de abril a julio de 1917
El menchevique Nikolai Sujánov, que fue miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado en 1917 y que formara parte del "Comité de Contacto" del Soviet con el Gobierno Provisional, escribió su Historia de la Revolución Rusa en 1922.
Estaba casado con una bolchevique que trabajaba en el secretariado del Comité Central, bajo las órdenes de Yákov Sverdlov. En su casa, prestada por su esposa y sin su conocimiento, se realizó la célebre reunión del Comité Central bolchevique del 10 de octubre de 1917 en la que -con asistencia de Lenin, que se hallaba perseguido- se aprobó la insurrección que tomaría el poder el 25 del mismo mes.
En los siguientes párrafos, Sujánov recuerda la reunión de los bolcheviques en el Palacio Kshesinskaya, inmediatamente después de la llegada de Lenin a Petrogrado, después de años de exilio. Aunque usa un tono satírico, lo interesante que se destaca de ellos son dos cosas: 1) la percepción de que el Partido bolchevique es notablemente distinto a los otros partidos "socialistas", no sólo en su política sino en sus métodos y estilos de trabajo; y 2) la mística bolchevique que aunado a lo anterior hacia de él un Partido disciplinado y decidido, una vez puesto en acción (Lenin enfatizaba esto, en su defensa de las Tesis de Abril en la Conferencia bolchevique, cuando decía: "Nosotros, los bolcheviques, tenemos el hábito de adoptar un máximo de revolucionarismo...").
"Abajo, en una gran sala, estaba reunida mucha gente: obreros, “revolucionarios profesionales” y damas. Habían pocas sillas, y la mitad de los presentes tuvo que estar incómodamente de pie o sentada sobre las mesas. Alguien fue elegido presidente de la reunión, y se procedió a los saludos en la forma de informes de las localidades. Esto fue, en su integridad, monótono y extenso. Pero de vez en cuando se deslizaba en lo que yo pensaba era curioso y característico del “estilo” bolchevique, el modo particular del trabajo del Partido Bolchevique. Y se hizo obvio, con absoluta claridad, que todo el trabajo bolchevique es realizado en los marcos de acero establecidos por su centro espiritual en el extranjero; sin el cual los miembros del partido se habrían sentido totalmente huérfanos, pero del que -al mismo tiempo- se sentían orgullosos y del que los mejores cuadros se consideraban dedicados servidores, como los Caballeros del Santo Grial. Kámenev, también, dijo algo indeterminado. Al final, recordaron a Zinoviev que fue poco aplaudido y no dijo nada. Finalmente, los saludos-informes llegaron a su fin…
Y entonces, el gran maestro de la orden se levantó con su “respuesta”. No puedo olvidar ese discurso, que como un rayo remeció y sorprendió no sólo a mí –un hereje accidentalmente arrojado en medio del delirio- sino también a los verdaderos creyentes. Puedo asegurar que nadie esperaba nada como éso. Parecía como si todas las fuerzas elementales se hubieran levantado de sus lechos y el espíritu de destrucción universal que no conocía obstáculos, ni dudas, ni dificultades humanas ni cálculos humanos, circulaba en la sala del Kshesinskaya sobre las cabezas de los encantados discípulos".
"Abajo, en una gran sala, estaba reunida mucha gente: obreros, “revolucionarios profesionales” y damas. Habían pocas sillas, y la mitad de los presentes tuvo que estar incómodamente de pie o sentada sobre las mesas. Alguien fue elegido presidente de la reunión, y se procedió a los saludos en la forma de informes de las localidades. Esto fue, en su integridad, monótono y extenso. Pero de vez en cuando se deslizaba en lo que yo pensaba era curioso y característico del “estilo” bolchevique, el modo particular del trabajo del Partido Bolchevique. Y se hizo obvio, con absoluta claridad, que todo el trabajo bolchevique es realizado en los marcos de acero establecidos por su centro espiritual en el extranjero; sin el cual los miembros del partido se habrían sentido totalmente huérfanos, pero del que -al mismo tiempo- se sentían orgullosos y del que los mejores cuadros se consideraban dedicados servidores, como los Caballeros del Santo Grial. Kámenev, también, dijo algo indeterminado. Al final, recordaron a Zinoviev que fue poco aplaudido y no dijo nada. Finalmente, los saludos-informes llegaron a su fin…
Y entonces, el gran maestro de la orden se levantó con su “respuesta”. No puedo olvidar ese discurso, que como un rayo remeció y sorprendió no sólo a mí –un hereje accidentalmente arrojado en medio del delirio- sino también a los verdaderos creyentes. Puedo asegurar que nadie esperaba nada como éso. Parecía como si todas las fuerzas elementales se hubieran levantado de sus lechos y el espíritu de destrucción universal que no conocía obstáculos, ni dudas, ni dificultades humanas ni cálculos humanos, circulaba en la sala del Kshesinskaya sobre las cabezas de los encantados discípulos".
D.R.
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