El 16 de junio, el ejército ruso, generosamente surtido con armas y proyectiles por los aliados, abrió dos días de descarga de artillería, seguido del ataque. El peso del asalto ruso cayó en el Frente del Sur, dirigido a Lvov, la capital de Galitzia. El Octavo Ejército, comandado por Kornílov, se distinguió. Operaciones ofensivas secundarias fueron lanzadas en los Frentes Central y del Norte. Como el gobierno había esperado, la ofensiva inspiró manifestaciones patrióticas. En esta atmósfera, los bolcheviques no se atrevían a oponerse a la campaña: en el Congreso de los Soviets en junio, ni Lenin ni Trotsky presentaron mociones contra el apoyo [de la ofensiva].
La operación contra los austriacos tuvo buen desarrollo durante dos días y luego se detuvo cuando las tropas sintiendo que ya habían cumplido su deber se rehusaron a obedecer órdenes de ataque. Pronto fugaron precipitadamente. El 6 de julio, los alemanes que habían llegado en apoyo de sus aliados austriacos, contraatacaron. A la vista de los uniformes alemanes, los rusos pusieron pies en polvorosa, saqueando y contagiando el pánico. La ofensiva de junio fue la última boqueada del viejo ejército ruso.
Dado que el viejo ejército ruso no entabló ninguna operaciones significativas después de julio de 1917, este puede ser un momento apropiado para contar el número de bajas humanas que Rusia sufrió en la Primera Guerra Mundial. Es difícil determinar esas pérdidas con razonable confianza debido a la pobre calidad de las estadísticas de guerra rusas. En fuentes estándares, las bajas rusas son consideradas las más altas de todas las potencias beligerantes. Cruttwell, por ejemplo, estima en 1.7 millones los muertos rusos y 4.95 millones los heridos, superando ligeramente las pérdidas sufridas por Alemania y considerablemente aquellas sufridas por Gran Bretaña y Francia que estuvieron en la guerra 16 meses más que Rusia. Otros estimados foráneos van más alto, a los 2.5 millones de muertos. Se ha demostrado que estas cifras están demasiado infladas. Fuentes oficiales rusas hablan de 775,400 víctimas en el campo de batalla. Estimados rusos más recientes señalan pérdidas más altas: 900,000 muertos en batalla y 400,000 heridos en combate, sumando un total de 1.3 millones, lo que es igual a las víctimas sufridas por los franceses y los austriacos pero un tercio menos que las de los alemanes.
Los rusos tuvieron de lejos el número más grande de prisioneros en manos enemigas. Los 3.9 millones de cautivos rusos en campos de prisioneros alemanes y austriacos eran tres veces mayores al total de prisioneros de guerra (1.3 millones) perdidos por Gran Bretaña, Francia y Alemania juntas. Sólo el ejército austro-húngaro con 2.2 millones prisioneros, seguían de cerca. Por cada 100 rusos que caían en batalla, 300 se rendían. En el ejército británico, por cada 100 se rendían 20; en el francés, 24, en el alemán, 26. En otras palabras, los rusos se rendían a una tasa de 12 a 15 veces más que los soldados occidentales.
El fracaso de la ofensiva de junio fue una calamidad personal para Kerensky que había contado con ella para unir a un país dividido en torno a él y el gobierno. Habiendo jugado y perdido, se hizo más inquieto, irascible y sumamente suspicaz. En este estado, cometió errores cardinales que lo convirtieron de un líder adorado en un chivo expiatorio, despreciado por la izquierda y la derecha por igual.
En la atmósfera de desmoralización y desesperación ocasionada por el fracaso de la ofensiva de junio, Lenin y sus lugartenientes se aventuraron en otro golpe.
Extracto de "The Russian Revolution" de Richard Pipes, Vintage Books, 1991. Traducción propia
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