… La confiscación masiva de las tierras de los grandes propietarios no ocurrió hasta el verano [junio-setiembre]. La mayoría de los campesinos estaban aún dispuesta a esperar a que el Gobierno Provisional aprobara una nueva ley transfiriéndoles las tierras a ellos, tal como una vez esperaron a que el Zar aprobara un “Manifiesto de Oro”. Estaban temerosos de tomar las tierras antes de que estuviera claro que el viejo régimen no sería restaurado, como lo fue en 1906-7 y a la que siguió la ejecución en masa de campesinos. Sólo al empezar mayo –con el nombramiento del eserista Chernov como Ministro de Agricultura– fue que los campesinos realmente tuvieron tal garantía, y fue desde ese momento en que la confiscación de la gran propiedad se convirtió en un fenómeno nacional. Comienzos de mayo era también el inicio de la estación agrícola de verano. Si los campesinos iban a cosechar los campos del terrateniente en otoño, necesitarían ararlos y sembrarlos inmediatamente. Los campesinos tenían así un motivo obvio para tomar la tierra en ese momento…
El regreso de los soldados por la Pascua y de los desertores del ejército, también tuvo mucho que ver con este incremento de la militancia campesina. Los soldados campesinos frecuentemente tomaron la iniciativa en la marcha sobre la finca. A veces estimulaban a los campesinos a abandonarse en actos de vandalismo desenfrenados. Quemaban las casas de la hacienda para hacer que salieran los propietarios, destruían la maquinaria agrícola (que en los últimos años había reducido la necesidad de contratar campesinos para la labor), llenaban sus carretas con el contenido de los establos, y destruían o vandalizaban cualquier cosa, como pinturas, libros o esculturas, signos de excesiva riqueza. No era tampoco nada fuera de lo común que esos soldados incitaran a los campesinos a atacar a los propietarios…
Los aterrados terratenientes bombardeaban al [Primer Ministro] Príncipe Lvov con solicitudes para la restauración de la ley y el orden. Aislados en sus viviendas, sin nada que los protegiera del mar de campesinos hostiles que los rodeaban, pronto acusaron al gobierno de no hacer nada para detener la creciente ola de anarquía que estaba cada vez más cerca de sus puertas. “El campo está cayendo en el caos, con robos y delitos todos los días, mientras usted está sentado sin hacer nada en su confortable oficina de Petersburgo”, le escribía [a Lvov] un terrateniente de Tambov en abril. "Sus comités locales no tienen poder para hacer nada y todavía promueven el robo de la propiedad. Los policías duermen mientras los campesinos roban e incendian. El viejo gobierno sabía mejor como lidiar con esta escoria campesina que ustedes llaman ‘el pueblo’ ".
Con cartas como esas, uno difícilmente podría culpar a Lvov por considerar la situación de los terratenientes como un castigo por su “comportamiento grosero y brutal durante los siglos de servidumbre”. La revolución era la “revancha de los siervos”, explicaba un día de junio en un almuerzo con algunos de sus ministros. Era el “resultado de nuestro –y hablo ahora como un terrateniente– pecado original. Si sólo Rusia hubiera sido bendecida con una aristocracia terrateniente como la de Inglaterra, que tiene la decencia humana para tratar a los campesinos como gente en lugar de perros. Entonces quizá las cosas hubieran sido diferentes”. Era una cosa bastante notable para alguien de su clase y de sus antecedentes decir eso – una lamentable admisión, si se quiere, de que la civilización entera de la aristocracia, de la que el Príncipe mismo era un vástago, nunca había sido más que un ligero barniz puesto sobre superficie de la brutal explotación de los campesinos, del que la revolución había emergido.
Cualquier cosa que Lvov pudiera haber dicho en privado, la política de su gobierno era defender los derechos de propiedad de los terratenientes. La cuestión de la tierra… tenía que ser resuelta por medios legales, y esto significaba preservar el status quo de las relaciones de propiedad hasta que una nueva ley de tierras fuera decidida por la Asamblea Constituyente. El gobierno no tenía medios reales para impedir que los campesinos tomaran la ley –y las tierras de la aristocracia– en sus propias manos. La vieja policía había sido desmantelada, mientras que las unidades del ejército en el campo –aún si sus reclutas campesinos estuvieran de acuerdo en ser utilizados con tales propósitos represivos– no eran suficientes para proteger más que una pequeña parte de las tierras de la aristocracia. Los comités temporales establecidos por el gobierno el 20 de marzo y designados para mantener el orden existente, fueron rápidamente transformados en órganos revolucionarios que aprobaban sus propias “leyes” para legitimizar las tomas campesinas de la propiedad terrateniente. Lo mismo pasó con los comités de tierras. El Gobierno Provisional los había establecido para proteger los derechos legales de la aristocracia, mientras regulaban las relaciones agrarias hasta la Asamblea Constituyente. Pero ellos también fueron tomados por los campesinos locales y transformados en órganos revolucionarios sobre la tierra, ayudando a imponer rentas fijas sobre la aristocracia, a contar la tierra y la propiedad, y distribuirlo entre el campesinado. En un intento de impedir esta subversión de los comités de tierras, el gobierno les cortó el financiamiento, pero las comunas campesinas simplemente cubrieron el vacío, financiando los comités mediante tributación auto impuesta, y los comités continuaron creciendo.
Esta revolución sobre la tierra obtuvo un respaldo seudo-legal de parte de las asambleas campesinas que se reunieron en la primavera en la mayoría de las provincias centrales, así como del Primer Congreso Campesino de Toda Rusia del 4-25 de mayo. Nada hizo más para socavar la autoridad del gobierno en el campo. Los activistas del partido SR, que dominaban los ejecutivos de esas asambleas, llamaron a los campesinos a tener paciencia sobre la resolución de la cuestión de la tierra. Pero pronto fueron obligados por el sentimiento radical de los delegados a aprobar las acciones de las comunas locales y aún las tomas de tierras de la aristocracia como una solución interina. La asamblea provincial de Kazán resolvió el 13 de mayo transferir toda la tierra al control de los comités campesinos. Doce días después, la asamblea campesina de Samara hizo lo mismo en directo desafío a la orden de Lvov para que los comisarios provinciales impidan cualquier toma campesina de tierras. Los campesinos creían que esas resoluciones de sus asambleas tenían el status de “leyes”. Los usarían para autorizar más tomas de tierras en los meses de verano. No comprendían la diferencia entre una declaración general de principios de su asamblea campesina… y la plena formulación de una ley gubernamental. Parecía que creían que, a fin de “socializar” la tierra o transferir la tierra al control de las comunas, era suficiente que una asamblea campesina apruebe una resolución para tal efecto. Las expectativas campesinas convirtieron esas asambleas en seudo órganos de gobierno aprobando “leyes” mediante una simple declaración. Y esas “leyes” luego tomaron preponderancia sobre los estatutos del gobierno. “Los campesinos locales”, se quejaba el Comisario de Nizhnyi Novgorod, “tienen como una idea fija que todas las leyes civiles han perdido su fuerza y que todas las relaciones legales deben ahora ser reguladas por las organizaciones campesinas”
Extractos editados de “A people’s tragedy. The Russian Revolution: 1891-1924” de Orlando Figes, Penguin Books, 1996, pp. 364-367. Traducción propia. Negritas nuestras.
El regreso de los soldados por la Pascua y de los desertores del ejército, también tuvo mucho que ver con este incremento de la militancia campesina. Los soldados campesinos frecuentemente tomaron la iniciativa en la marcha sobre la finca. A veces estimulaban a los campesinos a abandonarse en actos de vandalismo desenfrenados. Quemaban las casas de la hacienda para hacer que salieran los propietarios, destruían la maquinaria agrícola (que en los últimos años había reducido la necesidad de contratar campesinos para la labor), llenaban sus carretas con el contenido de los establos, y destruían o vandalizaban cualquier cosa, como pinturas, libros o esculturas, signos de excesiva riqueza. No era tampoco nada fuera de lo común que esos soldados incitaran a los campesinos a atacar a los propietarios…
Los aterrados terratenientes bombardeaban al [Primer Ministro] Príncipe Lvov con solicitudes para la restauración de la ley y el orden. Aislados en sus viviendas, sin nada que los protegiera del mar de campesinos hostiles que los rodeaban, pronto acusaron al gobierno de no hacer nada para detener la creciente ola de anarquía que estaba cada vez más cerca de sus puertas. “El campo está cayendo en el caos, con robos y delitos todos los días, mientras usted está sentado sin hacer nada en su confortable oficina de Petersburgo”, le escribía [a Lvov] un terrateniente de Tambov en abril. "Sus comités locales no tienen poder para hacer nada y todavía promueven el robo de la propiedad. Los policías duermen mientras los campesinos roban e incendian. El viejo gobierno sabía mejor como lidiar con esta escoria campesina que ustedes llaman ‘el pueblo’ ".
Con cartas como esas, uno difícilmente podría culpar a Lvov por considerar la situación de los terratenientes como un castigo por su “comportamiento grosero y brutal durante los siglos de servidumbre”. La revolución era la “revancha de los siervos”, explicaba un día de junio en un almuerzo con algunos de sus ministros. Era el “resultado de nuestro –y hablo ahora como un terrateniente– pecado original. Si sólo Rusia hubiera sido bendecida con una aristocracia terrateniente como la de Inglaterra, que tiene la decencia humana para tratar a los campesinos como gente en lugar de perros. Entonces quizá las cosas hubieran sido diferentes”. Era una cosa bastante notable para alguien de su clase y de sus antecedentes decir eso – una lamentable admisión, si se quiere, de que la civilización entera de la aristocracia, de la que el Príncipe mismo era un vástago, nunca había sido más que un ligero barniz puesto sobre superficie de la brutal explotación de los campesinos, del que la revolución había emergido.
Cualquier cosa que Lvov pudiera haber dicho en privado, la política de su gobierno era defender los derechos de propiedad de los terratenientes. La cuestión de la tierra… tenía que ser resuelta por medios legales, y esto significaba preservar el status quo de las relaciones de propiedad hasta que una nueva ley de tierras fuera decidida por la Asamblea Constituyente. El gobierno no tenía medios reales para impedir que los campesinos tomaran la ley –y las tierras de la aristocracia– en sus propias manos. La vieja policía había sido desmantelada, mientras que las unidades del ejército en el campo –aún si sus reclutas campesinos estuvieran de acuerdo en ser utilizados con tales propósitos represivos– no eran suficientes para proteger más que una pequeña parte de las tierras de la aristocracia. Los comités temporales establecidos por el gobierno el 20 de marzo y designados para mantener el orden existente, fueron rápidamente transformados en órganos revolucionarios que aprobaban sus propias “leyes” para legitimizar las tomas campesinas de la propiedad terrateniente. Lo mismo pasó con los comités de tierras. El Gobierno Provisional los había establecido para proteger los derechos legales de la aristocracia, mientras regulaban las relaciones agrarias hasta la Asamblea Constituyente. Pero ellos también fueron tomados por los campesinos locales y transformados en órganos revolucionarios sobre la tierra, ayudando a imponer rentas fijas sobre la aristocracia, a contar la tierra y la propiedad, y distribuirlo entre el campesinado. En un intento de impedir esta subversión de los comités de tierras, el gobierno les cortó el financiamiento, pero las comunas campesinas simplemente cubrieron el vacío, financiando los comités mediante tributación auto impuesta, y los comités continuaron creciendo.
Esta revolución sobre la tierra obtuvo un respaldo seudo-legal de parte de las asambleas campesinas que se reunieron en la primavera en la mayoría de las provincias centrales, así como del Primer Congreso Campesino de Toda Rusia del 4-25 de mayo. Nada hizo más para socavar la autoridad del gobierno en el campo. Los activistas del partido SR, que dominaban los ejecutivos de esas asambleas, llamaron a los campesinos a tener paciencia sobre la resolución de la cuestión de la tierra. Pero pronto fueron obligados por el sentimiento radical de los delegados a aprobar las acciones de las comunas locales y aún las tomas de tierras de la aristocracia como una solución interina. La asamblea provincial de Kazán resolvió el 13 de mayo transferir toda la tierra al control de los comités campesinos. Doce días después, la asamblea campesina de Samara hizo lo mismo en directo desafío a la orden de Lvov para que los comisarios provinciales impidan cualquier toma campesina de tierras. Los campesinos creían que esas resoluciones de sus asambleas tenían el status de “leyes”. Los usarían para autorizar más tomas de tierras en los meses de verano. No comprendían la diferencia entre una declaración general de principios de su asamblea campesina… y la plena formulación de una ley gubernamental. Parecía que creían que, a fin de “socializar” la tierra o transferir la tierra al control de las comunas, era suficiente que una asamblea campesina apruebe una resolución para tal efecto. Las expectativas campesinas convirtieron esas asambleas en seudo órganos de gobierno aprobando “leyes” mediante una simple declaración. Y esas “leyes” luego tomaron preponderancia sobre los estatutos del gobierno. “Los campesinos locales”, se quejaba el Comisario de Nizhnyi Novgorod, “tienen como una idea fija que todas las leyes civiles han perdido su fuerza y que todas las relaciones legales deben ahora ser reguladas por las organizaciones campesinas”
Extractos editados de “A people’s tragedy. The Russian Revolution: 1891-1924” de Orlando Figes, Penguin Books, 1996, pp. 364-367. Traducción propia. Negritas nuestras.
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