(De las memorias del obrero bolchevique Ilya Mitrofanovich Gordienko)
En la mañana del 23 de febrero, escuchamos, a través de las ventanas de la fábrica, voces femeninas procedentes de las calles: “¡Abajo la guerra! ¡Abajo los precios altos! ¡Abajo el hambre! ¡Pan para los trabajadores!”
Varios camaradas y yo nos acercamos inmediatamente a las ventanas. Las puertas de la Gran Manufactura Semenovskaya Nº 1 estaban abiertas. Las masas de mujeres obreras llenaban las calles. Las que notaron nuestra presencia empezaron a agitar sus manos y a gritar: “¡Salgan! ¡Paren de trabajar!”. Bolas de nieve alcanzaron las ventanas. Decidimos unirnos a la huelga y enviamos mensajeros a otras fábricas para que se unan. Pero los mencheviques, fueron respaldados por algunos obreros, se opusieron al paro. Es el día de las mujeres, decían, son ellas las que tienen que manifestarse y no nosotros. Hubo ruidos y gritos. Pero en ese momento, ingresaron obreros de otras fábricas gritando: “¡Paren de trabajar! ¡Salgan!”, y el asunto fue resuelto.
Se hizo un breve mitin cerca de las puertas de la oficina principal y salimos a las calles. Las obreras nos recibieron con gritos de “¡Viva!” y condujeron a los camaradas al frente. Gritando “¡Vivas!” fuimos juntos hacia la avenida Bolshoi Sampsonievsky.
Al mediodía, la avenida Bolshoi Sampsonievsky estaba atestada de obreros. Todos empezaron a moverse hacia la Clínica Willie. Filas de policías bloqueaban el paso amenazando a los obreros en sus caras. Los tranvías permanecían en sus líneas. Cosacos y Dragones aparecieron en las calles. El puente Liteiny estaba ocupado por una unidad de la policía. Los obreros pasaron a la Avenida Nevsky usando otras rutas. Hubo enfrentamientos con la policía cerca de la Duma de la ciudad y en otros lugares, pero sólo fueron pequeñas escaramuzas. En el área de Vyborg, las manifestaciones duraron hasta bien entrada la noche.
Lo mismo pasó al día siguiente. Soleado y temprano, la avenida Bolshoi Sampsonievsky estaba repleta de obreros. La policía desapareció pero había más cosacos que el día anterior. La situación era tensa y los enfrentamientos inevitables. Ambos lados eran conscientes de eso y esperaron el desenlace. Las obreras tomaron la iniciativa, rodearon a los cosacos con una compacta cadena humana. Gritaban: “Nuestros esposos, padres y hermanos están en el frente!”. “Y aquí soportamos el hambre, la carga de trabajo, los insultos, las humillaciones y los abusos. Ustedes también tienen madres, esposas, hermanas e hijos, ¡exigimos pan y el fin de la guerra!”. Los oficiales, temiendo la influencia de la agitación sobre los cosacos, dieron una orden. Los cosacos se prepararon. Todos corrieron a cubrirse, agarrando piedras o piezas de metal, listos para lanzarlos. Sin embargo, los cosacos cabalgaron, pasaron sin atacarnos; luego dieron media vuelta y regresaron. Las masas los saludaron con gritos de “¡Viva!”, pese a que el corazón no podía creerlo y la mente dictaba precaución.
Luego los cosacos volvieron a pasar en medio de más gritos de “¡Viva!”. La gente lanzaba sus gorras al aire. Los obreros, hombres y mujeres, se hicieron más osados y gritaron: “¡Abajo la guerra!” ¡Viva la unidad de los obreros y soldados! ¡Abajo la autocracia! ¡Abajo los parásitos! ¡Viva la revolución!” Algunos cosacos saludaron con las manos y sus gorras en solidaridad. Esto elevó la moral de la gente aún más. [...]
Tomado de Jonathan Daly y Leonid Trofimov, Russia in War and Revolution, 1914-1922. A Documentary History, Hackett Publishing Company, 2009, pp. 36-38. Traducción propia.
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