Al llegar a Petrogrado, en mayo de 1917, Trotsky no tenía una idea clara de su futuro en la revolución. Era parte de una pequeña organización, el Comité Inter-Distrital, constituida por intelectuales ex-bolcheviques y ex-mencheviques, cuyo fin era lograr la reunificación del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (POSDR). Esta agrupación no funcionaba como partido ni tenía intenciones de constituirse en partido político. Era una organización “transitoria” que ya llevaba cinco años en ese estado.
El espíritu individualista de Trotsky y sus tesis sobre el partido de la clase obrera lo situaban en una posición contrapuesta a la de los bolcheviques y muy próxima a los mencheviques. Sin embargo, la política menchevique abiertamente oportunista y subordinada a la burguesía en la revolución que se inició en febrero de 1917, lo hicieron vacilar. Aunque sabía que no iba a compartir las posiciones políticas de sus ex-compañeros, tenía la idea de poder disuadirlos, de convencerlos de abandonar el triste papel que estaban desempeñando en la revolución.
Lenin, por el contrario, fue desde un inicio claro y tajante: ninguna unión o acercamiento con los oportunistas que habían traicionado al proletariado adoptando una actitud defensista en la guerra imperialista y subordinándose a los intereses de “su” burguesía. Recién bajado del tren que lo trajo del exilio, en abril, Lenin desdeñó la bienvenida y el llamado a colaborar del presidente del Soviet de Petrogrado, Nikolai Chjeídze. En adelante, los mencheviques ya no eran más “camaradas” sino “ciudadanos”.
Por insistencia de Lunacharsky –ex bolchevique y compañero de Trotsky en el Comité Inter-Distrital–, Lenin aceptó la posibilidad de unir fuerzas con otras organizaciones internacionalistas. Antes que a Trotsky, él tenía en mente a Mártov, su antiguo camarada y amigo, líder de los mencheviques internacionalistas; la única persona –excluyendo a su familia y a Inessa Armand– con la que se tuteó. Hasta marzo de 1917, Lenin seguía criticando la posición conciliadora y oportunista de Trotsky.
Cuando Trotsky regresó a Rusia, en mayo, inició su trabajo de crítica y persuasión en el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, al que se incorporó ocupando uno de los puestos que tenía su organización al igual que el sinnúmero de partidos y grupos, grandes y pequeños. Al ser abordado por los bolcheviques –por gestión de Lunacharsky– para unirse al Partido, decidió postergar su decisión: tenía que sopesar la posibilidad real de “convertir” a los mencheviques a sus posiciones y evaluar bien su capacidad de asimilarse a un Partido tan centralizado y con prácticas conspirativas como el bolchevique. Pese a que esta vez coincidía políticamente con los bolcheviques, pesaba mucho su aversión al bolchevismo.
Mientras tanto, el Partido bolchevique ya había liderado la oposición a la política anexionista del Gobierno Provisional durante la “crisis de abril” provocada por la política y la nota diplomática de Pável Miliukov, Ministro de Asuntos Exteriores y líder del Partido Demócrata Constitucionalista (Kadete), verdadero cerebro de la burguesía liberal que dirigía y dirigió el gobierno hasta Octubre. Durante mayo, el crecimiento de los bolcheviques se hizo evidente y todos los otros partidos empezaron a ver a estos “conspiradores” con preocupación.
En junio, los bolcheviques organizaron –en absoluto secreto– una manifestación programada para el 10. Trotsky y su grupo fueron informados sólo en el último momento. Al saber de esos preparativos, los asustados líderes del Soviet prohibieron dicha manifestación y quisieron acabar políticamente con los bolcheviques. Pero no pudieron; era difícil hacerlo sin provocar la indignación de los obreros de Petrogrado y las tropas radicales que apoyaban a los bolcheviques, que sólo necesitaban un pretexto para embarcarse en una aventura armada contra el gobierno. Las cosas podían complicarse y a los líderes del Soviet les tembló la mano. A fin de canalizar ese descontento de obreros y soldados, el Congreso de Soviets convocó conciliadoramente a una nueva manifestación para el 18, permitiendo que los bolcheviques participaran con sus propias consignas.
La manifestación del 18 de junio fue grandiosa, de hecho fue una manifestación bolchevique, una demostración de su fuerza y de su capacidad de convocar a los obreros y soldados más avanzados. Los bolcheviques demostraron una organización y una dirección de masas nunca vistas en Rusia. Definitivamente debió sorprender al gobierno y a los líderes menchevique-eseristas del Soviet. Pero también debió darle a Trotsky una idea clara y tangible de la fuerza y el potencial de la organización bolchevique. El tiempo caminaba a favor de Lenin y su Partido. Esta manifestación del 18, debió disipar las dudas y vencer los reparos que Trotsky tenía para unirse a los bolcheviques. Después de todo, confiaba en su capacidad para influenciar en la actividad del Partido para “enderezarlo”.
No sería la primera vez que Trotsky hacía una apuesta de ese tipo. En 1905, cuando estalló la revolución, Trotsky regresó a Rusia en el preciso momento para unirse a los mencheviques (de los que se había apartado) que habían creado el Soviet de San Petersburgo y dirigían el movimiento revolucionario en la capital. Lo nombraron uno de los vicepresidentes de ese nuevo organismo. Luego con la detención del presidente y otros líderes, Trotsky se hizo cargo de la co-presidencia del Soviet durante seis días, hasta que el zarismo detuvo a todos los dirigentes, sofocando el movimiento revolucionario en San Petersburgo. Luego Trotsky se haría famoso por su defensa en el juicio que se siguió a los dirigentes del Soviet.
Ahora, en 1917, Trotsky aceptaba sumarse al Partido que tenía el futuro por delante. Ya no exigió una ilusa fusión en un nuevo Partido, en igualdad de condiciones entre los bolcheviques y su inorgánico Comité Inter-Distrital; ya no exigió que el Partido abandonara la denominación “bolchevique”; ya no puso objeciones a las prácticas “conspirativas” y “poco democráticas” con las que funcionaba la organización partidaria; ya no le preocupó el sentimiento de no poder llamarse a sí mismo bolchevique. En septiembre, los bolcheviques ganarían la mayoría en el Soviet. Algo que se veía venir. En ese momento, la dirección del Soviet cambió: se revocó a los mencheviques y eseristas que la habían encabezado desde febrero y se nombró una nueva dirección. El 25 de setiembre, los bolcheviques hicieron a Trotsky presidente del Soviet.
Los bolcheviques tenían ya una organización sin igual: células en todas las fábricas de Petrogrado y en las unidades militares de la guarnición de la capital, controlaban la dirección nacional de los Comités de Fábrica –organización más cercana a las bases obreras que los sindicatos-, comités partidarios en los distritos obreros de Petrogrado donde tenían mayoría, especialmente en Vyborg donde además dirigían el Soviet local, controlaban la Guardia Roja (Krasnaya Gvardiia) que incorporó a la Milicia Obrera. Tenían la Organización Militar Bolchevique -militantes del Partido representantes de los regimientos y unidades militares-, que jugó un papel importante en la “crisis de abril”, en la manifestación de junio, en los “Días de julio”, en la lucha contra el intento golpista del general Kornílov. Sería la base y la fuerza dirigente de la Comisión Militar Revolucionaria del Soviet que estaría a cargo de la insurrección en Octubre. Tenían los planes y la experiencia necesaria que servirían para que los bolcheviques organizaran y dirigieran la toma del poder. Estaba directamente subordinada al Comité Central. (Más adelante, Trotsky se encargaría de difundir el cuento de que él “preparó, organizó y dirigió” la insurrección de Octubre. Ese es el mito, la historia es otra).
Dos semanas después de la manifestación de junio, el Partido bolchevique tomó parte de una manifestación armada del 4 de julio, tratando de dar dirección a las masas que se desbordaban en protesta contra el Gobierno Provisional y el Soviet de Petrogrado. Grupos dispersos de soldados intentaron arrestar al gabinete, se generó un clima tenso en la capital. Las fuerzas reaccionarias con la complicidad de los mencheviques y eseristas, haciendo uso hasta de lo indecible, lograron que el movimiento de protesta que se desenvolvía desordenadamente fuera sofocado con el apoyo de tropas traídas del frente de combate. Los bolcheviques cayeron en desgracia, se persiguió a sus dirigentes más visibles y Lenin tuvo que esconderse. Trotsky se pronunció en defensa de los bolcheviques. Y aunque detuvieron a algunos dirigentes, la organización del Partido no sufrió un golpe considerable. Rápidamente recuperó el terreno perdido y, en pocas semanas, el Partido volvió a ser la organización más fuerte del movimiento revolucionario. Semanas después, cuando la contrarrevolución amenazó con sacar a Kerensky –nuevo Primer Ministro-, el gobierno y los líderes mencheviques y eseristas del Soviet tuvieron -muy a su pesar- que recurrir a los bolcheviques para defender la revolución contra la intentona de Kornílov entre agosto y setiembre. Eran los únicos con poder militar. Era el claro reconocimiento del poder en ascenso de los bolcheviques.
Pero hasta poco antes de la manifestación del 18 de junio, Trotsky todavía tenía un discurso ambiguo en relación a los mencheviques y eseristas que dirigían el Soviet. Su hagiógrafo Isaac Deutscher cuenta que en el Congreso de los Soviets, Trotsky –a diferencia de Lenin:
El espíritu individualista de Trotsky y sus tesis sobre el partido de la clase obrera lo situaban en una posición contrapuesta a la de los bolcheviques y muy próxima a los mencheviques. Sin embargo, la política menchevique abiertamente oportunista y subordinada a la burguesía en la revolución que se inició en febrero de 1917, lo hicieron vacilar. Aunque sabía que no iba a compartir las posiciones políticas de sus ex-compañeros, tenía la idea de poder disuadirlos, de convencerlos de abandonar el triste papel que estaban desempeñando en la revolución.
Lenin, por el contrario, fue desde un inicio claro y tajante: ninguna unión o acercamiento con los oportunistas que habían traicionado al proletariado adoptando una actitud defensista en la guerra imperialista y subordinándose a los intereses de “su” burguesía. Recién bajado del tren que lo trajo del exilio, en abril, Lenin desdeñó la bienvenida y el llamado a colaborar del presidente del Soviet de Petrogrado, Nikolai Chjeídze. En adelante, los mencheviques ya no eran más “camaradas” sino “ciudadanos”.
Por insistencia de Lunacharsky –ex bolchevique y compañero de Trotsky en el Comité Inter-Distrital–, Lenin aceptó la posibilidad de unir fuerzas con otras organizaciones internacionalistas. Antes que a Trotsky, él tenía en mente a Mártov, su antiguo camarada y amigo, líder de los mencheviques internacionalistas; la única persona –excluyendo a su familia y a Inessa Armand– con la que se tuteó. Hasta marzo de 1917, Lenin seguía criticando la posición conciliadora y oportunista de Trotsky.
Cuando Trotsky regresó a Rusia, en mayo, inició su trabajo de crítica y persuasión en el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, al que se incorporó ocupando uno de los puestos que tenía su organización al igual que el sinnúmero de partidos y grupos, grandes y pequeños. Al ser abordado por los bolcheviques –por gestión de Lunacharsky– para unirse al Partido, decidió postergar su decisión: tenía que sopesar la posibilidad real de “convertir” a los mencheviques a sus posiciones y evaluar bien su capacidad de asimilarse a un Partido tan centralizado y con prácticas conspirativas como el bolchevique. Pese a que esta vez coincidía políticamente con los bolcheviques, pesaba mucho su aversión al bolchevismo.
Mientras tanto, el Partido bolchevique ya había liderado la oposición a la política anexionista del Gobierno Provisional durante la “crisis de abril” provocada por la política y la nota diplomática de Pável Miliukov, Ministro de Asuntos Exteriores y líder del Partido Demócrata Constitucionalista (Kadete), verdadero cerebro de la burguesía liberal que dirigía y dirigió el gobierno hasta Octubre. Durante mayo, el crecimiento de los bolcheviques se hizo evidente y todos los otros partidos empezaron a ver a estos “conspiradores” con preocupación.
En junio, los bolcheviques organizaron –en absoluto secreto– una manifestación programada para el 10. Trotsky y su grupo fueron informados sólo en el último momento. Al saber de esos preparativos, los asustados líderes del Soviet prohibieron dicha manifestación y quisieron acabar políticamente con los bolcheviques. Pero no pudieron; era difícil hacerlo sin provocar la indignación de los obreros de Petrogrado y las tropas radicales que apoyaban a los bolcheviques, que sólo necesitaban un pretexto para embarcarse en una aventura armada contra el gobierno. Las cosas podían complicarse y a los líderes del Soviet les tembló la mano. A fin de canalizar ese descontento de obreros y soldados, el Congreso de Soviets convocó conciliadoramente a una nueva manifestación para el 18, permitiendo que los bolcheviques participaran con sus propias consignas.
La manifestación del 18 de junio fue grandiosa, de hecho fue una manifestación bolchevique, una demostración de su fuerza y de su capacidad de convocar a los obreros y soldados más avanzados. Los bolcheviques demostraron una organización y una dirección de masas nunca vistas en Rusia. Definitivamente debió sorprender al gobierno y a los líderes menchevique-eseristas del Soviet. Pero también debió darle a Trotsky una idea clara y tangible de la fuerza y el potencial de la organización bolchevique. El tiempo caminaba a favor de Lenin y su Partido. Esta manifestación del 18, debió disipar las dudas y vencer los reparos que Trotsky tenía para unirse a los bolcheviques. Después de todo, confiaba en su capacidad para influenciar en la actividad del Partido para “enderezarlo”.
No sería la primera vez que Trotsky hacía una apuesta de ese tipo. En 1905, cuando estalló la revolución, Trotsky regresó a Rusia en el preciso momento para unirse a los mencheviques (de los que se había apartado) que habían creado el Soviet de San Petersburgo y dirigían el movimiento revolucionario en la capital. Lo nombraron uno de los vicepresidentes de ese nuevo organismo. Luego con la detención del presidente y otros líderes, Trotsky se hizo cargo de la co-presidencia del Soviet durante seis días, hasta que el zarismo detuvo a todos los dirigentes, sofocando el movimiento revolucionario en San Petersburgo. Luego Trotsky se haría famoso por su defensa en el juicio que se siguió a los dirigentes del Soviet.
Ahora, en 1917, Trotsky aceptaba sumarse al Partido que tenía el futuro por delante. Ya no exigió una ilusa fusión en un nuevo Partido, en igualdad de condiciones entre los bolcheviques y su inorgánico Comité Inter-Distrital; ya no exigió que el Partido abandonara la denominación “bolchevique”; ya no puso objeciones a las prácticas “conspirativas” y “poco democráticas” con las que funcionaba la organización partidaria; ya no le preocupó el sentimiento de no poder llamarse a sí mismo bolchevique. En septiembre, los bolcheviques ganarían la mayoría en el Soviet. Algo que se veía venir. En ese momento, la dirección del Soviet cambió: se revocó a los mencheviques y eseristas que la habían encabezado desde febrero y se nombró una nueva dirección. El 25 de setiembre, los bolcheviques hicieron a Trotsky presidente del Soviet.
Los bolcheviques tenían ya una organización sin igual: células en todas las fábricas de Petrogrado y en las unidades militares de la guarnición de la capital, controlaban la dirección nacional de los Comités de Fábrica –organización más cercana a las bases obreras que los sindicatos-, comités partidarios en los distritos obreros de Petrogrado donde tenían mayoría, especialmente en Vyborg donde además dirigían el Soviet local, controlaban la Guardia Roja (Krasnaya Gvardiia) que incorporó a la Milicia Obrera. Tenían la Organización Militar Bolchevique -militantes del Partido representantes de los regimientos y unidades militares-, que jugó un papel importante en la “crisis de abril”, en la manifestación de junio, en los “Días de julio”, en la lucha contra el intento golpista del general Kornílov. Sería la base y la fuerza dirigente de la Comisión Militar Revolucionaria del Soviet que estaría a cargo de la insurrección en Octubre. Tenían los planes y la experiencia necesaria que servirían para que los bolcheviques organizaran y dirigieran la toma del poder. Estaba directamente subordinada al Comité Central. (Más adelante, Trotsky se encargaría de difundir el cuento de que él “preparó, organizó y dirigió” la insurrección de Octubre. Ese es el mito, la historia es otra).
Dos semanas después de la manifestación de junio, el Partido bolchevique tomó parte de una manifestación armada del 4 de julio, tratando de dar dirección a las masas que se desbordaban en protesta contra el Gobierno Provisional y el Soviet de Petrogrado. Grupos dispersos de soldados intentaron arrestar al gabinete, se generó un clima tenso en la capital. Las fuerzas reaccionarias con la complicidad de los mencheviques y eseristas, haciendo uso hasta de lo indecible, lograron que el movimiento de protesta que se desenvolvía desordenadamente fuera sofocado con el apoyo de tropas traídas del frente de combate. Los bolcheviques cayeron en desgracia, se persiguió a sus dirigentes más visibles y Lenin tuvo que esconderse. Trotsky se pronunció en defensa de los bolcheviques. Y aunque detuvieron a algunos dirigentes, la organización del Partido no sufrió un golpe considerable. Rápidamente recuperó el terreno perdido y, en pocas semanas, el Partido volvió a ser la organización más fuerte del movimiento revolucionario. Semanas después, cuando la contrarrevolución amenazó con sacar a Kerensky –nuevo Primer Ministro-, el gobierno y los líderes mencheviques y eseristas del Soviet tuvieron -muy a su pesar- que recurrir a los bolcheviques para defender la revolución contra la intentona de Kornílov entre agosto y setiembre. Eran los únicos con poder militar. Era el claro reconocimiento del poder en ascenso de los bolcheviques.
Pero hasta poco antes de la manifestación del 18 de junio, Trotsky todavía tenía un discurso ambiguo en relación a los mencheviques y eseristas que dirigían el Soviet. Su hagiógrafo Isaac Deutscher cuenta que en el Congreso de los Soviets, Trotsky –a diferencia de Lenin:
“apelaba a la mayoría [del Soviet] en un tono más amigable, invocando intereses y destinos comunes. Intentaba abrir los ojos de los mencheviques y socialista-revolucionarios sobre su humillante posición y persuadirles de romper su alianza con los partidos burgueses. No era útil, decía, convertir el gobierno en una cámara de conciliación de clases sociales. ‘Una cámara de conciliación no puede ejercer el poder en una época revolucionaria’... ‘Ustedes ven, camaradas, que en este tema yo estoy empezando no desde el ángulo de alguna fracción o partido sino de un punto de vista amplio...'.
‘Los llamados agitadores de izquierda’, aseguraba, ‘preparan el futuro de la revolución rusa. Me aventuro a decir que nosotros, con nuestro trabajo, no socavamos vuestra autoridad –nosotros somos un elemento indispensable en la preparación del futuro’. ‘Camaradas, no espero convencerlos hoy, eso sería demasiado presuntuoso. Lo que quiero lograr hoy es hacerles saber es que si nosotros nos oponemos a ustedes, lo hacemos no desde algún motivo hostil de fracción, sino porque junto a ustedes, estamos sufriendo todos los dolores y agonías de la revolución. Nosotros vemos las soluciones diferentes de las que ustedes ven y estamos firmemente convencidos que mientras ustedes están consolidando el presente de la revolución, nosotros preparamos su futuro por ustedes'. En esta etapa, Lenin ya no concedía a sus adversarios el crédito que Trotsky aún les daba..." (Isaac Deutscher, “The Prophet armed. Trotsky 1879-1921”, Verso, 2003, pp.217-218. Traducción propia).
Estas vacilaciones cambiaron luego de la manifestación del 18 de junio. Y como el propio Trotsky reconoce en su “Historia de la Revolución Rusa”: “La manifestación del 18 de junio produjo una inmensa impresión a los propios manifestantes. Las masas vieron que el bolchevismo se convertía en una fuerza, y los vacilantes se sintieron atraídos hacia él”.
En julio, la mayoría de miembros del Comité Inter-Distrital todavía se resistía a una unión con los bolcheviques. Les preocupaba las “malos métodos organizativos”, su inclinación a las reuniones “secretas y cerradas”. Trotsky argumentaba contra esto diciendo que con la salida de la clandestinidad y el despertar del movimiento popular, los bolcheviques dejarían “sus viejos hábitos” (!!). A fines de julio, en el VI Congreso del Partido Bolchevique llevado en clandestinidad, los “interdistritales” y otros grupos se incorporaron al Partido.
Hasta entonces, la actividad de Trotsky se había desarrollado principalmente en el Comité Ejecutivo del Soviet y en las tribunas abiertas, como el Circo Moderno, donde dirigía sus discursos a las masas reunidas. Como se decía entonces, todo Petrogrado estaba en mítin y habían tribunas libres para ser escuchado. Hasta su ingreso al Partido bolchevique, Trotsky no tuvo ninguna labor de dirección de masas, y es cuestionable decir que dirigía su propio grupo. Recién con su incorporación al Comité Central Bolchevique, en agosto, tuvo la oportunidad de decir su palabra en un partido de masas. Y recién a partir de mediados de setiembre, en que es nombrado por los bolcheviques presidente del Soviet, es dirigente de una organización con influencia en las masas revolucionarias, bajo la dirección del Comité Central del Partido bolchevique.
‘Los llamados agitadores de izquierda’, aseguraba, ‘preparan el futuro de la revolución rusa. Me aventuro a decir que nosotros, con nuestro trabajo, no socavamos vuestra autoridad –nosotros somos un elemento indispensable en la preparación del futuro’. ‘Camaradas, no espero convencerlos hoy, eso sería demasiado presuntuoso. Lo que quiero lograr hoy es hacerles saber es que si nosotros nos oponemos a ustedes, lo hacemos no desde algún motivo hostil de fracción, sino porque junto a ustedes, estamos sufriendo todos los dolores y agonías de la revolución. Nosotros vemos las soluciones diferentes de las que ustedes ven y estamos firmemente convencidos que mientras ustedes están consolidando el presente de la revolución, nosotros preparamos su futuro por ustedes'. En esta etapa, Lenin ya no concedía a sus adversarios el crédito que Trotsky aún les daba..." (Isaac Deutscher, “The Prophet armed. Trotsky 1879-1921”, Verso, 2003, pp.217-218. Traducción propia).
Estas vacilaciones cambiaron luego de la manifestación del 18 de junio. Y como el propio Trotsky reconoce en su “Historia de la Revolución Rusa”: “La manifestación del 18 de junio produjo una inmensa impresión a los propios manifestantes. Las masas vieron que el bolchevismo se convertía en una fuerza, y los vacilantes se sintieron atraídos hacia él”.
En julio, la mayoría de miembros del Comité Inter-Distrital todavía se resistía a una unión con los bolcheviques. Les preocupaba las “malos métodos organizativos”, su inclinación a las reuniones “secretas y cerradas”. Trotsky argumentaba contra esto diciendo que con la salida de la clandestinidad y el despertar del movimiento popular, los bolcheviques dejarían “sus viejos hábitos” (!!). A fines de julio, en el VI Congreso del Partido Bolchevique llevado en clandestinidad, los “interdistritales” y otros grupos se incorporaron al Partido.
Hasta entonces, la actividad de Trotsky se había desarrollado principalmente en el Comité Ejecutivo del Soviet y en las tribunas abiertas, como el Circo Moderno, donde dirigía sus discursos a las masas reunidas. Como se decía entonces, todo Petrogrado estaba en mítin y habían tribunas libres para ser escuchado. Hasta su ingreso al Partido bolchevique, Trotsky no tuvo ninguna labor de dirección de masas, y es cuestionable decir que dirigía su propio grupo. Recién con su incorporación al Comité Central Bolchevique, en agosto, tuvo la oportunidad de decir su palabra en un partido de masas. Y recién a partir de mediados de setiembre, en que es nombrado por los bolcheviques presidente del Soviet, es dirigente de una organización con influencia en las masas revolucionarias, bajo la dirección del Comité Central del Partido bolchevique.
En suma, los eventos que fueron poniendo las piedras angulares de la Revolución de Octubre, tales como la "crisis de abril", la manidestación de junio, los "días de julio", la recuperación de agosto y la lucha contra la intentona contrarrevolucionaria de Kornílov en agosto-setiembre, se desarrollaron bajo la dirección del Partido Bolchevique, sin participación de Trotsky en la organización y dirección. La propia toma del poder fue ejecutada, a insistencia de Lenin, de acuerdo con los planes dictados por la experiencia acumulada, con la participación de los destacamentos ya curtidos en las acciones pasadas, sobre la base de la Organización Militar Bolchevique y con la dirección de los viejos dirigentes bolcheviques en los distintos campos de actividad de Petrogrado. Trotsky participó en Octubre como un excelente agitador y como cabeza formal de los Soviets dominados por los bolcheviques a través de la red de células y comités del Partido. El distrito obrero de Vyborg, los marineros de Kronstadt, la Guardia Roja y los regimientos más importantes de la guarnición de Petrogrado se inclinaron por los bolcheviques antes de que Trotsky fuera bolchevique, y éstos fueron los pilares de la victoria de la revolución.
DR