos otros– esos son los pioneros y los edificadores de la Nueva, Tercera, Internacional que se levanta de las tormentas de la guerra para encontrarse con las tormentas de la Revolución Social.
En esta crisis del socialismo, lo peor ya pasó. La Revolución Rusa es el principio de la gran marea europea. La burguesía está intentando, con todo su poder, domar la Revolución Rusa y nacionalizarla. Por eso es que la burguesía se está camuflando detrás de la minoría defensiva del socialismo. Los sirvientes de la burguesía y sus agentes políticos están desplegando todos sus esfuerzos, en nombre de la “unidad y defensa nacionales”, para castrar al proletariado, apartarlo de la Internacional y subyugarlo a la disciplina de una guerra imperialista. Consideramos que esta política es un enemigo mortal de los intereses del socialismo. “La defensa revolucionaria” es nuestra marca nacional del social-patriotismo. Bajo la máscara del populismo o del “marxismo”, esta “defensa revolucionaria” en realidad significa una deserción inalterable de la política de independencia del proletariado, y trae con él el veneno del chauvinismo y la completa degradación de la ideología del proletariado.
La lucha contra la corrosiva influencia del social-patriotismo y en defensa de los principios del internacionalismo revolucionario será la tarea más importante de este periódico.
Estamos publicando el primer número de Vperiod (Adelante) en un momento en que el internacionalismo tiene la ventaja sobre los “defensores nacionalistas” en las filas del proletariado de Petrogrado. Nuestro periódico, esperamos, contribuirá en este saludable proceso, profundizando la formulación del problema más de lo que puede ser el caso en la prensa diaria, y mediante la terca lucha por fusionar a todas las corrientes del internacionalismo proletario. ¡Amigos! Vperiod (Adelante) cuenta con vuestra simpatía y vuestro apoyo.
Este enfebrecido crecimiento del socialismo y este camuflaje son de lo más inesperado, dado que hace poco tiempo, en la fase inicial de la guerra, todo el mundo capitalista hablaba del total fracaso del socialismo. Y, de hecho, en este tremendo cataclismo que la guerra trajo al comienzo, el socialismo internacional pasó por una prueba crucial. Las más poderosas organizaciones de la Internacional capitularon ante el fetiche del estado capitalista; y bajo la totalmente deshonesta bandera de la “defensa nacional”, dieron su bendición a la mutua exterminación de los pueblos europeos. El fracaso del socialismo, la última esperanza de la humanidad, fue más trágica que toda la matanza y toda la destrucción de la civilización material.
Pero el socialismo no pereció. Fue simplemente una caída en esta difícil crisis interna, en sus limitaciones nacionalistas, en sus ilusiones oportunistas. En lo crucial de esta guerra, las masas trabajadoras han estado pasando por un proceso de purificación de la esclavitud espiritual de la ideología nacional y de fortalecimiento en un irreconciliable odio al estado capitalista. En el lugar de los líderes de la Segunda Internacional –los Scheidemanns, Guesdes, Vanderveldes, Pléjanovs, que fueron en bancarrota ante la presencia de esos eventos grandiosos– se yerguen nuevos líderes, que florecen ante los embates de la nueva época. Karl Liebknecht, Fritz Adler, Macklin, Hoglund y muchos otros– esos son los pioneros y los edificadores de la Nueva, Tercera, Internacional que se levanta de las tormentas de la guerra para encontrarse con las tormentas de la Revolución Social.
En esta crisis del socialismo, lo peor ya pasó. La Revolución Rusa es el principio de la gran marea europea. La burguesía está intentando, con todo su poder, domar la Revolución Rusa y nacionalizarla. Por eso es que la burguesía se está camuflando detrás de la minoría defensiva del socialismo. Los sirvientes de la burguesía y sus agentes políticos están desplegando todos sus esfuerzos, en nombre de la “unidad y defensa nacionales”, para castrar al proletariado, apartarlo de la Internacional y subyugarlo a la disciplina de una guerra imperialista. Consideramos que esta política es un enemigo mortal de los intereses del socialismo. “La defensa revolucionaria” es nuestra marca nacional del social-patriotismo. Bajo la máscara del populismo o del “marxismo”, esta “defensa revolucionaria” en realidad significa una deserción inalterable de la política de independencia del proletariado, y trae con él el veneno del chauvinismo y la completa degradación de la ideología del proletariado.
La lucha contra la corrosiva influencia del social-patriotismo y en defensa de los principios del internacionalismo revolucionario será la tarea más importante de este periódico.
Estamos publicando el primer número de Vperiod (Adelante) en un momento en que el internacionalismo tiene la ventaja sobre los “defensores nacionalistas” en las filas del proletariado de Petrogrado. Nuestro periódico, esperamos, contribuirá en este saludable proceso, profundizando la formulación del problema más de lo que puede ser el caso en la prensa diaria, y mediante la terca lucha por fusionar a todas las corrientes del internacionalismo proletario. ¡Amigos! Vperiod (Adelante) cuenta con vuestra simpatía y vuestro apoyo.
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