Pravda Nº 12 del 18(31) de marzo de 1917
La revolución está en marcha. De Petrogrado, donde estalló, está propagándose a las provincias y, paso a paso, se extiende por toda la inmensa Rusia. Más aún: de las cuestiones políticas pasa inevitablemente a las cuestiones sociales, a las cuestiones relacionadas con la organización de la vida de los obrerps y de los campesinos, ahondando y agudizando la crisis que vivimos.
Todo eso no puede no suscitar alarma en determinados medios de la Rusia poseedora. Levanta cabeza la reacción zarista-terrateniente. Toca a rebato la camarilla imperialista. La burguesía financiera tiende la mano a la caduca aristocracia feudal, para organizar juntas la contrarrevolución. Ambas son todavía débiles e irresolutas hoy, pero mañana pueden fortalecerse y movilizarse contra la revolución. En todo caso, llevan a cabo infatigablemente su negro trabajo, reuniendo fuerzas entre todas las capas de la población, sin excluir el ejército...
¿Cómo puede frenarse la incipiente contrarrevolución?
¿Cuáles son las condiciones necesarias para la victoria de la revoluciónr rusa?
Una de las peculiaridades de nuestra revolución consiste en que su base es hasta ahora Petrogrado. Las colisiones y los tiroteos, las barricadas y las víctimas, la lucha y la victoria se han producido, principalemente, en Petrogrado y en sus alrededores (Cronstadt, etc.). Las provincias se han limitado a percibir los frutos de la victoria y a expresar su confianza al Gobierno Provisional.
Reflejo de este hecho ha sido la dualidad de poderes, la división efectiva del Poder entre el Gobierno Provisional y el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, división que no da sosiego a los mercenarios de la contrarrevolución. De una parte, el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, como órgano de la lucha revolucionaria de los obreros y de los soldados, y de otra parte, el Gobierno Provisional, como órgano de la burguesía moderada, asustada ante los “excesos” de la revolución y que ha encontrado apoyo en la inercia de las provincias: tal es el panorama.
En esto reside la debilidad de la revolución, pues semejante estado de cosas refuerza el aislamiento entre las provincias y la capital, la falta de contacto entre ellas.
Pero con la profundización de la revolución se revolucionan también las provincias. En las localidades se organizan Soviets de Diputados Obreros. Los campesinos se incorporan al movimiento y organizan sus uniones. El ejército se está democratizando y en las localidades se organizan uniones de soldados. La inercia de las provincias va siendo cosa del pasado.
Ello hace que la tierra tiemble bajo los pies del Gobierno Provisional.
Al mismo tiempo, en la nueva situación también el Soviet de Diputados Obreros de Petrogrado resulta insuficiente.
Es necesario un organismo general de la lucha revolucionaria de toda la democracia rusa, con el suficiente prestigio para fundir en un todo único la democracia de la capital y la de las provincias y que pueda convertirse, llegado el momento, de órgano de dirección de la lucha revolucionaria del pueblo en órgano de Poder revolucionario que movilice todas las fuerzas vivas del pueblo contra las fuerzas de la contrarrevolución.
Ese organismo sólo puede ser el Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos de toda Rusia.
Esa es la primera condición para la victoria de la revolución rusa.
Prosigamos. La guerra, como todo en la vida, tiene, además de sus lados negativos, su lado positivo, pues, movilizando a casi toda la población adulta de Rusia, ha hecho del ejército un ejército popular por su espíritu, facilitando de esta manera la unión de los soldados con los obreros insurreccionados. Precisamente esto explica la relativa facilidad con que la revolución se desencadenó y ha triunfado en nuestro país.
Pero el ejército es móvil, especialmente por sus constantes desplazamientos de un lugar a otro, de acuerdo con las exigencias de la guerra. El ejército no puede permanecer eternamente en un mismo sitio, protegiendo a la revolución frente a la contrarrevolución. Por eso se necesita otra fuerza armada, un ejército de obreros armados, naturalmente vinculados a los centros del movimiento revolucionario. Y si es cierto que una revolución no puede vencer sin una fuerza armada siempre dispuesta a servirla, tampoco nuestra revolución puede prescindir de una guardia obrera propia, íntimamente ligada a los intereses de la revolución.
Armamento inmediato de los obreros, una guardia obrera: ésta es la segunda condición para la victoria de la revolución.
Un rasgo carácterístico de los movimientos revolucionarios, por ejemplo, en Francia, fue el hecho evidente de que allí los gobiernos provisionales surgían, por lo general, en las barricadas y, debido a ello, eran revolucionarios; en todo caso, más revolucionarios que las asambleas constituyentes convocadas por ellos más tarde y que se reunían, por lo común, después de “tranquilizado” el país. Esta es, en realidad la razón de que los revolucionarios más experimentados de aquellos tiempos procurasen realizar su programa, con la ayuda de un gobierno revolucionario, antes de convocar a la asamblea constituyente y aplazando esta convocatoria. Con ello querían poner a la asamblea constituyente ante el hecho consumado de las reformas ya realizadas.
En nuestro país el caso es otro. Nuestro Gobierno Provisional no ha surgido en las barricadas, sino cerca de ellas. Por eso no es revolucionario; no hace más que ir a la zaga de la revolución, forcejeando y entorpeciendo su avance. Y si tenemos en cuenta que la revolución va profundizándose paso a paso, planteando cuestiones sociales como la jornada de ocho horas y la confiscación de las tierras y revolucionando las provincias, podemos afirmar con seguridad que la futura Asamblea Constituyente de todo el Pueblo será mucha más democrática que el presente Gobierno Provisional, elegido por la Duma del 3 de junio.
Al mismo tiempo, es de temer que el Gobierno Provisional, asustado por las proporciones de la revolución e, imbuido de tendencias imperialistas, pueda, en determinada coyuntura política, servir de escudo y de pantalla “legal” para la contrarrevolución, que se está organizando.
Por eso, no se debe aplazar, en ningún caso, la convocatoria de el Asamblea Constituyente.
En vista de ello, es necesario convocar lo antes posible la Asamblea Constituyente, la única institución que gozará de prestigio entre todas las capas de la sociedad y que será capaz de coronar la obra de la revolución, cortando con ello las alas a la contrarrevolución, que está levantando cabeza.
Rápida convocatoria de la Asamblea Constituyente: ésta es la tercer condición para la victoria de la revolución.
Todo esto debe ser realizado con la condición general de entablar a la mayor brevedad negociaciones de paz y de poner fin a esta inhumana guerra, pues la prolongación del conflicto, con sus consecuencias –la crisis financiera, económica y de subsistencias-, es el escollo contra el que puede estrellarse la nave de la revolución.
Todo eso no puede no suscitar alarma en determinados medios de la Rusia poseedora. Levanta cabeza la reacción zarista-terrateniente. Toca a rebato la camarilla imperialista. La burguesía financiera tiende la mano a la caduca aristocracia feudal, para organizar juntas la contrarrevolución. Ambas son todavía débiles e irresolutas hoy, pero mañana pueden fortalecerse y movilizarse contra la revolución. En todo caso, llevan a cabo infatigablemente su negro trabajo, reuniendo fuerzas entre todas las capas de la población, sin excluir el ejército...
¿Cómo puede frenarse la incipiente contrarrevolución?
¿Cuáles son las condiciones necesarias para la victoria de la revoluciónr rusa?
Una de las peculiaridades de nuestra revolución consiste en que su base es hasta ahora Petrogrado. Las colisiones y los tiroteos, las barricadas y las víctimas, la lucha y la victoria se han producido, principalemente, en Petrogrado y en sus alrededores (Cronstadt, etc.). Las provincias se han limitado a percibir los frutos de la victoria y a expresar su confianza al Gobierno Provisional.
Reflejo de este hecho ha sido la dualidad de poderes, la división efectiva del Poder entre el Gobierno Provisional y el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, división que no da sosiego a los mercenarios de la contrarrevolución. De una parte, el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, como órgano de la lucha revolucionaria de los obreros y de los soldados, y de otra parte, el Gobierno Provisional, como órgano de la burguesía moderada, asustada ante los “excesos” de la revolución y que ha encontrado apoyo en la inercia de las provincias: tal es el panorama.
En esto reside la debilidad de la revolución, pues semejante estado de cosas refuerza el aislamiento entre las provincias y la capital, la falta de contacto entre ellas.
Pero con la profundización de la revolución se revolucionan también las provincias. En las localidades se organizan Soviets de Diputados Obreros. Los campesinos se incorporan al movimiento y organizan sus uniones. El ejército se está democratizando y en las localidades se organizan uniones de soldados. La inercia de las provincias va siendo cosa del pasado.
Ello hace que la tierra tiemble bajo los pies del Gobierno Provisional.
Al mismo tiempo, en la nueva situación también el Soviet de Diputados Obreros de Petrogrado resulta insuficiente.
Es necesario un organismo general de la lucha revolucionaria de toda la democracia rusa, con el suficiente prestigio para fundir en un todo único la democracia de la capital y la de las provincias y que pueda convertirse, llegado el momento, de órgano de dirección de la lucha revolucionaria del pueblo en órgano de Poder revolucionario que movilice todas las fuerzas vivas del pueblo contra las fuerzas de la contrarrevolución.
Ese organismo sólo puede ser el Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos de toda Rusia.
Esa es la primera condición para la victoria de la revolución rusa.
Prosigamos. La guerra, como todo en la vida, tiene, además de sus lados negativos, su lado positivo, pues, movilizando a casi toda la población adulta de Rusia, ha hecho del ejército un ejército popular por su espíritu, facilitando de esta manera la unión de los soldados con los obreros insurreccionados. Precisamente esto explica la relativa facilidad con que la revolución se desencadenó y ha triunfado en nuestro país.
Pero el ejército es móvil, especialmente por sus constantes desplazamientos de un lugar a otro, de acuerdo con las exigencias de la guerra. El ejército no puede permanecer eternamente en un mismo sitio, protegiendo a la revolución frente a la contrarrevolución. Por eso se necesita otra fuerza armada, un ejército de obreros armados, naturalmente vinculados a los centros del movimiento revolucionario. Y si es cierto que una revolución no puede vencer sin una fuerza armada siempre dispuesta a servirla, tampoco nuestra revolución puede prescindir de una guardia obrera propia, íntimamente ligada a los intereses de la revolución.
Armamento inmediato de los obreros, una guardia obrera: ésta es la segunda condición para la victoria de la revolución.
Un rasgo carácterístico de los movimientos revolucionarios, por ejemplo, en Francia, fue el hecho evidente de que allí los gobiernos provisionales surgían, por lo general, en las barricadas y, debido a ello, eran revolucionarios; en todo caso, más revolucionarios que las asambleas constituyentes convocadas por ellos más tarde y que se reunían, por lo común, después de “tranquilizado” el país. Esta es, en realidad la razón de que los revolucionarios más experimentados de aquellos tiempos procurasen realizar su programa, con la ayuda de un gobierno revolucionario, antes de convocar a la asamblea constituyente y aplazando esta convocatoria. Con ello querían poner a la asamblea constituyente ante el hecho consumado de las reformas ya realizadas.
En nuestro país el caso es otro. Nuestro Gobierno Provisional no ha surgido en las barricadas, sino cerca de ellas. Por eso no es revolucionario; no hace más que ir a la zaga de la revolución, forcejeando y entorpeciendo su avance. Y si tenemos en cuenta que la revolución va profundizándose paso a paso, planteando cuestiones sociales como la jornada de ocho horas y la confiscación de las tierras y revolucionando las provincias, podemos afirmar con seguridad que la futura Asamblea Constituyente de todo el Pueblo será mucha más democrática que el presente Gobierno Provisional, elegido por la Duma del 3 de junio.
Al mismo tiempo, es de temer que el Gobierno Provisional, asustado por las proporciones de la revolución e, imbuido de tendencias imperialistas, pueda, en determinada coyuntura política, servir de escudo y de pantalla “legal” para la contrarrevolución, que se está organizando.
Por eso, no se debe aplazar, en ningún caso, la convocatoria de el Asamblea Constituyente.
En vista de ello, es necesario convocar lo antes posible la Asamblea Constituyente, la única institución que gozará de prestigio entre todas las capas de la sociedad y que será capaz de coronar la obra de la revolución, cortando con ello las alas a la contrarrevolución, que está levantando cabeza.
Rápida convocatoria de la Asamblea Constituyente: ésta es la tercer condición para la victoria de la revolución.
Todo esto debe ser realizado con la condición general de entablar a la mayor brevedad negociaciones de paz y de poner fin a esta inhumana guerra, pues la prolongación del conflicto, con sus consecuencias –la crisis financiera, económica y de subsistencias-, es el escollo contra el que puede estrellarse la nave de la revolución.
Firmado: K. Stalin
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