La Revolución de Febrero cambió la percepción del orden social. En consecuencia, se hizo necesario un cambio en las maneras de trato personal. Entre los militares, la Orden Nº 1 abolió las antiguas formas de “Señoría”, “Excelencia”, etcétera. Al principio había que dirigirse a los altos rangos como “señor” (gospodin), pero más adelante esto también fue tabú: generalmente se consideraba una expresión de desigualdad social. La tradición revolucionaria sostenía que se llamaba “señor” solamente a los enemigos del pueblo. A partir de 1917, se utilizó el termino de varias maneras suavemente burlonas: “Todos los señores está en París”; “Hace varios años que no hay señores”. También se reservaba cada vez más para los extranjeros –se les llamaba “señor” para distinguirles de los ciudadanos soviéticos, que eran todos “camaradas”.
Al pueblo de la nueva Rusia se le llamaba “ciudadano” y a sus políticos “primer ciudadano”. Durante un tiempo, la idea de igualdad se mezcló con deferencia en una forma híbrida de trato personal –como “señor-ciudadano”– pero, poco a poco, salió ganando el “ciudadano” a secas. Era una referencia directa y consciente de la tradición revolucionaria europea. Sin embargo, durante 1917, la palabra “camarada” comenzó a suplantar al término “ciudadano”: sonaba más revolucionario. Además, “ciudadano” no se consideraba lo suficientemente alejado del vocabulario de la Rusia prerrevolucionaria: los monárquicos, por ejemplo, se llamaban a sí mismos “ciudadanos rusos y leales súbditos del soberano Emperador”. El príncipe Meshcherskii llamó a su periódico reaccionario Ciudadano. Y el título “ciudadano hereditario” pertenecía por completo a la época zarista.
Ya en los Días de Febrero, la palabra “camarada” se utilizaba en la calle como un desafío a la autoridad y como una manifestación de apoyo a la tradición revolucionaria. Se refería a los miembros socialistas del gobierno provisional como “ministros camaradas”; al gran héroe del pueblo esa primavera, como Camarada Kerenski. Incluso a los cosacos y a la policía se les llamaba “camarada”. Se decía que a los hechiceros del campo se les llamaba “espíritus camaradas”.
El término ‘camarada” era como una placa que daba fe de pertenecer a un círculo interno de creyentes, una identidad realmente revolucionaria. Los “camaradas” eran los principales activistas y ciudadanos de la revolución. Esto fue un anticipo de las connotaciones morales del título en la época soviética, cuando “camarada” se interpretaba y promocionaba como la manera de dirigirse de un ciudadano totalmente libre a otro con los mismos derechos. En 1917, este sentido de la palabra apenas se notaba, pero sí lo suficiente como para que algunos se fijasen en ello. Por esta razón, la palabra “camarada”, con todas sus connotaciones de igualdad, les crispaba los nervios a los monárquicos y era utilizaba por los conservadores y liberales con ironía e, incluso, a veces, con desprecio. En el léxico de los Blancos, “camarada” tenía aproximadamente las mismas connotaciones que el término “burzhooi” –un término general de abuso para los privilegiados– tenía para los Rojos.
Extracto de “Interpretar la revolución rusa” de Orlando Figes y Boris Kolonitskii, Universitat de Valencia, 2001, pp.88-90.
Al pueblo de la nueva Rusia se le llamaba “ciudadano” y a sus políticos “primer ciudadano”. Durante un tiempo, la idea de igualdad se mezcló con deferencia en una forma híbrida de trato personal –como “señor-ciudadano”– pero, poco a poco, salió ganando el “ciudadano” a secas. Era una referencia directa y consciente de la tradición revolucionaria europea. Sin embargo, durante 1917, la palabra “camarada” comenzó a suplantar al término “ciudadano”: sonaba más revolucionario. Además, “ciudadano” no se consideraba lo suficientemente alejado del vocabulario de la Rusia prerrevolucionaria: los monárquicos, por ejemplo, se llamaban a sí mismos “ciudadanos rusos y leales súbditos del soberano Emperador”. El príncipe Meshcherskii llamó a su periódico reaccionario Ciudadano. Y el título “ciudadano hereditario” pertenecía por completo a la época zarista.
Ya en los Días de Febrero, la palabra “camarada” se utilizaba en la calle como un desafío a la autoridad y como una manifestación de apoyo a la tradición revolucionaria. Se refería a los miembros socialistas del gobierno provisional como “ministros camaradas”; al gran héroe del pueblo esa primavera, como Camarada Kerenski. Incluso a los cosacos y a la policía se les llamaba “camarada”. Se decía que a los hechiceros del campo se les llamaba “espíritus camaradas”.
El término ‘camarada” era como una placa que daba fe de pertenecer a un círculo interno de creyentes, una identidad realmente revolucionaria. Los “camaradas” eran los principales activistas y ciudadanos de la revolución. Esto fue un anticipo de las connotaciones morales del título en la época soviética, cuando “camarada” se interpretaba y promocionaba como la manera de dirigirse de un ciudadano totalmente libre a otro con los mismos derechos. En 1917, este sentido de la palabra apenas se notaba, pero sí lo suficiente como para que algunos se fijasen en ello. Por esta razón, la palabra “camarada”, con todas sus connotaciones de igualdad, les crispaba los nervios a los monárquicos y era utilizaba por los conservadores y liberales con ironía e, incluso, a veces, con desprecio. En el léxico de los Blancos, “camarada” tenía aproximadamente las mismas connotaciones que el término “burzhooi” –un término general de abuso para los privilegiados– tenía para los Rojos.
Extracto de “Interpretar la revolución rusa” de Orlando Figes y Boris Kolonitskii, Universitat de Valencia, 2001, pp.88-90.
De mucha ayuda vuestro blog, gracias!
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