En agosto de 1914, los diputados socialdemócratas del Reichstag votaron a favor de los créditos de guerra. Sólo dos años antes, la Segunda Internacional había preparado una resolución oponiéndose a la participación de la clase obrera en cualquier tipo de guerra, dado que para ellos una guerra sólo podía significar “dispararse unos a otros en nombre de las ganancias de los capitalistas, en nombre de las ambiciones de las dinastías, por la consecución de los objetivos de los tratados diplomáticos secretos”, y declaraba que era deber de todos los socialistas tomar ventaja de tal crisis para levantar al pueblo contra el orden capitalista.
El efecto sobre Lenin fue extraordinario. Al principio, se rehusaba a creerlo. Cuando leyó las noticias en el Vorwarts, el órgano del partido alemán, pensó que era una falsificación del gobierno. Luego supo que Plejánov, en París, había llamado a los exiliados rusos que residían ahí a que se enrolaran en el ejército francés. Se preguntaba: “¿Plejánov se ha convertido en traidor, también?”, y trataba de explicarse a sí mismo que se debía posiblemente a que Plejánov alguna vez había estado en el ejército. Pero al final, tuvo que reconocer el hecho de que Karl Kautsky, el heredero intelectual de la tradición de Marx y Engels, un hombre a quien Lenin había respetado, había sucumbido a la causa patriótica a tono con la cháchara de los sofistas que fueron un escándalo en el movimiento marxista. Los líderes de la Segunda Internacional estaban desertando por puestos en los gobiernos de guerra.
..."La experiencia de la guerra -escribía en junio de 1915, en su folleto La bancarrota de la Segunda Internacional- como la experiencia de toda crisis en la historia, de todo gran desastre y todo súbito giro en la vida humana, confunde y quiebra a algunos, pero educa y fortalece a otros”.
...Cuando Plejánov fue a una disertación en Lausanne, predicando la defensa de la patria, Lenin lo confrontó: habló con calma pero con el rostro pálido, con pasión. No volvería a estrecharle la mano ni llamarle camarada. Maldecía a Kautsky con las invectivas más agresivas –llamándolo hipócrita, prostituta, cobarde– que se hubiera permitido nunca hacia un compañero de armas. Hizo un breve trabajo... sobre aquellos precedentes en Marx y Engels que sus oponentes invocaban. No, la situación entonces había sido diferente: cuando Marx y Engels habían apoyado una guerra, había sido siempre porque representaba los intereses de la revolución burguesa que aún no había triunfado plenamente sobre el feudalismo; mientras que la burguesía hoy estaba en su decadencia y la revolución socialista estaba a la orden...
En setiembre de 1915 y abril del siguiente año, los socialistas que se oponían a la guerra se reunieron en dos conferencias realizadas en Suiza... Lenin había regresado a donde estaba en 1904: en una llana minoría vencida. Y desde su soledad, él extrajo una nueva dignidad...
Extractos editados de “To the Finland Station” de Edmund Wilson, New York Books Review, 2003, pp. 438-441. Traducción propia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario